Treinta a?os de democracia y autonom¨ªas
Hemos conmemorado en fechas recientes el 30 aniversario de las primeras elecciones libres de nuestro actual sistema democr¨¢tico. Con ellas se dio paso a la elaboraci¨®n de la Constituci¨®n y al periodo m¨¢s largo y fruct¨ªfero de convivencia pac¨ªfica y de libertades democr¨¢ticas de nuestra historia. Y se han destacado como componentes relevantes de aquella ¨¦poca las ansias de libertad del pueblo espa?ol y la generosidad y sabidur¨ªa de una clase pol¨ªtica que quiso y supo estar a la altura de las circunstancias. Los frutos de la conjunci¨®n de tales hechos y actitudes son evidentes y no es el caso insistir aqu¨ª en ellos.
El Estado de las autonom¨ªas que disfrutamos ha estado sometido en los ¨²ltimos tiempos a ciertas tensiones y quiz¨¢s por ello ha pasado desapercibido que, en aquellas elecciones, se desencadenaron una serie de acontecimientos que desembocaron en la actual estructura territorial del Estado, la Espa?a auton¨®mica.
Conviene recordar que, por ejemplo, el reclamo por el pueblo espa?ol de un r¨¦gimen de libertades civiles y pol¨ªticas ven¨ªa indisociablemente unido al de autonom¨ªa territorial. Democracia y autonom¨ªa caminaron de la mano en el periodo constituyente. Algunos intentos de disociar ambos procesos quedaron pronto superados por los propios hechos. Y as¨ª qued¨® reflejado en el texto constitucional, con ciertas vaguedades en los aspectos territoriales que exigieron esfuerzos suplementarios de consenso.
Hoy, 30 a?os despu¨¦s, la estructura territorial de Espa?a est¨¢ plenamente consolidada, tiene un masivo apoyo social, y, como se ha demostrado repetida e insistentemente, goza de una estabilidad y fortaleza suficientes para superar las tensiones propias de su naturaleza y del paso del tiempo. Pero me interesa destacar ahora algunos aspectos en los que la Espa?a auton¨®mica ha contribuido a la evoluci¨®n global de nuestro pa¨ªs.
En primer lugar, a la convivencia entre espa?oles. ?Podr¨ªamos decir con rigor que la Espa?a que vivimos ahora hubiese sido la misma sin su estructura auton¨®mica? ?Que la estabilidad democr¨¢tica hubiese sido la misma si se hubiese ignorado la realidad de la diversidad territorial, la necesidad de instituciones auton¨®micas propias? No s¨®lo no lo creo, sino que entiendo que todo el proceso auton¨®mico y el resultado final han contribuido, y en ciertos aspectos de forma decisiva, a la estabilidad general del sistema.
Y los espa?oles han asumido con normalidad que los sentimientos propios de su lugar de origen o de residencia y los de espa?ol, no s¨®lo son compatibles sino complementarios. Que Espa?a suma, no resta; que es un valor a?adido y una garant¨ªa de fortaleza y de futuro en Europa y en el orden internacional. Y sobre estos sentimientos se ha asentado un clima y deseo de convivencia que debemos cuidar y fortalecer. La historia demuestra que es la ruptura de los valores de la convivencia el origen de males mayores entre los pueblos.
Y, en segundo lugar, a la modernidad y prosperidad de nuestro pa¨ªs. La Espa?a auton¨®mica no ha sido un retorno al pasado. Ha sido dar libertad a cada colectivo territorial para que aflore lo mejor de s¨ª mismo y encare su futuro con sus prioridades y ambiciones libremente decididas. Y el resultado no ha podido ser m¨¢s espectacular. En cada Comunidad Aut¨®noma se han generado din¨¢micas pol¨ªticas, econ¨®micas y sociales adaptadas a cada realidad. Han surgido dirigentes sociales, y pol¨ªticos, entramados empresariales e institucionales que han generado una din¨¢mica de modernidad y prosperidad sin precedentes en nuestra historia. Esto no puede ser fruto de la casualidad ni s¨®lo de factores externos. Creo que, sencillamente, se ha acertado. Y que esta Espa?a responde mejor a las necesidades del pueblo que aquella otra centralista y temerosa de la capacidad de los espa?oles de administrar su libertad y su diversidad.
Es evidente que quedan problemas por resolver, algunos de cierta entidad, y que la velocidad de cambio es tan vertiginosa que el proceso de adaptaci¨®n debe ser casi permanente. Creo que los problemas de nuestra Espa?a auton¨®mica, vistos con cierta profundidad m¨¢s all¨¢ de los detalles, pueden resumirse en uno solo: mejorar los niveles de cohesi¨®n territorial que garanticen una mayor y mejor convivencia entre los espa?oles y una mayor eficacia y eficiencia en las pol¨ªticas p¨²blicas de todos los niveles, estatal, auton¨®mico y local.
Reforzar la cohesi¨®n territorial no exige grandes transformaciones legislativas. Salvo una: la reforma del Senado, piedra angular del sistema de relaciones territoriales, que necesita la reforma de la Constituci¨®n y que yo considero inaplazable. Pero, adem¨¢s, se puede perfeccionar la cohesi¨®n mejorando los instrumentos de cooperaci¨®n y, sobre todo, de participaci¨®n de los entes territoriales en las pol¨ªticas estatales. Para ello, s¨®lo es necesario tomar conciencia de su necesidad y colaborar en las reformas necesarias, como la citada del Senado. Porque el fruto de la reforma de la C¨¢mara Territorial no ser¨¢ otro que fortalecer, cohesionar y compactar, m¨¢s si cabe, lo que representa nuestro pa¨ªs, Espa?a.
Al final, acabaremos descubriendo que el futuro del Estado de las autonom¨ªas va a depender, m¨¢s que de grandes transformaciones, de que sea gestionado y desarrollado con sentido com¨²n, respeto mutuo y apego a la realidad. Como se hizo hace treinta a?os. Siempre desde la lealtad.
Javier Rojo es presidente del Senado.
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