Richard Rogers. El lord 'hippy' de la arquitectura
Frente al r¨ªo T¨¢mesis se encuentran los almacenes que el arquitecto Richard Rogers (Florencia, 1933), reconvirti¨® hace d¨¦cadas en su colorista despacho. Es temprano, de vez en cuando pasa alguien corriendo por el margen del r¨ªo. El acceso es p¨²blico. Eso hace que por el patio del despacho se cuele gente con pantal¨®n corto que le da a la oficina un aire inesperado. Dentro del edificio, el esmerado mantenimiento de una tapicer¨ªa naranja sin rozaduras revive el aire jovial y setentero del que Rogers ha hecho su sello. M¨¢s all¨¢ de las sillas verdes y la recepci¨®n amarilla est¨¢n las corbatas y los trajes oscuros de los clientes. Rogers acaba de ganar el Premio Pritzker, pero el renacer del estudio del autor del Centro Pompidou, o del rascacielos Lloyds, en la City londinense, se cuece desde hace una d¨¦cada. Hoy, su despacho de 130 arquitectos levanta edificios en Nueva York, Jap¨®n, Corea, Burdeos, Amberes, Barcelona y Londres. Inaugura viviendas sociales sostenibles y construye pisos de lujo en la orilla sur del T¨¢mesis, la zona de Londres que, tras un ciclo de charlas en la BBC, consigui¨® resucitar. Esas charlas -recogidas en el libro Ciudades para un planeta peque?o- le encumbraron como el arquitecto de Tony Blair, le convirtieron en el art¨ªfice de la reconversi¨®n de Londres y le hicieron lord, lord Rogers of Riverside. Un lord en bicicleta, que llega puntual, pedaleando. Viste una camisa verde manzana con cuello Mao y zapatillas de piel naranja. Est¨¢ delgado, bronceado con un tono natural -m¨¢s el de paseo en bicicleta que el de horas en la obra (o minutos en la cabina)-. Su parsimonia contrasta con las urgencias de los encorbatados reunidos en las distintas salas, todas con tabiques transparentes, todas con sillas de colores, de su oficina.
"De peque?o, al ser disl¨¦xico, siempre estuve poco integrado. Luego aprend¨ª el valor de ser distinto, de ah¨ª mi anticonformismo"
"Creo sinceramente que el mayor error de Tony Blair fue mirar a Am¨¦rica en lugar de apoyar a Europa"
?A la C¨¢mara de los Lores tambi¨¦n va en bicicleta?
Pues s¨ª. Es mi manera de mantenerme en forma. Te da tiempo para pensar y te permite tomar el pulso a los lugares.
All¨ª tendr¨¢ que vestir de otra manera. ?O acude con sus legendarias camisas de cuello Mao?
No, all¨ª requieren otro tipo de vestimenta. Pero voy poco. Es demasiado lento para m¨ª. Despacho con Ken Livingstone [alcalde de Londres] una vez por semana.
?Por qu¨¦ siempre viste esas camisas? ?Est¨¦tica? ?Ideolog¨ªa?
No me gustan las corbatas. Pero la decisi¨®n no es pol¨ªtica, puede ser est¨¦tica o anticonformista. De peque?o, al ser disl¨¦xico, siempre fui un ni?o poco integrado. Luego, de mayor, en lugar de sufrir por ello aprend¨ª el valor de ser distinto. Tal vez sea eso. Pero no lo s¨¦ muy bien. No lo he pensado nunca. Puede que fuera mi madre. A ella le gustaban los colores intensos. A m¨ª la parte est¨¦tica me viene de mi madre.
Ella tambi¨¦n era italiana
Todos en mi familia. El primero era un Rogers de Sutherland que se fue a Venecia hace 200 a?os. De all¨ª pasaron a Florencia, y luego regresamos tras la II Guerra Mundial, huyendo del fascismo. Mi madre ha sido una persona muy importante en mi vida. Mientras vivi¨® habl¨¦ con ella a diario. Ella nos ense?¨®, a mi hermano y a m¨ª, el amor por los colores, por buscar lo bello y por ensuciarse con el barro.
