Darfur, mejor que nada
Es tarde y es poco. Pero es mejor que nada. Las nuevas sanciones estadounidenses contra el Gobierno de Sud¨¢n, cuatro a?os despu¨¦s de que comenzaran las matanzas de Darfur, apuntan a una treintena de florecientes compa?¨ªas petrol¨ªferas a las que se prohibir¨¢ el acceso al sistema financiero de EE UU y el comercio con empresas e individuos de este pa¨ªs. Bush busca tambi¨¦n una en¨¦rgica resoluci¨®n del Consejo de Seguridad que incluya un embargo de armamento y la prohibici¨®n de vuelos militares sobre Darfur, para evitar que Jartum siga lanzando sus helic¨®pteros rusos de ataque contra la poblaci¨®n de la vasta regi¨®n occidental sudanesa.
Las potencias democr¨¢ticas son proclives a mirar hacia otro lado cuando los conflictos se libran en el fin del mundo, lejos de sus ¨¢reas de intereses o fuera de los focos de los telediarios. Darfur re¨²ne estos requisitos. En estos a?os, el dictador sudan¨¦s Omar al Bachir ha aprendido a mofarse de las amenazas de intervenci¨®n occidentales en una regi¨®n des¨¦rtica y miserable, mayor que Espa?a, donde nadie est¨¢ en condiciones de alterar el curso de los acontecimientos sin una firme voluntad pol¨ªtica y un grande y caro esfuerzo de coordinaci¨®n. As¨ª, la desactivaci¨®n del genocidio que se ha cobrado m¨¢s de un cuarto de mill¨®n de vidas inocentes y ha echado de sus viviendas a dos millones de personas, en medio de algunas de las m¨¢s repugnantes atrocidades de este comienzo de siglo, est¨¢ a cargo de 7.000 soldados de la Uni¨®n Africana, mal pagados, peor pertrechados y nulamente motivados. Una cifra risible en s¨ª misma. Al Bachir ha torpedeado hasta ahora con las argucias m¨¢s indecentes y, pese a sus reiteradas promesas en sentido contrario, los f¨²tiles esfuerzos de la ONU para llevar a Sud¨¢n una fuerza de pacificaci¨®n numerosa, bien armada y comprometida.
Las medidas ordenadas por Bush, barajadas durante meses y aplazadas por la insistencia del nuevo secretario general de la ONU en dar m¨¢s margen a una diplomacia ineficaz, tendr¨¢n poco m¨¢s que un efecto simb¨®lico si Washington no consigue un apoyo amplio de sus aliados occidentales y, crucialmente, el m¨¢s que improbable de China. Pek¨ªn es el principal cliente del boom petrol¨ªfero sudan¨¦s y su principal sost¨¦n diplom¨¢tico; y como Mosc¨², tambi¨¦n con derecho a veto en el Consejo de Seguridad, m¨¢s bien indiferente ante el genocidio. Detener el oprobio exige medidas contundentes que toquen de verdad el nervio econ¨®mico y pol¨ªtico de Jartum
. Parar Darfur a estas alturas es incompatible con las medias tintas.
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