La pena compartida

Dice Pilar Manj¨®n que, el martes, El Egipcio la mir¨®, se llev¨® un dedo a la sien y le dijo: "Est¨¢s loca". Y ella dice que s¨ª, que El Egipcio tiene raz¨®n:

-S¨ª, estoy loca, porque personajes como ¨¦l me han vuelto loca. Yo s¨®lo quiero volver al 10 de marzo...

Ayer, el juez G¨®mez Berm¨²dez suspendi¨® la sesi¨®n a la una y pico de la tarde, una hora antes de lo habitual. Hasta el lunes no se reanudar¨¢ el juicio. Carmen Toro, la ex mujer de Su¨¢rez Trashorras, y Javier El Dinamita, su ex mozo de espadas, aprovecharon para salir pitando con destino a Avil¨¦s. Ella arrastraba una maleta fosforito y esa sonrisa que saca a pasear cada dos por tres. Se trata de una sonrisa despectiva, una sonrisa que hiere, la misma que exhibe su hermano Antonio desde el interior del cristal blindado cuando la fiscal o alguno de los abogados de la acusaci¨®n le recuerdan que, sin su participaci¨®n en la trama de los explosivos, tal vez el 11-M jam¨¢s hubiese llegado a ocurrir. Es una sonrisa, en fin, que ni los acusados m¨¢s radicales se atreven a esbozar delante de las v¨ªctimas.

-S¨ª, estoy loca...

Hay d¨ªas, como el de ayer, que Pilar Manj¨®n y los suyos tienen que pasar peores tragos que el de soportar la sonrisa de Carmen Toro, los insultos por se?as de El Egipcio o los gestos obscenos del tal Raf¨¢ Zouhier. Hay d¨ªas, como el de ayer, que Pilar Manj¨®n aguanta impasible la provocaci¨®n de los que, en teor¨ªa, asisten al juicio buscando la misma justicia que ella y los suyos. La intervenci¨®n de Emilio Murcia, uno de los abogados de la AVT, la hizo removerse en una silla de madera -casi siempre la misma- que le parece m¨¢s dura cada d¨ªa. Murcia sostuvo que ni ¨¦l ni los otros abogados de su asociaci¨®n -Rodr¨ªguez Segura y Manuela Murillo- sostuvieron nunca que ETA estuviera detr¨¢s de los atentados. S¨ª, no estaba so?ando. Era verdad, el abogado Murcia lo estaba diciendo delante de todos. Los mismos abogados que pidieron la comparecencia en el juicio de los etarras Irkus Vadillo, Gorka Vidal y Henri Parot -por poner s¨®lo un ejemplo- estaban diciendo ahora que no, que ellos nunca, que qu¨¦ barbaridad, ?ellos hablando de ETA? Tambi¨¦n se qued¨® de piedra Manj¨®n cuando el abogado de la AVT se sinti¨® ofendido porque el fiscal jefe Javier Zaragoza, aunque sin citarlo, lo hubiera acusado de una suerte de esquizofrenia. Seg¨²n el fiscal, y seg¨²n puede comprobar cualquiera que tenga tiempo y ganas en la base de datos de la web www.datadiar.tv, las preguntas de los abogados de la AVT durante las 48 sesiones de juicio han estado m¨¢s encaminadas a probar teor¨ªas peregrinas -la participaci¨®n de ETA, la supuesta falta de sangre en los suicidas de Legan¨¦s que demostrar¨ªa que no se suicidaron- o en poner de vuelta y media la actuaci¨®n de los cuerpos de seguridad -se recuerda un feroz interrogatorio de Murcia a un polic¨ªa- que a buscar la condena de los acusados. Esta afirmaci¨®n, tan terrible, fue esgrimida ayer por uno de los letrados de Pilar Manj¨®n, Antonio Garc¨ªa, durante su alegato. De hecho, las intervenciones de Murcia y de Garc¨ªa, que fueron sucesivas, resumieron muy bien lo visto hasta ahora. Mientras el abogado de la AVT dedicaba la mayor parte del tiempo en criticar el proceso, el de Manj¨®n se empe?aba en fijar las condenas. Formas distintas de entender la acusaci¨®n.

-S¨ª, El Egipcio tiene raz¨®n, estoy loca...

La sesi¨®n ha terminado y, a s¨®lo unos metros de Carmen Toro y El Dinamita -ambos en libertad condicional-, marcha Pilar Manj¨®n. Va acompa?ada de su gente, un grupo muy compacto formado por v¨ªctimas, psic¨®logos y abogados. Cuando el juicio termine, en la memoria de los que han asistido d¨ªa tras d¨ªa a la Casa de Campo quedar¨¢ sin lugar a dudas la impronta de ese grupo. Es estimulante verlos repartirse a partes iguales el trabajo y el cari?o, unos haciendo de enredadera y otros de pared encalada a duras penas... Tal vez no haya mejor manera de definirlos que estas palabras del escritor Eduardo Galeano:

-Para salvarnos, juntarnos. Como los dedos en la mano, como los patos en el vuelo. El primer pato que se alza abre paso el segundo, que despeja el camino al tercero, y la energ¨ªa del tercero levanta vuelo al cuarto, que ayuda al quinto, y el impulso del quinto empuja al sexto, que presta fuerza al s¨¦ptimo. Cuando se cansa el pato que hace punta, baja a la cola de la bandada y deja su lugar a otro, que sube al v¨¦rtice de esa uve invertida que los patos dibujan en el aire. Todos se van turnando, atr¨¢s y adelante. Ning¨²n pato se cree superpato por volar adelante, ni subpato por marchar atr¨¢s. Los patos no han perdido el sentido com¨²n...

As¨ª se van ellos cada tarde, compartiendo la pena, sin aspavientos, por una calle lateral, protegidos por un escolta que ya tambi¨¦n forma parte del grupo -se lo pusieron a Manj¨®n cuando empez¨® a ser amenazada, y no precisamente por los islamistas-. Como dir¨ªa Galeano, tecnolog¨ªa de vuelo compartido, o sentido com¨²n, o tal vez la ¨²nica manera de no volverse loco.

Sobre todo porque, justo estos d¨ªas, los compa?eros de Daniel, el hijo de Pilar Manj¨®n que muri¨® en los trenes, se est¨¢n graduando en la universidad.