La madre, italiana y ceramista, de este hombre de 73 a?os aparecer¨¢ varias veces en la conversaci¨®n. Estamos sentados en el River Caf¨¦, el restaurante en el edificio junto a su estudio que ha convertido a su segunda mujer en una celebridad gastron¨®mica local. Ruth Rogers abri¨® el negocio hace 12 a?os y se ha hecho famosa firmando libros de recetas italianas. Rogers recurre a esa parte italiana con frecuencia. A ella atribuye su talante creativo, su naturaleza sociable, su preocupaci¨®n por el espacio p¨²blico y hasta su gusto por la vida. La ma?ana de la entrevista no es la de un d¨ªa cualquiera. Tony Blair, el pol¨ªtico que crey¨® en las ideas de este arquitecto, anuncia su retirada.
Blair ha sido una figura clave en la arquitectura de su pa¨ªs y en su propia carrera. ?C¨®mo juzga su legado?
Si hablamos de regeneraci¨®n urbana, porque no vamos a hablar de Irak...
?No?
Si quiere, hablaremos. Pero empecemos por lo positivo. Sin duda ha asentado las bases para la regeneraci¨®n de las ciudades brit¨¢nicas. ?C¨®mo? Densific¨¢ndolas. Ha dado prioridad a reconstruir los n¨²cleos urbanos en lugar de apostar por la expansi¨®n y el crecimiento, que es lo que las ciudades suelen hacer hoy. Por primera vez en mucho tiempo, la gente est¨¢ regresando, volvemos al centro. Manchester, por ejemplo, ha pasado de tener un centro sin residentes a tener 250.000 ciudadanos que han elegido vivir all¨ª. En Liverpool sucede lo mismo.
?Por qu¨¦ es importante que la gente regrese al centro?
Porque es la vida diaria de los ciudadanos lo que construye una ciudad. Una ciudad habitada est¨¢ siempre m¨¢s cuidada. No podemos tener vac¨ªos en el centro por delincuencia y salir a construir fuera como si en el coraz¨®n no pasase nada. Las ciudades deben tener un l¨ªmite. Antes que apostar por extender hay que tratar de recuperar y sanear los centros.
En Espa?a estamos todav¨ªa en la fase uno. Los precios hacen muy dif¨ªcil vivir en el centro de las ciudades.
Aqu¨ª tratamos de compensarlo con vivienda social. La vivienda social no puede estar en guetos. Si apostamos por la integraci¨®n, debe repartirse por todos los barrios. Y un Gobierno laborista apuesta por la integraci¨®n.
?C¨®mo se puede integrar a la poblaci¨®n con la arquitectura?
Poniendo l¨ªmites. En Londres hemos dibujado una l¨ªnea, una barrera que no podemos superar. Lo hemos llamado cintur¨®n verde. Y all¨ª ya no se puede construir. S¨®lo podr¨¢ hacerse en el futuro, cuando no nos quede ni un pedacito de terreno en la ciudad que podamos reaprovechar. Perseguimos la densificaci¨®n.
?Por qu¨¦?
Porque la gente que vive en ciudades compactas tiene mejor vida como peat¨®n. Consigue caminar por su ciudad. Un n¨²mero elevado de ciudadanos justifica inversiones en transporte p¨²blico. Si la ciudad es de las extendidas, la vida se hace en el coche. Y eso trae m¨¢s problemas de los que soluciona: ambientales, de ruido, de aparcamiento o de seguridad. Cuando los centros se abandonan, se convierten en guetos, y las ciudades est¨¢n perdidas. ?se es el principal problema de Estados Unidos. Ken Livingstone, el alcalde de Londres, ha llevado esas ideas un paso m¨¢s adelante. Londres espera tener un mill¨®n de habitantes m¨¢s en los pr¨®ximos a?os. Y ¨¦l ha decidido que no se van a levantar nuevos barrios. Se van a recuperar zonas internas.
Pero los precios ser¨¢n prohibitivos.
Londres tiene los precios de vivienda m¨¢s altos del mundo. Pero las sigue vendiendo. Hay gente enriquecida por el petr¨®leo que compra mucho. ?Hace eso una ciudad? ?Vender sus viviendas caras? El alcalde ha decidido que el 50% de lo que se construye debe ser de precio controlado para gente con renta baja. Vivienda semisocial.
?Y el Ayuntamiento pagar¨¢ por esas viviendas?
