Risas culpables
?Para que luego digan que nuestra clase pol¨ªtica y nuestro establishment institucional no son diligentes! Las elecciones municipales, con su escu¨¢lido 53,8 % de participaci¨®n, tuvieron lugar el 27 de mayo; la inquietud -verbal- de los partidos ante ese dato se manifest¨® durante apenas una semana; y en menos de 15 d¨ªas ya ten¨ªamos el diagn¨®stico hecho y a los culpables en la picota. No se trata de un diagn¨®stico un¨ªvoco, pues tambi¨¦n ha habido intentos de cargarle el mochuelo del abstencionismo al ex presidente Maragall, por ejemplo. Pero la tesis semioficial sobre el alejamiento ciudadano de las urnas, insinuada por el presidente Montilla, m¨¢s desarrollada por el Consejo del Audiovisual de Catalu?a (CAC), apunta hacia la responsabilidad de esos programas de radio y televisi¨®n que ofrecen de los pol¨ªticos una imagen irreverente y sat¨ªrica, que los caricaturizan sin piedad, que alimentan -dice el CAC- "una cierta banalizaci¨®n de la pol¨ªtica democr¨¢tica": Pol¨°nia en TV-3, Alguna pregunta m¨¦s? en Catalunya R¨¤dio, Minoria absoluta en RAC1, etc¨¦tera.
Sobre la relaci¨®n hist¨®rica entre humor y pol¨ªtica podr¨ªa escribirse un grueso tratado. Bastar¨¢ recordar que, durante un siglo y medio (de 1841 a 1992), la democracia brit¨¢nica y su libertad de expresi¨®n tuvieron en el semanario sat¨ªrico Punch un estandarte esencial. Que, desde 1896 y hasta su muerte por asfixia a manos de los nazis, Simplicissimus fue un azote del militarismo y de la derecha alemanes, especialmente en los fr¨¢giles y tumultuosos a?os de la Rep¨²blica de Weimar. ?Y qu¨¦ decir de Le Canard encha?n¨¦, que va camino de cumplir los 100 a?os (naci¨® en 1915) despu¨¦s de haberle levantado los faldones al lucero del alba, de haber puesto contra las cuerdas a ministros, alcaldes, presidentes de Gobierno y jefes de Estado, tanto franceses como extranjeros? Seg¨²n explican los bi¨®logos, la presencia de determinadas especies animales en las aguas de un r¨ªo certifica la salud de ese r¨ªo y de todo su ecosistema. Pues bien, la s¨¢tira pol¨ªtica inteligente es como las nutrias: si prospera y tiene ¨¦xito, se?al de que aquel biotopo pol¨ªtico est¨¢ sano y bien oxigenado.
Si esos pr¨®ceres nuestros que han empezado a culpabilizar al Pol¨°nia y programas similares lo hubiesen hecho por ignorancia, un servidor les recomendar¨ªa acercarse a la hemeroteca y echar un vistazo a la colecci¨®n de El Be Negre, el m¨ªtico -y, seg¨²n parece, olvidado- semanario sat¨ªrico barcelon¨¦s que estuvo en los quioscos entre junio de 1931 y julio de 1936. En realidad, ni siquiera hace falta la hemeroteca, porque existe una edici¨®n facs¨ªmil completa, publicada en dos vol¨²menes por Edhasa en 1977. Naturalmente, resulta dif¨ªcil comparar el impacto social de una revista de los a?os treinta con el de un programa televisivo de hoy, pero El Be Negre constitu¨ªa una referencia imprescindible para la Barcelona pol¨ªticamente informada del periodo republicano. La audacia y la popularidad de esa cabecera eran temidas incluso por sus m¨¢s feroces enemigos, los anarquistas de pistola que, apenas estall¨® la revoluci¨®n, se lanzaron a la caza de redactores y dibujantes del peri¨®dico. Su director, Josep Maria Planes, fue hallado aquel 25 de agosto, en una cuneta de l'Arrabassada, con siete balazos en la cabeza.
Bien, pues a quienes encuentran Pol¨°nia poco respetuoso, banalizador, corrosivo de la credibilidad democr¨¢tica les convendr¨ªa saber que El Be Negre no s¨®lo practicaba un humor feroz a expensas de los consabidos Alejandro Lerroux -incluso cuando ¨¦ste era ministro de Exteriores o presidente del Gobierno- o Joan Pich i Pon, del ex rey Alfonso XIII, de Camb¨® o del reaccionario cardenal Segura. Las afiladas plumas de sus redactores tampoco ten¨ªan piedad con la pol¨ªtica de las izquierdas catalanistas -"L'esquerra l'esguerra o s'esquerda", rezaba una mancheta de marzo de 1932, "El Gobierno de la Generalitat est¨¢ en crisis... desde hace dos a?os largos", dec¨ªa otra de octubre de 1933-, ni con la gesti¨®n consistorial del alcalde de Barcelona, Jaume Aiguader -fuente inagotable de chistes y caricaturas-, ni se conten¨ªan siquiera ante las figuras m¨¢s mitificadas de aquellos a?os.
Al presidente Maci¨¤ se le reprochaba con muy mala uva el hecho de haberse acomodado a las molicies del poder o el de prometer, entre otras muchas cosas, la caseta i l'hortet. Sobre Llu¨ªs Companys, el semanario hurg¨® decenas de veces en su supuesto desconocimiento de la lengua francesa, ironiz¨® en torno a sus conexiones con el mundo de los rabassaires... Cuando, en junio de 1933, dicho pol¨ªtico fue nombrado ministro de Marina de la Rep¨²blica, El Be Negre imprimi¨® su edici¨®n en tinta azul marino y puso en la portada una caricatura de Companys en guisa de marinerito de primera comuni¨®n. Por supuesto, muchas de las personas o grupos que fueron blanco del ingenio mordaz de los hombres de El Be Negre tacharon a ¨¦stos de indeseables o de "mendaces plum¨ªferos". Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido nunca insinuar que la iron¨ªa feroz de aquel memorable peri¨®dico fuese la responsable del abstencionismo electoral de la ¨¦poca o de la crisis de la democracia republicana.
Perm¨ªtanme volver por un momento a la aleccionadora historia del Canard Encha?n¨¦. En los d¨ªas de la segunda postguerra mundial, durante un comit¨¦ central del Partido Comunista Franc¨¦s (PCF), su entonces poderos¨ªsimo secretario general, Maurice Thorez, abomin¨® del "esp¨ªritu burl¨®n del Canard, que induce a dudar de todo". El sucesor de Thorez, Georges Marchais, se vanagloriaba a?os despu¨¦s de no leer nunca el Canard. Hoy, el Canard goza de una excelente salud, mientras el PCF, que obtuvo un 4,29 % de los votos el pasado domingo, se halla -como explicaba el lunes este diario- al borde de la extinci¨®n.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador
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