La soledad del escritor, el gozo de dirigir

Lo que comenz¨® siendo una conversaci¨®n sobre las diferencias que existen entre escribir y dirigir una pel¨ªcula termin¨® por convertirse en una discusi¨®n sobre lo inmensamente dif¨ªcil que es ser original. Ocurri¨® ayer en el pabell¨®n de la Fundaci¨®n C¨ªrculo de Lectores, al acabar el d¨ªa, donde se reunieron Agust¨ªn D¨ªaz Yanes, responsable del reto de convertir cinco novelas de Arturo P¨¦rez-Reverte en la pel¨ªcula Alatriste; Ray Loriga, que hace poco present¨® su versi¨®n cinematogr¨¢fica de la vida de Santa Teresa; Daniel S¨¢nchez Ar¨¦valo, autor y director de la sorprendente Azuloscurocasinegro, y Roberto Santiago, que dentro de poco estrenar¨¢ su tercera pel¨ªcula, El club de los suicidas, una singular adaptaci¨®n de la obra de Robert Louis Stevenson.

En una vida entera se tiene un par de ideas originales, concluyeron los cineastas

Moder¨® el periodista Gregorio Belinch¨®n, que empez¨® preguntando por los fundamentos. Es decir, por lo que les pas¨® a cada uno hasta que terminaron delante de una c¨¢mara dando las ¨®rdenes. Ten¨ªa raz¨®n el t¨ªtulo del encuentro, De la palabra a la imagen. Escritores conversos, organizado por EL PA?S en la Feria del Libro, porque todos empezaron con l¨¢piz y papel y s¨®lo fue despu¨¦s cuando empezaron a dirigir. D¨ªaz Yanes dio el salto por motivos econ¨®micos y porque lo oblig¨® Victoria Abril; Loriga lo hizo porque lo arrastr¨® su pasi¨®n por el cine; S¨¢nchez Ar¨¦valo porque no encontr¨® a nadie que quisiera dirigir sus historias, y Roberto Santiago lo hizo "en defensa propia": tuvo una idea para un corto y quiso llevarla adelante hasta el final. Pronto las cosas fluyeron y se fueron disparando en direcciones diferentes. Hubo acuerdo general en que el oficio de escribir es tremendamente duro, eso de tener que darle la vuelta muchas veces a las mismas cosas, hacer versiones distintas, y trabajar solo. Despu¨¦s de tanta reclusi¨®n, por lo que contaron todos, la tensi¨®n de los rodajes y la responsabilidad por ajustarse a presupuestos, horarios y planificaciones se convierten en una bendici¨®n, y poco despu¨¦s dirigir es ya un veneno dif¨ªcilmente sustituible. Del mismo modo que todos dijeron que hab¨ªa mucha soledad a la hora de escribir, todos subrayaron que dirigir era "divertido".

El mundo del cine fue con el tiempo llen¨¢ndolo todo. No hay mucho misterio en escribir, para qu¨¦ enga?arse: se trata de poner una palabra detr¨¢s de otra. Dirigir implica ya un equipo, y ah¨ª saltan las chispas de las relaciones humanas y del producto que se hace entre muchos. D¨ªaz Yanes cont¨®, por ejemplo, lo importante que es que los guionistas asistan a los rodajes.

Tambi¨¦n habl¨® de lo mucho que lo ayudaron los actores a corregir sus di¨¢logos. Loriga coment¨® de sus experiencias como guionista al servicio de otros directores y, poco a poco, se fue llegando a la vieja cuesti¨®n de la originalidad. Coincidieron todos en que era m¨¢s f¨¢cil trabajar de encargo.

Fue cuando Loriga habl¨® de unas clases de gui¨®n y de los afanes de sus alumnos por "expresar un mundo interior". Todos fueron a concluir que en una vida entera, como mucho, se tiene un par de ideas originales.