El Ayuntamiento no ganar¨¢ dinero. Pero Livingston es muy bueno negociando. Ha puesto condiciones. Ser¨¢n los promotores quienes paguen. Sacar¨¢n el dinero del valor del suelo. No se puede ganar siempre mucho. Para ganar con algunas promociones tendr¨¢n que cubrir gastos con otras, que adem¨¢s estar¨¢n al lado, o muy cerca. Lo del 50% es el objetivo. Estamos en el 35%. Pero eso ya es un gran logro. En los a?os ochenta, Margaret Thatcher no construy¨® vivienda social en el centro de Londres. Cero. Acab¨® con una tradici¨®n anterior que yo considero b¨¢sica para la estabilidad de nuestra sociedad. De modo que volver a mezclar la poblaci¨®n ha sido dif¨ªcil. Legalmente hemos tenido que partir de cero. Deshacer y hacer muchas leyes.
Usted es una persona muy pol¨ªtica. Se implica. Opina y decide. Sin embargo, su imagen es m¨¢s la de un arquitecto social que la de alguien que sabe moverse por los despachos. ?C¨®mo lo hace?
?C¨®mo divide entre lo social y lo pol¨ªtico? Creo que es lo mismo. Ser ciudadano implica involucrarse en pol¨ªtica. No hablo de tener un esca?o en el Parlamento. Lo que hacemos, las acciones m¨¢s nimias, comportan decisiones pol¨ªticas. La sociedad civil es eso. La arquitectura no puede evitar ser pol¨ªtica. Define cosas que afectan a la sociedad. Pero lo mismo ocurre con el periodismo. Claro que puede haber arquitectos apol¨ªticos. Si te dedicas a hacer manubrios de puerta, puedes permit¨ªrtelo; pero si est¨¢s defendiendo el espacio p¨²blico, las calles y plazas para los ciudadanos, est¨¢s haciendo pol¨ªtica.
Comenz¨® como muchos arquitectos afortunados, hizo la casa de sus padres. ?Los convenci¨®?
La primera de todas la hice para los padres de mi primera mujer, Sue. La conoc¨ª cuando estudiaba en Yale; ella era soci¨®loga, pero se convirti¨® en "arquitecta por absorci¨®n". Formamos un grupo con Norman Foster y su primera mujer, Wendy, el Team Four, y juntos hicimos la casa. Est¨¢bamos convencidos de la relaci¨®n de la arquitectura con otras ciencias y con el resto de la sociedad. Hoy, tambi¨¦n. Aquella casa funcion¨®, y luego lleg¨® la de mis padres, que tambi¨¦n hicimos juntos.
?Qu¨¦ recuerda de aquel tiempo cuarenta a?os despu¨¦s?
Cuando llegamos aqu¨ª, Inglaterra era un lugar oscuro. Aislado del resto de Europa. Todo ocurr¨ªa de puertas para dentro. En todas las clases sociales. En todos los ¨¢mbitos. Igual da el pub del pueblo que el club de los ricos. No hab¨ªa vida en la calle. Por no hablar de la exclusi¨®n de las mujeres, que no pod¨ªan entrar en los pubs. Era lo contrario a Italia. En los a?os sesenta, muy poca gente estaba preparada para el shock que puede proporcionar conocer otra cultura, otras costumbres. Y correr el riesgo de que esas otras costumbres te gusten m¨¢s que las propias. Inglaterra viv¨ªa a oscuras. Por eso es tan dif¨ªcil de creer el cambio que ha dado este pa¨ªs en veinte a?os.
Se cas¨® en segundas nupcias con Ruth, que es 'chef'. ?Hab¨ªa demasiada arquitectura en su vida?
La arquitectura y la cocina trabajan ambas con la est¨¦tica. Y con las pasiones. Una apela al cerebro, y la otra, al est¨®mago. Tengo cinco hijos y nueve nietos, y s¨®lo uno de los chicos es dise?ador. Otro es fil¨®sofo; otro, periodista; tengo uno que trabaja en una ONG, y finalmente el peque?o, que es todav¨ªa estudiante y vive en casa, con nosotros.
Rogers vive en el sur de Londres, en el barrio de Chelsea, en una casa victoriana por fuera y radicalmente rompedora por dentro. Hace obras con frecuencia. Comenz¨® retirando forjados y subiendo los techos del sal¨®n. Luego demoli¨® paredes hasta que, hace 12 a?os, su mujer "se hart¨® de dormir sin puerta", comenta. La casa ha ido adapt¨¢ndose a los cambios de la familia. El piso independiente en el semis¨®tano que durante a?os ocup¨® la madre de su mujer, ahora que la abuela ya muri¨® lo habita el menor de sus hijos, que es adoptado. "Ruth y yo lo ten¨ªamos claro. Yo, cuando llegu¨¦ al matrimonio ten¨ªa tres hijos. Tuvimos uno m¨¢s juntos y adoptamos un quinto, que era algo que los dos quer¨ªamos hacer".
