?Ay, Arafat!
Hoy, hace 40 a?os, Israel celebraba su aplastante victoria en la Guerra de los Seis D¨ªas. S¨®lo que en el s¨¦ptimo no descans¨®. Se hab¨ªa convertido en potencia ocupante. La derrota de los ¨¢rabes en 1967 catapult¨® a Israel al rango de superpotencia regional (sobre todo si por superpotencia se entiende poder hacer lo que le viene en gana), pero tambi¨¦n supuso un impulso decisivo para el movimiento palestino y para Yasir Arafat al frente. A?os despu¨¦s, esta lucha nacionalista y de liberaci¨®n ha cobrado un car¨¢cter islamista, y ahora empieza a tener tintes yihadistas. Los palestinos est¨¢n entrando a formar parte del yihadist¨¢n.
Si el islamismo es, en parte, la fase superior de algunos nacionalismos, la llamada yihadizaci¨®n o alqaedizaci¨®n es, a su vez, otro estadio. Y en ese peligro estamos. Arafat tuvo siempre buen cuidado de no dejar que la religi¨®n contaminara el irredentismo palestino. Pero fracas¨® en ese empe?o al no saber llevar bien la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que naci¨® del proceso de Oslo. Las dos Intifadas y la pol¨ªtica de Israel contra la ANP, impulsaron el nacimiento y crecimiento de Ham¨¢s. Es ¨¦ste un movimiento islamista, violento, pero no yihadista. Como algunos grupos violentos dentro de Al Fatah, el partido fundado por Arafat, Ham¨¢s tiene sus terroristas suicidas, ataques que tienen poco que ver con las reivindicaciones de Al Qaeda, sino con la guerra de liberaci¨®n frente al ocupante de 1967. No todo suicida es un terrorista yihadista.
Es en un campo de refugiados palestinos en L¨ªbano, en este caso el de Naher al Bared, donde ha surgido un movimiento yihadista, Fatah al Islam. No es una novedad, pues apareci¨® ya en 2001. Tambi¨¦n de la franja de Gaza salen informaciones de que Al Qaeda se est¨¢ haciendo violentamente m¨¢s presente. Los refugiados palestinos de L¨ªbano y otros lugares han sido los grandes olvidados de esta larga crisis que viene durando m¨¢s de 40 a?os. Estos campos se han solidificado f¨ªsica e ideol¨®gicamente. Son guetos, favelas en v¨ªas de islamizaci¨®n. No es sorprendente que en ellos crezca el yihadismo de Al Qaeda. En general entre todos los palestinos, pero especialmente de estos campos est¨¢ surgiendo una nueva generaci¨®n de j¨®venes que llegan a su madurez sin horizontes vitales, como recuerda Laurie King, cofundadora de Electronic Lebanon, para la cual un gran incendio puede devastar Oriente Pr¨®ximo este verano, aunque "sea dif¨ªcil predecir c¨®mo va a empezar, y, m¨¢s a¨²n, lo que el fuego devorar¨¢". Pero todo est¨¢ liado: Gaza, Irak, L¨ªbano y otros frentes que no son cabos sueltos.
Algunos creen ver la larga mano de los servicios secretos sirios en la creaci¨®n de Fatah al Islam y movimientos similares para dinamitar la Revoluci¨®n de los Cedros en L¨ªbano, donde Damasco sigue sin abrir embajada pues lo considera su patio trasero. Otros ven el brazo de Arabia Saud¨ª e incluso el de Estados Unidos, como puso de manifiesto el periodista Seymour Hersh, para crear una organizaci¨®n que se enfrente al Hezbol¨¢ chi¨ª, aun a riesgo de romper el fr¨¢gil Estado liban¨¦s, aunque el surgimiento de Al Qaeda haya unido a todos los libaneses contra este nuevo mal en su saco repleto de males. Pero Occidente, y especialmente Estados Unidos, junto con Riad parecen especialistas en generar monstruos que acaban volvi¨¦ndose contra ellos. La mal llamada y mal llevada guerra contra el terrorismo, en sus contradicciones, produce este tipo de anticuerpos.
Hezbol¨¢ est¨¢ contra Al Qaeda, se ha opuesto a estos movimientos y se ha hecho m¨¢s fuerte al haber conseguido -ya no estamos en 1967- no perder la guerra del verano pasado contra Israel. Su conexi¨®n con Ham¨¢s es clara. A la vez, d¨ªa a d¨ªa, la ANP est¨¢ dejando de existir. No hay capacidad de interlocuci¨®n por parte palestina. No hay ning¨²n Arafat capaz de aunar legitimidad y carisma. La legitimidad se ha atomizado entre los palestinos, y los alqaedistas intentan llenar este vac¨ªo. Arafat desperdici¨® la ocasi¨®n de la paz. Y entre Israel y Estados Unidos y lo que ¨¦l mismo puso, lo destruyeron. Ahora empiezan a echarle de menos. aortega@elpais.es
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