El milagro de la moderaci¨®n salarial
En la vi?eta de Forges publicada en la edici¨®n del 7 de junio pasado de este diario se ve a dos de sus personajes sentados en la campi?a, con el pueblo al fondo. Uno de ellos comenta: "Si aplicamos todos los par¨¢metros econ¨®micos resulta que desde 1997 a hoy, los salarios en Espa?a han crecido el 0,4%". "Parece un chiste", dice el otro. "Ojal¨¢ lo fuera", sentencia el primero.
Parece realmente un chiste. Pero es la realidad que viven decenas de miles de trabajadores espa?oles, en particular, los m¨¢s j¨®venes, que adem¨¢s padecen una elevada temporalidad. De hecho, el estancamiento de los salarios comenz¨® antes, con la crisis de 1992. Esos dos aspectos nos recuerdan que el mundo feliz en el que aparentemente vive la econom¨ªa desde hace una d¨¦cada (elevado crecimiento, baja inflaci¨®n y elevada creaci¨®n de empleo), tiene tambi¨¦n su cara oscura.
Quiz¨¢ el problema es que no se puede lograr todo a la vez. Despu¨¦s de una larga etapa de desempleo masivo, que comenz¨® con la crisis econ¨®mica de finales de la d¨¦cada de 1970 y sigui¨® con la reestructuraci¨®n y cierre de empresas a la que oblig¨® la entrada en la UE, lo que tocaba era crear nuevo empleo, de buena o mala calidad, pero empleo al fin y al cabo.
Pero, ?por qu¨¦, como hubiese sido previsible, la congelaci¨®n salarial durante estos 15 a?os no ha originado malestar social y sindical? ?Por qu¨¦ los sindicatos han podido mantener durante tiempo la moderaci¨®n salarial como estrategia b¨¢sica de su pol¨ªtica laboral? ?Ha sido una buena estrategia?
En principio, se podr¨ªa pensar que la congelaci¨®n ha sido un hecho socialmente grave. Pero algunos economistas piensan que no ha sido as¨ª, porque si lo fuera, argumentan, hace ya 15 a?os que los sindicatos habr¨ªan puesto el grito en el cielo. Y no lo han hecho. Entonces, la pregunta es por qu¨¦ los bajos salarios no han sido un asunto social y sindicalmente conflictivo a lo largo de los ¨²ltimos a?os. Apunto tres factores.
El primero, porque el crecimiento econ¨®mico y la creaci¨®n de empleo, aunque haya sido temporal, en la medida en que ha beneficiado especialmente a las mujeres, ha permitido la entrada de dos salarios en muchos hogares: uno para pagar la hipoteca y otro para atender al resto de gastos. Y aunque dos salarios bajos no den para ahorrar, s¨ª que se ha producido un ahorro impl¨ªcito en forma de plusval¨ªa de la vivienda. Este efecto riqueza generado por la propiedad de la vivienda ha actuado como un amortiguador social.
El segundo factor que ha relativizado el malestar por los bajos salarios ha sido la democratizaci¨®n del acceso al cr¨¦dito. La innovaci¨®n y la competencia financiera, unidas a la ca¨ªda espectacular de los tipos de inter¨¦s que se produjo con la incorporaci¨®n de la peseta al euro, ha hecho que pr¨¢cticamente todo hogar donde hab¨ªa dos salarios tuviese acceso al cr¨¦dito hipotecario y de consumo. Esto ha permitido afrontar el acceso a un bien b¨¢sico como es la vivienda, aunque sea a cambio de estar endeudados de por vida y de vivir con la incertidumbre de si en el futuro se podr¨¢ seguir pagando.
Pero, ?que ha sucedido con las personas j¨®venes con bajos salarios y empleo temporal que no han formado pareja? Se han refugiado en el hogar familiar. El retraso de la emancipaci¨®n de los j¨®venes espa?oles es un hecho sin parang¨®n, tanto si lo comparamos con otros pa¨ªses como si lo hacemos con la edad de los j¨®venes espa?oles de anteriores generaciones. La permanencia en el hogar materno ha sido la estrategia de conducta de los j¨®venes ante el estancamiento de los salarios y el empleo temporal durante tantos a?os.
Por lo tanto, el acceso de la mujer al mundo laboral (con lo que significa de dos sueldos en un mismo hogar), el acceso masivo de las familias al cr¨¦dito hipotecario y de consumo, y el retraso en la emancipaci¨®n de los j¨®venes han sido los factores que, al hacer posible una mejora importante en las condiciones de vida de muchas familias, tanto espa?olas como llegadas con la inmigraci¨®n, han permitido que el estancamiento de los salarios no haya causado malestar social.
En un escenario social de este tipo, los sindicatos, por su parte, se han visto incentivados a practicar una moderaci¨®n salarial orientada a la creaci¨®n de empleo y, en la medida de lo posible, a mejorar su calidad. En otras circunstancias, dif¨ªcilmente hubiesen podido mantener tanto tiempo la moderaci¨®n salarial. Creo que la moderaci¨®n ha sido una buena estrategia sindical. Si podemos hablar, como muchos hacen, especialmente fuera de nuestras fronteras, del milagro econ¨®mico espa?ol de la ¨²ltima d¨¦cada, la causa b¨¢sica ha sido el milagro de la moderaci¨®n salarial.
Pero probablemente estamos en el inicio de un fin de ciclo. Parece dif¨ªcil pensar que los salarios reales puedan seguir estancados, o perdiendo capacidad adquisitiva, durante muchos m¨¢s a?os sin que pase nada. No hay que olvidar, adem¨¢s, que muchas familias subsisten con un ¨²nico salario y con un empleo de mala calidad, especialmente cuando la cabeza de familia es mujer. Ni que son muchos los j¨®venes que no llegan a mileuristas, que han de seguir atrasando su emancipaci¨®n si no mejora la calidad de su salario y de su empleo.
Tal como o¨ª decir a una sindicalista de UGT en la presentaci¨®n hace unos d¨ªas del 2006 Anuari Sociolaboral de la UGT de Catalu?a (publicaci¨®n que incorpora un indicador muy interesante de calidad del mercado de trabajo), la pol¨ªtica de moderaci¨®n salarial saca un notable alto en la asignatura de creaci¨®n de empleo, pero un suspenso en la asignatura de calidad. En ese mismo acto, un l¨ªder sindical me hizo la pregunta ret¨®rica de si hab¨ªa que acabar con la moderaci¨®n. Pienso que no. Pero el mayor reto que tienen ante s¨ª los gobiernos, el mundo empresarial y los sindicatos de los pa¨ªses desarrollados de altos salarios relativos, que sufrimos la presi¨®n de la globalizaci¨®n, es c¨®mo convertir el crecimiento y las ganancias de productividad en incrementos de salarios. Y c¨®mo revertir la tendencia observada desde hace tres d¨¦cadas de p¨¦rdida continuada de poder de los salarios en la renta nacional. ?se es el gran reto de los pr¨®ximos a?os.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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