?Qu¨¦ ha ganado y qu¨¦ ha perdido su arquitectura en cincuenta a?os de profesi¨®n?
Uno pierde y gana al vivir. Forma parte del juego. La mayor ganancia ha sido que hicimos un informe sobre el urbanismo de Londres. Y el Gobierno decidi¨® convertirlo en su l¨ªnea de actuaci¨®n. No es que lo apliquen al cien por cien, pero lo asumieron. En general, yo soy una persona que disfruta envejeciendo. Creo que la vida es mejor con m¨¢s experiencia. Y pienso que esa idea me vine de los problemas que tuve en la infancia. Si empiezas mal, lo tienes m¨¢s f¨¢cil para mejorar... Claro que con 73 a?os el futuro puede ser m¨¢s corto ahora que antes.
Cuando empez¨®, ?qui¨¦n quer¨ªa ser?
Tengo que volver a recordar que vengo de Florencia. Y uno que viene de Florencia quiere ser Brunelleschi. No lo digo en broma. Las ideas que he defendido siempre sobre el espacio p¨²blico, la plaza para encontrarse, todo eso viene de la Italia renacentista, de la influencia hel¨¦nica. No es nada nuevo, aunque a veces parece que lo hayamos olvidado. La relaci¨®n entre la sociedad y la arquitectura es el espacio p¨²blico: el lugar de encuentro e intercambio de ideas. Al margen de eso, yo nunca fui un moderno convencido. Cuando en los sesenta estudiaba en Yale, Frank Lloyd Wright era mi arquitecto favorito. Fue un tipo que adelant¨® muchas ideas de la arquitectura sostenible. En el momento en que empec¨¦ a construir, que es cuando buscas una gu¨ªa para elegir un camino, lo que m¨¢s me llamaba la atenci¨®n era la gente que trabajaba con prefabricados, el matrimonio Eames, o Buckminster Fuller, un aut¨¦ntico inventor.
Fuller fue tambi¨¦n el arquitecto de cabecera de su amigo Norman Foster.
S¨ª, pero a m¨ª no me interesa s¨®lo el Buckminster Fuller high tech. Tambi¨¦n fue un precursor de la arquitectura sostenible. Ide¨® burbujas urbanas, una red para cubrir Nueva York. Todav¨ªa no hemos evolucionado lo suficiente como para utilizar sus conceptos de prefabricaci¨®n. Yo me siento cercano a todos los arquitectos que tratamos de hacer evolucionar el movimiento moderno sin darle la espalda. Nosotros quisimos asimilar la lecci¨®n de nuestros maestros y dar algo m¨¢s.
?Qu¨¦ m¨¢s se pod¨ªa dar?
Ellos hab¨ªan pensado en la manera simple de construir; la manera econ¨®mica, r¨¢pida y democr¨¢tica: el cubo. A nosotros, en cambio, nos toc¨® llegar a la gente. Y luego decir que el cubo puede ser lo m¨¢s bonito, pero no es lo m¨¢s sostenible. En cualquier caso, yo siempre he aprendido m¨¢s de la gente con la que trabajo que de cualquier maestro. Sin duda aprend¨ª m¨¢s de Norman Foster que de Yale. Y luego me pas¨® lo mismo con Renzo Piano o Peter Rice en el Pompidou. Con Renzo hablo cada semana, y Norman es uno de mis mejores amigos.
?Qui¨¦n ha cambiado m¨¢s con el tiempo, ¨¦l o usted?
Yo creo que Norman. ?l ha depurado mucho su estilo. Pero no se cambia mucho, uno simplemente se va haciendo m¨¢s, se define.
En los setenta, cuando levantaron el Pompidou, la tecnolog¨ªa era algo importante. Y exhibir esa tecnolog¨ªa, tambi¨¦n. Hoy que es casi invisible, ?ya no es tan importante mostrarla?
