Los polic¨ªas y los perros guardianes del traficante
Los perros guardianes de la residencia de Monser al Kassar en Marbella (M¨¢laga) no recibieron de buen grado ayer a los agentes del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa. Sobre las cuatro de la tarde, y minutos antes de que su due?o llegara a casa escoltado por una verdadera comitiva policial, echaron a ladridos a media docena de extra?os que hablaban relajadamente en la parte trasera de su lujosa vivienda.
El registro ordenado por el juez Del Olmo se prolong¨® durante toda la tarde, tiempo en el que la casa estuvo rodeada de grandes medidas de seguridad y de numerosos periodistas.
Los agentes encargados de la custodia de la vivienda esperaron la llegada del famoso traficante de armas en las amplias zonas de esparcimiento de su residencia, situada en la lujosa urbanizaci¨®n Atalaya R¨ªo Verde, muy cerca de Puerto Ban¨²s. Como no pod¨ªan entrar en el domicilio sin la presencia de los agentes judiciales ni del implicado, pasaron parte del d¨ªa sentados en las sillas de pl¨¢stico de un jard¨ªn con vistas al mar. En el acceso principal, otra patrulla se encargaba de custodiar los accesos de la casa y no permit¨ªa que nadie estacionara en las inmediaciones ni que se acercara a los setos que la proteg¨ªan de miradas curiosas.
Comitiva policial
Sobre las cuatro y media, la comitiva policial en la que viajaba Monser al Kassar lleg¨® a la mansi¨®n, situada en el n¨²mero 4 de la calle Pablo Picasso. Las puertas de forja blanca se abrieron de par en par dejando ver una casa de dos plantas pintada de blanco y rematada con tejas verdes. Los veh¨ªculos, dos turismos y dos todoterreno sin indicativos policiales, pararon en la puerta principal y bajaron sus ocupantes.
Nada m¨¢s descender del coche, Al Kassar salud¨® con el s¨ªmbolo de la victoria a dos familiares que le esperaron en la puerta, sentados junto a los periodistas. Tanto sus parientes como los reporteros gr¨¢ficos se encaramaron a la puerta, desde donde fotografiaron a todas las personas que acababan de llegar. Al Kassar, visiblemente molesto, pidi¨® a los polic¨ªas con un gesto que no les permitieran asomarse a su propiedad.
Una veintena de periodistas, que repet¨ªan con insistencia el car¨¢cter internacional de la detenci¨®n, aguardaron durante todo el d¨ªa la llegada y el fin del registro de la lujosa residencia. La jornada dio para contar el n¨²mero de coches de lujo que circularon delante de sus ojos y para jalear a las residentes que paseaban en bikini por la puerta de la vivienda. Los m¨¢s veteranos, recordaban el emplazamiento exacto de la casa de una de sus detenciones anteriores, hace aproximadamente 10 a?os.
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