Al borde de la nada
A pesar de que su historia encierra una notable complejidad conceptual, el t¨¦rmino "nihilismo" evoca en nuestra cultura ante todo dos constelaciones intelectuales. Por una parte, remite a una cuesti¨®n filos¨®fica de las que suelen caracterizarse como t¨ªpicamente "te¨®ricas", pero con formidables consecuencias pr¨¢cticas. Elaborada en la filosof¨ªa antigua desde la discusi¨®n acerca del no-ser inaugurada por el Poema de Parm¨¦nides, a partir del cual se constituye en un verdadero t¨®pico que describe los l¨ªmites del sentido, pas¨® despu¨¦s a convertirse en un problema teol¨®gico bastante heterodoxo (el de esa "nada" de donde Dios lo ha sacado todo) y muy frecuentado por los m¨ªsticos, del cual el romanticismo supo extraer los frutos est¨¦ticos m¨¢s inquietantes; y es seguramente en ese trasfondo teol¨®gico en donde nace el uso peyorativo del t¨¦rmino "nihilismo", empleado por lo mejor del pensamiento reaccionario como sin¨®nimo de "ate¨ªsmo" (sin Dios todo es nada) para descalificar a las filosof¨ªas modernas que peraltan la subjetividad en detrimento de la divinidad. Pero, por otra parte, el t¨¦rmino adquiere una relevancia pol¨ªtica de primer orden cuando, en los or¨ªgenes del socialismo ut¨®pico y del anarquismo, se acepta aquel sentido peyorativo del "nihilismo" para volverlo combativamente contra sus detractores y convertirlo en ense?a de una actitud de rechazo de toda autoridad trascendente y de todo principio ajeno a la experiencia y a la raz¨®n, en una acepci¨®n que a¨²n se conserva en la difusi¨®n literaria de la figura del nihilismo "ruso", antes de que ¨¦ste sufra una degradaci¨®n period¨ªstica que, identific¨¢ndolo simplemente con el terrorismo, recuperar¨¢ la visi¨®n reaccionaria de los te¨®logos pero ya sin un ¨¢pice de la cr¨ªtica de la modernidad que anidaba en ellos, y lo dejar¨¢ reducido a la burda complacencia de quienes convierten toda disidencia con respecto a lo establecido en una patol¨®gica adopci¨®n del "partido de la nada" que ¨²nicamente puede atacarse mediante la pura y dura aniquilaci¨®n. Y as¨ª habr¨ªan quedado las cosas si no hubiera sido porque Nietzsche, precisamente cuando los peri¨®dicos europeos se llenaban de esa simplificaci¨®n sensacionalista, dio a este t¨¦rmino un giro y una riqueza tan inesperados como geniales: su "m¨¦todo geneal¨®gico" ten¨ªa entre otras finalidades la de mostrar que el nihilismo, como culto a la nada y como voluntad de negar la vida, era precisamente lo que hab¨ªa alimentado desde el principio la visi¨®n moral de la religiosidad cristiana, una visi¨®n que la ¨¦poca contempor¨¢nea habr¨ªa puesto al descubierto a la vez que la llevaba hasta sus ¨²ltimas consecuencias: "El nihilismo llama a nuestras puertas: ?de d¨®nde viene este hu¨¦sped, el m¨¢s siniestro de todos? Es err¨®neo pensar que la "miseria social", las "deformaciones psicol¨®gicas" o la corrupci¨®n son la causa del nihilismo (...
EL NIHILISMO
Franco Volpi
Traducci¨®n de C. I. del Rosso
y A. G. Vigo
Siruela. Madrid, 2007
219 p¨¢ginas. 19,90 euros
) De estas miserias pueden hacerse interpretaciones muy diferentes. Pero es en una interpretaci¨®n muy particular, la de la moral cristiana, en la que se encuentra el nihilismo".
Heidegger, uno de los pri
- meros pensadores del siglo XX que se tom¨® en serio la profec¨ªa nietzscheana que anunciaba que el nihilismo era "la historia de los dos pr¨®ximos siglos", desarroll¨® esta lectura y le confiri¨®, adem¨¢s de las gigantescas dimensiones pr¨¢cticas que comporta, la densidad de la "cuesti¨®n te¨®rica" a la que al principio nos refer¨ªamos, poni¨¦ndola de nuevo en el plano de la actualidad filos¨®fica. Hay que agradecer especialmente a este libro de Franco Volpi la claridad y la completud con las cuales recorre y reconstruye el intrincado mapa de esta regi¨®n de la problem¨¢tica occidental, explorando la mayor parte de sus estribaciones relevantes y suministrando informaciones y perspectivas de indudable valor para el lector interesado en profundizar en la cuesti¨®n (s¨®lo es de lamentar que sus traductores hayan cometido alg¨²n desliz, como el de dejar al modo italiano expresiones cronol¨®gicas como "el novecientos" o "el seiscientos", cuyas connotaciones automovil¨ªsticas en castellano habr¨ªan sido f¨¢cilmente evitadas traduciendo "el siglo XVII" o "el siglo XX"). Este recorrido est¨¢ especialmente indicado despu¨¦s de que Andr¨¦ Glucksmann, en su Dostoievski en Manhattan, decidiera resucitar hace unos a?os el sentido m¨¢s mezquinamente sensacionalista, prenietzscheano y reaccionario de la expresi¨®n con ocasi¨®n de los atentados del 11-S (lo que le llev¨® raudo a las p¨¢ginas de Alfa y Omega, siempre ¨¢vidas de auscultar las ca-tastr¨®ficas consecuencias del ate¨ªsmo). Porque siempre, antes de apresurarse a "superar" el nihilismo mediante alguno de los totalitarismos intelectuales que se nos ofrecen por doquier para ese fin, conviene recordar las palabras de Adorno, otro de los lectores tempranos de Nietzsche: "Lo que de verdad tendr¨ªa que responder un pensador a la pregunta de si es un nihilista ser¨ªa: demasiado poco; y quiz¨¢ por frialdad, porque no tiene suficiente simpat¨ªa por lo que sufre. Mientras el mundo sea lo que es, todas las im¨¢genes de reconciliaci¨®n, paz y tranquilidad se parecen a la imagen de la muerte (...) Los verdaderos nihilistas son los que oponen al nihilismo sus positividades cada vez m¨¢s esquel¨¦ticas, para conjurarse por medio de ellas con toda la infamia establecida y al fin con el mismo principio de la destrucci¨®n. La honra del pensamiento se halla en la defensa de lo que se llama insultantemente nihilismo" (Dial¨¦ctica negativa).
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