Sigue siendo importante. La tecnolog¨ªa da las claves del estilo arquitect¨®nico de cualquier ¨¦poca. No creo que deba ocultarse. La catedral g¨®tica es una consecuencia de la tecnolog¨ªa que hizo posible el arco de medio punto. Brunelleschi fue consecuencia de superponer dos b¨®vedas. El avance real en arquitectura es cuesti¨®n de t¨¦cnica. Lo que ocurri¨® en Inglaterra en los ochenta, cuando se nos puso la etiqueta de high tech a los principales arquitectos de aqu¨ª, he pensado que fue una consecuencia de la debilidad tecnol¨®gica de nuestro siglo XIX arquitect¨®nico. M¨¢s all¨¢ de las grandes estaciones, algunos puentes y el Crystal Palace, del principio de la revoluci¨®n industrial, en Inglaterra la arquitectura del siglo XIX fue muy floja. Muy poco tecnol¨®gica. Los arquitectos de entonces eran peores que los ingenieros. Tal vez por eso, al buscar referentes locales, los arquitectos del siglo XX nos apoyamos en los ingenieros.
?Qu¨¦ busca la tecnolog¨ªa hoy?
Ser sostenible. Y esa b¨²squeda afecta a la forma y al aspecto de los edificios. Nuestros primeros edificios eran rectangulares, b¨¢sicos, tect¨®nicos, que es la forma racional de construir. Pero un cubo no es la forma m¨¢s sostenible. Ahora construimos fij¨¢ndonos en la incidencia del sol, el efecto del viento, el ahorro energ¨¦tico, y todo eso abre la caja. Eso es tecnolog¨ªa medioambiental, y claro que debe mostrarse.
?Se paga un precio est¨¦tico por tratar de ser sostenible?
De los ¨²ltimos edificios que he construido, el de los Tribunales de Burdeos es uno de los m¨¢s importantes de la ¨²ltima generaci¨®n. Puede que no haya tenido buenas cr¨ªticas arquitect¨®nicas, no lo s¨¦. Pero s¨ª ha aportado. No creo que la sostenibilidad deba pagar precio est¨¦tico.
Cuando recibi¨® el Pritzker, el acta del jurado le reconoci¨® m¨¢s como urbanista social que como arquitecto. ?Le molest¨®?
No. Pero tampoco lo creo. Yo soy arquitecto. Y trabajo a diversas escalas. Entre mis ¨²ltimos edificios, la terminal 4 del aeropuerto de Madrid ha tenido bastante ¨¦xito, ?no cree?
Sin duda. Pero quiz¨¢ no se podr¨ªa decir lo mismo de sus edificios en Barcelona. El hotel Hesperia y la remodelaci¨®n de la plaza de toros de Las Arenas no han sido tan afortunados.
Sea como sea, el dise?o es nuestro. Lo hacemos todo aqu¨ª. Pero espere a que se acabe. En Las Arenas tenemos que convivir con el anillo de la plaza, que no hemos podido demoler. Por dentro ser¨¢ un edificio extraordinario.
?No cree tener mejores y peores edificios?
No. Son como hijos. Un padre no puede elegir entre sus proyectos.
Pero un padre sabe qu¨¦ hijo es el generoso y cu¨¢l es el pillo.
Los hijos cambian. Pasan fases. Mi mujer, Ruthie, y yo decimos que el que est¨¦ en crisis este a?o estar¨¢ bien el a?o que viene. Y eso puede pasarle a los edificios. Hay edificios, como los de Buckminster Fuller, que llegan demasiado pronto, y otros que llegan con retraso.
?Los suyos son todos puntuales?
Son parte de una evoluci¨®n. Si no hubiera hecho la casa de mis padres, no podr¨ªa haber construido despu¨¦s el Centro Pompidou. No creo en las grandes ideas. Creo en las piezas justas. Yo soy el mismo que hizo el Pompidou. Y mi arquitectura, tambi¨¦n. Pero el tiempo ha cambiado. Puede, en todo caso, que no hayamos cambiado lo suficiente. Puede ser... En la vida aprendemos a centrarnos en lo que nos interesa, y lo que a m¨ª me interesa son dos cosas: los espacios para la gente y que la arquitectura no suponga m¨¢s deterioro que beneficio, nada m¨¢s. No quiero cambiar.
Cuando levantaron el Pompidou, nunca imaginaron que algo que hicieron como una respuesta contestataria, 'hippy' casi (meter tubos de colores en el centro de una ciudad cartesiana como Par¨ªs), iba a tener una secuela tan fruct¨ªfera en la arquitectura: la de inyectar vida a los barrios con edificios muy visibles.
