?Qu¨¦ dicen los que callan?
Han pasado por fin las elecciones, es decir, se ha apagado la m¨²sica insufrible que todos los partidos nos obligan a o¨ªr como si se tratase de una penitencia cada cuatro a?os (alg¨²n d¨ªa las campa?as electorales ser¨¢n silenciosas y limpias, quiero ser optimista y pensar que el futuro nos depara silencio, limpieza y elecciones). Los polideportivos, los teatros y los salones de actos recobran sus usos habituales y las promesas quedan en el aire, donde ir¨¢n poco a poco diluy¨¦ndose o volatiliz¨¢ndose. Es el orden natural de las cosas: primero se promete y despu¨¦s la promesa es olvidada o quiz¨¢s transformada -lo mismo que una nube que cambiase de forma en el aire- en otra cosa, otra promesa que tambi¨¦n, a su vez, sufrir¨¢ alguna nueva mutaci¨®n imprevista.
Ahora, despu¨¦s de las promesas y la m¨²sica horr¨ªsona, llegar¨¢n (ya han llegado) los an¨¢lisis. Las urnas han hablado. No hay quien se salte el t¨®pico estos d¨ªas. Se trata de saber lo que quieren decirnos las urnas. Hace falta, por tanto, conocer el idioma secreto de las urnas. Es el momento de los intelectuales de la aldea (los que pint¨® Ram¨®n de Zubiaurre, convertidos al cabo del tiempo en sesudos analistas pol¨ªticos) y no habr¨¢ m¨¢s remedio que escucharles. Ha llegado su hora. Nos dir¨¢n lo que dicen las urnas, es decir, nos hablar¨¢n sobre lo que hemos dicho. Nos contar¨¢n la historia que les hemos contado. Poco o nada dir¨¢n, sin embargo, sobre los que han callado en la ¨²ltima consulta electoral. Como si la abstenci¨®n fuese un asunto totalmente inefable.
?Qu¨¦ dicen los que callan? Dicen (lo aseguran algunos con gran convencimiento) que la abstenci¨®n es de derechas. No parece sencillo probarlo. La abstenci¨®n es terreno pantanoso o, mejor dicho, terreno sumergido. La abstenci¨®n es un gran iceberg que podr¨ªa (no s¨¦, digo podr¨ªa) hundir la democracia. Es algo preocupante. ?Qu¨¦ dicen los que callan? A derecha e izquierda se agitan los fantasmas (bien reales) de la abstenci¨®n. La derecha asegura que los votantes de la izquierda viven en permanente movilizaci¨®n y votan como un s¨®lo hombre o una sola mujer. La derecha, por este motivo, anima a sus votantes a no quedarse en casa y les recuerda que de ellos depende que no gane la izquierda. La izquierda, por su parte, mantiene que la derecha lucha por cada voto con u?as y dientes y que de ellos, de los poco fiables votantes de la izquierda, depende que no gane la derecha. Tambi¨¦n se dice, a derecha e izquierda, que los nacionalistas vascos votan con disciplina y fe ignacianas, que hasta los moribundos votan antes de que les den la extrema unci¨®n. Son cosas que se dicen, que se piensan, pero que finalmente no son demostrables.
?Los votantes de derechas son m¨¢s vagos o menos entusiastas que los de derechas o los nacionalistas (de derechas o izquierdas)? ?Los votantes de izquierdas se desaniman antes que los de derechas y tiran la toalla al primer tropiezo? ?Qui¨¦nes perdonan menos las falsas promesas, las personas de izquierdas o las de derechas? ?Qu¨¦ sucede para que alguien, de derechas o izquierdas o nacionalista (de derechas o izquierdas) decida no votar? Optar por la abstenci¨®n es, de alg¨²n modo, borrarse, desapuntarse de la democracia.
Es una cuesti¨®n grave este desinter¨¦s por los asuntos p¨²blicos. Quien calla otorga, dicen. Pero en el caso electoral se dir¨ªa que quien calla, quien se abstiene, lo que nos da a entender es que su vida privada, su biograf¨ªa ¨ªntima es lo ¨²nico que le importa. M¨¢s all¨¢ de la rep¨²blica independiente de nuestro domicilio (parafraseando la publicidad de una tienda de muebles) estar¨ªa el desierto, el infierno de la cosa p¨²blica y sus olvidadizos, mediocres o corruptos gestores. ?Lo de todos resulta menos nuestro? Lo de todos, aquello que deb¨ªa ser m¨¢s nuestro, se convierte en ajeno, en el jard¨ªn privado de la clase pol¨ªtica. Hablamos, desde luego, de apariencias. No podemos saber qu¨¦ dicen los que callan.
Podemos intuirlo o sospecharlo. Podemos vislumbrar la insolidaridad, pero tambi¨¦n el desencanto, el cansancio y la desconfianza de muchos ciudadanos que renuncian al derecho fundamental al voto. Es lamentable que alguien pueda ganar unas elecciones no gracias a la fuerza de los votos, sino por el designio est¨²pido de la abstenci¨®n. Creo que los pol¨ªticos deber¨ªan pensar con seriedad, por su propio inter¨¦s y el de todos, qu¨¦ nos quieren decir los que callan.
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