La 'imposici¨®n' del medio ambiente
Cada vez est¨¢ m¨¢s claro que muchos de los dirigentes pol¨ªticos y responsables empresariales no acaban de entender el significado de la crisis ecol¨®gica en la que vivimos. La ¨²ltima muestra de la ignorancia existente al respecto la ha proporcionado un alto cargo de la Sociedad Jaizkibia -la encargada de todo lo relacionado con la regeneraci¨®n de la bah¨ªa de Pasaia- al plantear en una entrevista radiof¨®nica que no podr¨¢ haber ninguna norma legal que impida la construcci¨®n del puerto exterior, ya que el medio ambiente "no se puede imponer".
No pretendo discutir aqu¨ª sobre la bondad o la necesidad de dicha obra, la cual ha suscitado una fuerte pol¨¦mica en diversos ¨¢mbitos pol¨ªticos y sociales de Guip¨²zcoa y, muy especialmente, del entorno de Pasaia. Una obra, adem¨¢s, de enorme coste y complejidad (ver EL PA?S de este lunes) y sobre la que existen informes t¨¦cnicos contradictorios. S¨®lo cabe esperar a este respecto que las decisiones se tomen de manera racional, sin demagogias provincianas, y desde el respeto a la legalidad, incluida l¨®gicamente la relativa a la ordenaci¨®n del territorio y la protecci¨®n del medio ambiente. Y que si las autoridades competentes -o los tribunales correspondientes-, fijan un criterio contrario a la mencionada obra, el mismo sea acatado y respetado. Por ello, no es un buen augurio que personas llamadas a jugar un importante papel en esa decisi¨®n den muestras de un desconocimiento tan clamoroso sobre cuestiones esenciales en los tiempos en que vivimos.
Lo que resulta francamente llamativo es que, a estas alturas, alguien dude de la conveniencia de limitar legalmente el tipo de actividades humanas en funci¨®n de criterios medioambientales; que a¨²n hoy en d¨ªa se cuestione por parte de personas supuestamente formadas la necesidad de proteger los recursos de los que vivimos, y de los que habr¨¢n de vivir las futuras generaciones. A diferencia de lo que ocurre en otros pa¨ªses de nuestro entorno -por ejemplo, en la Europa del Norte- muchos de nuestros responsables pol¨ªticos y econ¨®micos tienen un serio problema a la hora de entender la problem¨¢tica medioambiental: piensan que se trata, en primera instancia, de una cuesti¨®n est¨¦tica -la conservaci¨®n del paisaje, la belleza de determinada especie en peligro- o, como mucho, de problemas puntuales que generan molestias en la vida de la gente -humos, ruidos, contaminaci¨®n-, pero que deben ser entendidos como el "precio del progreso". Y, sin embargo, el problema va mucho m¨¢s all¨¢, pues afecta a la propia vida de las futuras generaciones. ?Se imaginan ustedes que el banco nos concediera un cr¨¦dito millonario con el que pegarnos la vida padre, y que luego tuvieran que pagarlo nuestros hijos? Pues ese es, ni m¨¢s ni menos, el planteamiento que algunos hacen: no querer poner l¨ªmites legales a las actividades humanas, a la destrucci¨®n del entorno, a la p¨¦rdida de biodiversidad, a la sobreutilizaci¨®n de recursos no renovables, y que luego lo paguen los que vengan por detr¨¢s, en forma de crisis ecol¨®gica, escasez de recursos, o cambio clim¨¢tico.
Es mal asunto que muchos de quienes ocupan puestos de responsabilidad no entiendan estas cosas que, por otra parte, deber¨ªan explicarse mejor desde las primeras etapas de la ense?anza. No se trata de "imponer el medio ambiente". El medio ambiente siempre se acaba imponiendo ¨¦l solo. Se trata de establecer las normas legales necesarias para preservar los recursos naturales y poder legar a nuestros hijos aquello que recibimos de nuestros padres. Que media docena de generaciones de humanos hayamos consumido m¨¢s recursos y producido m¨¢s residuos que todas las anteriores juntas, llegando a alterar el clima y poniendo en peligro la supervivencia del planeta, no s¨®lo es una insensatez contraria a cualquier criterio cient¨ªfico, sino tambi¨¦n un acto de injusticia intergeneracional.
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