El logro del Pompidou fue que consigui¨® expresar su tiempo. Lo firmamos Renzo Piano y yo. ?l es un tipo po¨¦tico, y yo soy un arquitecto pol¨ªtico y social. Eso quiere decir que, haciendo el mismo edificio, cada uno podemos juzgarlo, incluso hoy, de una manera. Para m¨ª era y es un edificio para todo el mundo: todas las edades, todas las ideolog¨ªas, todos los credos. Un cruce entre Times Square de Nueva York y el Museo Brit¨¢nico. Un lugar de encuentro donde poder estudiar. Se trataba de quitar la caspa a las bibliotecas para dinamizar la cultura. De llevar la cultura a los lugares de encuentro. Las personas juntas podemos hablar, mirar, leer y pensar. No s¨®lo darle a un bal¨®n o tomar cerveza, que tambi¨¦n se puede hacer, claro. La vitalidad es la clave para la vida de los edificios. El ¨¦xito del Pompidou es que hab¨ªa muy poca distancia entre lo que nosotros cre¨ªamos y lo que la gente de la calle quer¨ªa. La imagen era especial. Pero era algo casi anecd¨®tico. Lo revolucionario fue la tipolog¨ªa. Y de eso, nadie habl¨®. En los seis a?os que dur¨® la construcci¨®n, todo fueron protestas. S¨®lo Ada Louise Huxtable escribi¨® un art¨ªculo positivo en The New York Times. Pero la respuesta la dio la gente. El primer d¨ªa hab¨ªa colas para entrar. Y hasta hoy.
?Antes a la gente le costaba m¨¢s digerir lo nuevo? ?Ahora aplaudimos lo extra?o?
Eso es un peligro. Yo entiendo que la gente fuera reticente ante el Pompidou. Era como poner una bomba en el barrio. Pero luego el tiempo pas¨® y la bomba se convirti¨® en una inyecci¨®n de vitalidad. No s¨¦ cu¨¢ntos edificios gamberros podr¨¢n hoy decir lo mismo. La gente acude a ver las novedades. Pero lo importante no es el primer d¨ªa, sino el a?o despu¨¦s. Lo importante es que vuelvan.
?Qu¨¦ hace que la gente vuelva a ver un edificio?
Yo creo que la gente fue al Pompidou porque hab¨ªa m¨²sicos que cantaban en la calle y caricaturistas en la plaza. Uno se sent¨ªa feliz en aquel lugar. Si uno quiere hacer pol¨ªtica tiene que saber lo que quiere la gente. Y mejorarlo.
Su siguiente paso fue el edificio Lloyds, en la City londinense. ?Se remonta a los a?os ochenta su preocupaci¨®n por el medio ambiente?
Es m¨¢s antigua. Dise?¨¦ una casa de cero consumo energ¨¦tico. Pero la sociedad y los constructores no estaban preparados. Eso ha cambiado. Hace una semana inauguramos 145 viviendas sostenibles en Milton Keynes que se venden por 90.000 euros.
?Sigue siendo m¨¢s caro hacer una arquitectura sostenible?
Algunas cosas no cuestan: decidir d¨®nde van las ventanas. Y ponerlas bien supone ahorro energ¨¦tico. Otras se hacen por ley (reciclaje de aguas o placas solares, empleo de diversos materiales reciclables o no contaminantes), y otras, s¨ª, son m¨¢s caras porque no hay suficiente demanda.
?Todos sus edificios son igualmente sostenibles?
Es mucho m¨¢s dif¨ªcil levantar edificios sostenibles en Estados Unidos que en Europa. Es m¨¢s caro porque no hay demanda y no hay leyes que lo obliguen. Pero eso va a cambiar. Hay nuevas leyes, y, sobre todo, hay promotores que por elecci¨®n personal piden construcci¨®n sostenible. As¨ª tambi¨¦n se pueden cambiar las cosas.
Junto a la tecnolog¨ªa y la sostenibilidad, las ciudades son el tercer pilar de su arquitectura. Lo que lo ha hecho m¨¢s pol¨ªtico. Usted es el autor intelectual de la reforma urban¨ªstica de Londres, la recuperaci¨®n de la orilla sur del T¨¢mesis.
