El Senado de EE UU paraliza la ley de inmigraci¨®n de la Casa Blanca
La reforma legal supon¨ªa la regularizaci¨®n de 12 millones de 'sin papeles'
El Senado de EE UU cerr¨® ayer la puerta a un ambicioso proyecto de reforma de la ley de inmigraci¨®n apoyado por los l¨ªderes dem¨®cratas y por el presidente Bush, con lo que no s¨®lo deja en evidencia la debilidad del liderazgo pol¨ªtico actualmente en este pa¨ªs, sino la enorme divisi¨®n que el problema de la inmigraci¨®n genera en esta sociedad. La nueva ley queda, por ahora, aparcada. Tal vez por todo lo que queda de legislatura.
Una mayor¨ªa de republicanos que considera que este proyecto era una amnist¨ªa encubierta para los 12 millones de inmigrantes que hab¨ªan entrado ilegalmente, apoyados por una minor¨ªa de dem¨®cratas que creen que la ley crear¨ªa una clase proletarizada que abaratar¨ªa el mercado de mano de obra, impusieron su criterio en el Senado.
La votaci¨®n -un intrincado procedimiento en el que se decid¨ªa poner fin al obstruccionismo de algunos legisladores- se qued¨® a 15 votos de distancia de los 60 que hubieran sido necesarios para sacar la ley adelante. Siete republicanos votaron a favor y 38 en contra; 37 dem¨®cratas dijeron s¨ª y once dijeron no. De todos los que hablaron para justificar este fracaso y abrir esperanzas de que la situaci¨®n pueda cambiar en el futuro, nadie se expres¨® con m¨¢s rotundidad que el senador de Florida Mel Mart¨ªnez: "El Senado de EE UU hoy le ha fallado de forma bipartidista al pueblo norteamericano; as¨ª de sencillo y de claro".
Esta ley lleg¨® al Congreso rodeada de los mejores augurios. Impulsada por un presidente que quer¨ªa hacer de esta iniciativa el mayor ¨¦xito de su segundo mandato, negociada con los l¨ªderes dem¨®cratas del Senado y apoyada por famosos senadores de ambos partidos, como Edward Kennedy, John McCain o Trent Lott.
Era el escenario perfecto para una propuesta legislativa. Pero nada de eso sirvi¨®. La fuerza conservadora dentro del Partido Republicano no tuvo escr¨²pulos en abandonar a su propio presidente para rechazar una ley que no cuenta con el apoyo de la base republicana. Desde que esta ley fue presentada al Congreso, no ha pasado un d¨ªa sin que los comentaristas radiof¨®nicos conservadores y los pol¨ªticos del ala ultra del Partido Republicano no alertaran sobre los males que este proyecto traer¨ªa: el perd¨®n a los delincuentes, la desaparici¨®n del ingl¨¦s y la destrucci¨®n de la cultura americana.
"Los dem¨®cratas lo han hecho mal, pero los republicanos lo hemos hecho peor", se quejaba ayer uno de los m¨¢s veteranos senadores republicanos, Alan Specter. John McCain, otro de los derrotados en el Senado, encuentra aqu¨ª un obst¨¢culo m¨¢s para su campa?a presidencial.
El principal derrotado
Pero el principal derrotado es George Bush, que se hab¨ªa comprometido a sacar esta ley adelante en su reciente viaje a M¨¦xico -origen de la mayor¨ªa de los inmigrantes ilegales- y que ha hecho campa?a en su favor. "Esta era una ley de Bush. ?D¨®nde est¨¢n los votos que el presidente ten¨ªa que tener?", se preguntaba el l¨ªder dem¨®crata en el Senado, Harry Reid.
Tampoco Reid puede, sin embargo, hablar muy alto. Los dem¨®cratas han perdido once votos de su propio partido correspondientes a senadores del ala izquierda, que temen que el programa de trabajadores extranjeros temporales previsto por esta ley perjudique a los trabajadores estadounidenses.
Despu¨¦s del reciente fracaso del Congreso para imponer una fecha para la retirada de Irak, este nuevo traspi¨¦ deja algunos interrogantes sobre la autoridad de los l¨ªderes dem¨®cratas y su capacidad para administrar la mayor¨ªa de la que disponen en estos momentos.
La ley queda ahora en el congelador. Sus principales promotores y la Casa Blanca buscar¨¢n alguna forma de resucitarla, eliminando o reformando algunos de sus apartados m¨¢s pol¨¦micos. Uno de ellos es el de los trabajadores temporales, que tendr¨ªa que ser recortado dr¨¢sticamente. Otros son m¨¢s dif¨ªciles de reformar.
La regularizaci¨®n de los 12 millones de ilegales, por ejemplo. Seg¨²n este proyecto, los trabajadores que quisieran legalizar su situaci¨®n tendr¨ªan que salir primero del pa¨ªs y pagar multas de varios miles de d¨®lares para poder regresar. Se hace dif¨ªcil imaginar c¨®mo se puede endurecer esa pol¨ªtica para satisfacer a los conservadores sin ahuyentar a m¨¢s congresistas dem¨®cratas. Hay que recordar que el proyecto ya era rechazado por las organizaciones de inmigrantes por ser excesivamente restrictivo. ?stas rechazan, entre otras cosas, la iniciativa m¨¢s novedosa, la aplicaci¨®n de un sistema de puntos para obtener la ciudadan¨ªa estadounidense que da prioridad a la cualificaci¨®n t¨¦cnica de los aspirantes sobre la reunificaci¨®n familiar.
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