De curas rojos, misas de Estado y de barrio
?Es que acaso son iguales el grupo humano que particip¨®, presidido por el cardenal Rouco, en la misa de Estado de la boda del Pr¨ªncipe y el que forma la parroquia de San Carlos de Entrev¨ªas? En la boda del Pr¨ªncipe estaban todos los principales del pa¨ªs. En la parroquia se suelen mover cristianos de extracci¨®n y conciencia popular, personas del ¨¢mbito de la marginaci¨®n, Madres contra la Droga, Traperos de Ema¨²s, excluidos sociales.
?Son semejantes este grupo humano y el que, presidido por el cardenal Rouco, celebr¨® la misa de la boda de la hija de Aznar, formado por muchos de los peces gordos del poder econ¨®mico, pol¨ªtico, la llamada gente guapa y pija de la sociedad nacional e internacional, a los que vimos en los peri¨®dicos hacer confesi¨®n de fe econ¨®mica y social nada evang¨¦licas, y en las revistas del coraz¨®n hacer exhibici¨®n de sus grandes e injustas fortunas, de sus fiestas, despilfarros y hasta de sus obras de caridad insultantes? ?Se parecen en algo el grupo de Entrev¨ªas y el de cardenales, obispos, monaguillos mil, guardias suizos, banqueros y cuerpo diplom¨¢tico del Estado vaticano, dise?adores de magnificentes ceremonias religiosas egipcias, jefes de todos los Estados del mundo -incluido el Bush de la guerra de Irak condenada por el difunto-, de los grandes movimientos de espiritualidad neoconservadora y papista que ponen a disposici¨®n de la mayor honra y gloria del Vaticano sus grandes plataformas y medios para llenar plazas y magnificar actos con multitudes cautivas?
?Son los mismos quienes asisten a la eucarist¨ªa ilegal -por creativa, expresiva, provocadora- y los miles y miles de fieles -tampoco tantos, seg¨²n las estad¨ªsticas- que asistimos a la repetida y repetida misa de 12 dominical, costumbrista, desgranada en un lenguaje oficial e impuesto, amordazados sus participantes por leyes y r¨²bricas lit¨²rgicas ajenas, inadaptadas y angelicales? ?Tienen las mismas preocupaciones vitales, las mismas sensibilidades, parecidas ideas sociales? ?Usan los mismos templos; invierten en sus instalaciones y palacios y catedrales las mismas millonarias cantidades; tienen las mismas riquezas en vasos sagrados, en arte, los mismos peri¨®dicos, radios, revistas? ?Tiene el cardenal Rouco -condenador del lenguaje y las formas celebrativas propias de la comunidad de San Carlos-, miembro de esas ¨¦lites que celebran las misas de Estado y similares, ocupado en altas reuniones y en refundir todos los d¨ªas el ideario cristiano de la Cope para adaptarlo a las exigencias medi¨¢ticas, pol¨ªticas y econ¨®micas de sus principales voceros y grupos de presi¨®n, tiene, digo, la misma sensibilidad y lenguaje de los sectores populares y excluidos de Entrev¨ªas? ?O al menos conocimiento y capacidad para entender esos lenguajes? ?La misma experiencia, entrega, disponibilidad a lavar los pies y a curar que Jos¨¦, Javier y Enrique, sacerdotes de la parroquia?
Es obvio que no son iguales, ni parecidos en sus formas de vida, en sus sensibilidades, en sus lenguajes en suma, los miembros de San Carlos y los usuarios de la boda principesca, o los amigos del se?or Aznar y su hija, o el mismo se?or cardenal, o los participantes del esplendente y magnificente entierro de Juan Pablo II y la consiguiente entronizaci¨®n del actual Papa reinante. Ni de la gran mayor¨ªa de los que vamos a las misas de 12 los domingos y fiestas de guardar. Y si somos tan distintos, ?c¨®mo entonces poder recitar, unos y otros, el mismo credo con sus redacciones alambicadas y sus formulaciones filos¨®ficas y medievales? ?C¨®mo pedir perd¨®n con las mismas palabras y gestos el fariseo y el publicano, el ladr¨®n de alto standing, civil o vaticano -asunto Banco Ambrosiano-, participante en una de las misas antes citadas o el chaval que roba un reloj de mercadillo para vender y comprar luego mierda con que inyectarse? ?C¨®mo hacer los mismos gestos, decir las mismas expresiones, usar los mismos s¨ªmbolos, si queremos que ¨¦stos digan algo a personas tan distintas? ?C¨®mo experimentar la fraternidad unos y otros con intereses tan contrapuestos y sin que las palabras evang¨¦licas queden domesticadas y devaluadas, convertidas en pamplina para ¨¢lbumes de bodas, o de hier¨¢ticas, fara¨®nicas retransmisiones televisivas urbi et orbi, bien cantadas y perfumadas de incienso? Si somos tan distintos ?c¨®mo no entender, y respetar, y hasta aplaudir el derecho personal y grupal al lenguaje propio, creativo, expresivo en las celebraciones? Por coherencia sociol¨®gica, ling¨¹¨ªstica e intelectual, pero sobre todo por fidelidad al Cristo de la ?ltima Cena en un barrio de Jerusal¨¦n.
El cardenal ha dado para anular oficialmente las celebraciones de la parroquia -?c¨®mo separar actividad misericordiosa y celebraci¨®n y compromiso!- razones lit¨²rgicas. Estoy convencido de que la condena no ha sido por razones lit¨²rgicas, al fin y al cabo cambiantes, adaptables a culturas y tiempos (Vaticano II), sino de espiritualidad, es decir: por una forma de vivir, sentir y expresar la herencia del Se?or Jes¨²s. Esa espiritualidad de Entrev¨ªas escuece y cuestiona las espiritualidades de los sanedrines eclesi¨¢sticos. Y las de cuantos estamos instalados en este catolicismo de misa de 12 reglada y privilegios hist¨®ricos; en esta religiosidad precristiana del Templo, de la Ley y del S¨¢bado.
A¨²n una pregunta final: ?qu¨¦ misas actualizan mejor la Cena ?ltima del Se?or Jes¨²s, que ser¨ªa el primer criterio?: ?las misas de Estado arriba se?aladas o las de la comunidad de San Carlos? ?Qui¨¦n cumple mejor la herencia del Maestro: "Haced esto en memoria m¨ªa", despu¨¦s de lavarles los pies? San Carlos, sin ninguna duda. Y, encima, ellos -populares y excluidos, sencillos, bienaventurados- no se atreven a prohibir al cardenal sus misas de Estado.
Quint¨ªn Garc¨ªa Gonz¨¢lez es sacerdote dominico y periodista, autor de Carne en fulgor, ¨²ltimo premio Kutxa de Poes¨ªa Ciudad de Ir¨²n.
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