La orilla sur hace veinte a?os era un barrizal, peligroso y descuidado. Hoy es el futuro de la ciudad. Dentro de la ciudad. Pero esos cambios son un esp¨ªritu. No dependen de una persona. Hay un peligro en asociar las cosas a individuos. En una ciudad, o en un edificio, rara vez una persona hace una cosa. Las cosas se hacen en equipo. Yo creo que llegu¨¦ a tiempo. Y Tony Blair acert¨® al nombrar a John Prescott primer ministro. Ha sido una persona muy seria con la que poder trabajar. Pero eso no significa que est¨¦ de acuerdo con la guerra de Irak, que quede claro.
??se ha sido el mayor error de Blair?
Sin duda. Yo no estoy de acuerdo con la pol¨ªtica de Bush en general, y creo sinceramente que el mayor error de Blair fue mirar a Am¨¦rica en lugar de apoyar a Europa.
?Con qu¨¦ frecuencia necesitan cambiar las ciudades?
No cambian, evolucionan. Las mejores calles de Inglaterra son, todav¨ªa hoy, v¨ªas romanas. Uno de los errores que cometemos arquitectos y pol¨ªticos es que cambiamos las ciudades con demasiada frecuencia. En lugar de cambiarlas con suficiente radicalidad para dejarlas descansar una temporada. La culpa la tiene el plazo pol¨ªtico de los cuatro a?os. Los pol¨ªticos quieren tener la casa limpia el d¨ªa que se abren las urnas. Y al d¨ªa siguiente, a excavar otra vez. El ¨¦xito de Barcelona es que logr¨® empalmar tres turnos de alcaldes persiguiendo el mismo objetivo: mejorar la ciudad. Una ciudad no se cambia en menos de quince a?os. Si cuesta cinco concluir un edificio, ?c¨®mo no va a costar el triple alterar una ciudad?
?Cree que Barcelona sigue siendo un modelo?
En los ¨²ltimos a?os pueden estar m¨¢s desorientados, pero el cambio que experiment¨® la ciudad sigue siendo una referencia. Cuando Londres consigui¨® organizar los Juegos Ol¨ªmpicos de 2012, John Prescott me dijo que ten¨ªamos que hacerlo tan bien como Barcelona. Le contest¨¦ que era imposible. En Barcelona hab¨ªa un arquitecto con mucho poder, Oriol Bohigas, y eso ayud¨®. La falta de visi¨®n y la burocratizaci¨®n del sistema es lo que no deja crecer a las ciudades. Ricky Burdett, que fue comisario de la ¨²ltima bienal de arquitectura en Venecia, est¨¢ organizando la estrategia de Londres. Pero le falta poder.
?Hay cosas en las ciudades que no deben cambiar nunca?
Lo que disfrutamos de las ciudades no ha cambiado en toda la historia de la humanidad: caminar con tu pareja por una calle agradable, sentarte en los escalones de la puerta de casa al sol. Esas cosas cotidianas son b¨¢sicas. Dan calidad a la vida. Mientras el ciudadano no tenga lugares de paseo y tranquilidad frente a su casa, no confiar¨¢ en la arquitectura. Y en los pol¨ªticos. Lo importante es decidir si queremos ser como Vancouver, una ciudad informatizada, o como Cork, en Irlanda, donde el 35% de la poblaci¨®n va en bicicleta. Pero hay que elegir. ?sa es la clave. Si no eliges, te quedas en medio.
Construye en medio mundo. ?Teme perder el control de sus proyectos?
Somos un equipo. Cuando terminamos las obras del Pompidou, en los setenta, escrib¨ª un art¨ªculo diciendo que el equipo ideal eran 10 personas. Cuando termin¨¦ Lloyds, en los ochenta, escrib¨ª otro, hablando de un equipo de 30. Hoy dir¨ªa que 130 es lo justo. Por eso no lo escribo. Nuestra oficina acaba de cambiar el nombre. Somos Roger, Stirk y Harbour. Tengo 73 a?os. Y estoy activo. Muy en activo. Espero seguir 15 a?os o m¨¢s. Pero no es justo que s¨®lo se conozca mi nombre.
?C¨®mo se cuida?
Con la bicicleta. Y tambi¨¦n esqu¨ªo en Francia. Es fant¨¢stico, como tengo 73 a?os me dan un pase gratis. No tengo nada en contra de la gente religiosa. Pero no creo en la vida futura, sea la que sea. Creo que todos tenemos un papel que desempe?ar en el mundo. Y creo en la vida porque nuestros recuerdos necesitan una continuidad. Vivimos para hacer cosas que merecen la pena. Uno aprende igual de lo que un griego dej¨® escrito que de lo que le est¨¢ ense?ando su hijo.
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