Las casitas de papel
No puede ser casualidad que Jos¨¦ Antonio Morante de la Puebla recibiera su doctorado en tauromaquia con un toro -Guerrero- que le cedi¨® el maestro C¨¦sar Rinc¨®n, cumpliendo con el noble ritual, en junio del 1997, y que en junio de 2007 el mismo maestro colombiano comparta la arena de Madrid con Morante en el a?o de su despedida del toreo. No puede ser casualidad que la ovaci¨®n que las manos -a¨²n calientes y doloridas de aplausos desde el 91- dieran ayer al c¨¦sar de Colombia, siguieran la inercia de las palmas que anteayer reanud¨® el gran torero de La Puebla del R¨ªo. No puede ser casualidad que haya casualidades que no lo sean. As¨ª que al final del paseo hubo confusi¨®n de aplausos. De nuevo, como hace 10 a?os, cuando le cediera el toro, Rinc¨®n cedi¨® la primera ovaci¨®n a Morante. Despu¨¦s sali¨® ¨¦l a recoger una m¨¢s rotunda, con la gente en pie. Finalmente, invitaron a C¨¦sar Jim¨¦nez.
El Pilar. Albarreal. Fraile. Pereda / Rinc¨®n, Morante, Jim¨¦nez
Toros de El Pilar -3? y 5? mansos y descastados, 6? bravo, fue aplaudido; bien en el caballo-, 1? de J. L. Pereda -manso-, 2? de Albarreal -manso- y 4? de Mois¨¦s Fraile -pegajoso y con peligro-. C¨¦sar Rinc¨®n: bajonazo (silencio); pinchazo, media tendida y delantera y descabello (pitos). Morante de la Puebla: cuatro pinchazos y media (silencio); dos pinchazos, pinchazo hondo y dos descabellos (pitos). C¨¦sar Jim¨¦nez: navajazo trapero (silencio); estocada pel¨ªn ca¨ªda (oreja). Plaza de Las Ventas, 8 de junio. 2? corrida de la Feria de Aniversario. Lleno.
La corrida manse¨®, tarde¨® y se defendi¨®, aunque cumpli¨® en el caballo. S¨®lo el sexto se dej¨® torear. As¨ª las cosas, Rinc¨®n, a su primero, un sobrero de Pereda, le dej¨® una ver¨®nica, una muleta desesperada mientras gazapeaba tras la tela sin embestir, siguiendo el manual de instrucciones de los mansos, y un bajonazo. Al cuarto le plant¨® el trapo, aguantando los feos y miradas que, con p¨¦simas intenciones, le dirig¨ªa. Y se mantuvo firme en el terreno que, pegajoso y andar¨ªn, le recortaba para engancharle. No se dej¨® el maestro. Le esperamos en oto?o.
Morante, paso a paso, le gan¨® al segundo toro los suyos, ver¨®nica a ver¨®nica, cada vez m¨¢s rotas. Qui¨¦n dir¨ªa que ese mismo cuello d¨®cil, acto seguido, como una tormenta, estampar¨ªa caballo y picador contra el burladero. Quit¨® Jim¨¦nez por chicuelinas, y una mujer de ojos muy azules dijo: "?Qu¨¦ atrevimiento!". El toro no embisti¨® m¨¢s. Y as¨ª el quinto, al que Morante sac¨® de las orejas docenas de moscas animado por la tradicional pita de estos casos.
C¨¦sar Jim¨¦nez dud¨® si el primer manso que le toc¨® en suerte era un manso toreable. Lo intent¨® junto a toriles, pero el toro desde?¨® la muleta y se llev¨® de castigo un navajazo trapero entre el pescuezo y el brazuelo.
En la fila de encima un se?or no nos dejaba ver la corrida. No acontec¨ªa nada especial, pero la mirada del buen aficionado siempre busca -y hasta encuentra- algo. "Pues s¨ª, se?or, donde acaba la avenida de los Toreros, donde esa gasolinera que hay frente a la plaza, all¨ª hab¨ªa unas casitas bajas, de esas prefabricadas, que llamaban las Casitas de Papel. Esto antes de la M-30 y toa la pesca. All¨ª mismo esperaba yo el autob¨²s, cuando quitaron el trole, pa ir al colegio. Todos los d¨ªas, toda la vida he esperado yo all¨ª el autob¨²s". "Caramba, un se?or de azul que lleva toda la vida esperando el autob¨²s", se dec¨ªan, impresionados, los aficionados cercanos. Pero ¨¦l, dale. "S¨ª, se?or, una vez, estaba yo esperando el autob¨²s, se abri¨® una puerta de una de las casitas de papel y sali¨® El Fari; como se lo digo". "Caramba, El Fari", reflexionaba la afici¨®n. Y cuando aquel se?or de azul, bastante bajo, hab¨ªa dado rienda suelta a su memoria e iba ya por cuando un toro suelto sub¨ªa avenida de los Toreros arriba, seguido de cerca por el mayoral de la plaza, se produjo el milagro: la plaza enloqueci¨® con un monosabio que aguantaba tras el caballo del que hab¨ªa sido derribado el picador sin abandonarlo en las vueltas que el toro, apretando, hac¨ªa dar al penco. Al calor de ese entusiasmo, ya el reloj en el ¨¢ngulo recto de las 9, brind¨® Jim¨¦nez, se arrodill¨® en el platillo, le dio tres pases, se levant¨®, se hizo silencio y, adelantando justa la muleta y girando la cintura, se lo enrosc¨® en series celebradas. La mu?eca izquierda giraba ¨¢gil entre enganchones, el cuerpo en forzada contorsi¨®n aflamencada. Y lo m¨¢s incre¨ªble: el se?or de azul fue el primero en gritar ole, como si llevase la tarde reconcentrado en la faena, esperando algo que sab¨ªa con certeza que hab¨ªa de suceder. Esto son los toros.
El se?or de azul se levant¨® tras la estocada, antes de que cayera. Quer¨ªa salir sin aglomeraciones. Se iba a coger el autob¨²s.
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