La UE debe tener una voz clara en el mundo
Es incre¨ªblemente f¨¢cil seguir la evoluci¨®n de la Uni¨®n Europea a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n estadounidenses. Incre¨ªblemente f¨¢cil porque no hay nada. Sobre las elecciones francesas y la separaci¨®n de S¨¦gol¨¨ne Royale y Fran?ois Hollande, s¨ª. Sobre el ¨²ltimo comentario de Tony Blair, por supuesto. Y, claro est¨¢, en las secciones de estilo, muchas cosas sobre comida y moda italianas. ?Pero la UE como comunidad pol¨ªtica o como actor mundial? Nada de nada. Incluso los lectores estadounidenses mejor informados, que conocen los detalles m¨¢s recientes de la situaci¨®n en Irak y Palestina, ignoran seguramente que la UE est¨¢ celebrando una cumbre crucial, en la que se decide su capacidad de ser el socio estrat¨¦gico m¨¢s importante de Estados Unidos durante los dos pr¨®ximos decenios.
Por un lado, desde luego, esta situaci¨®n dice mucho de c¨®mo est¨¢n los medios estadounidenses, pero tambi¨¦n refleja una realidad: que, para gran parte del mundo, la UE no cuenta gran cosa, en todo caso mucho menos de lo que cree. Hace unos meses, en un restaurante de El Cairo, o¨ª c¨®mo un disidente egipcio me transmit¨ªa, indignado, un mensaje ya conocido. Al referirse a la influencia de la UE en la pol¨ªtica de su pa¨ªs, me dijo: "Europa no es nada. ?Nada!".
En 2009, cuando Estados Unidos tenga un presidente nuevo, la UE tiene que estar preparada para hablar con una voz que obligue a escucharla, no s¨®lo en Washington y El Cairo, sino tambi¨¦n en Mosc¨², Pek¨ªn y Nueva Delhi, los polos viejos y nuevos de un mundo multipolar que el viejo Occidente ya no va a poder seguir dominando. La pregunta de Henry Kissinger, seguramente ap¨®crifa -"Dice que hable con Europa, pero ?a qu¨¦ n¨²mero tengo que llamar?"-, necesita una respuesta definitiva. Ni siquiera los pa¨ªses europeos m¨¢s poderosos, Alemania, Gran Breta?a y Francia, son suficientemente grandes para tener influencia decisiva si act¨²an por su cuenta. Lo vimos con la guerra de Irak y lo estamos viendo hoy en las relaciones con Rusia. Sobre el papel, la UE es el mayor conjunto de personas ricas y libres al lado de Estados Unidos, equiparable en todo menos el poder militar. Cuando hay que hablar de comercio, ayuda y competencia, la UE tambi¨¦n act¨²a y es tratada como tal. Pero en la pol¨ªtica exterior, no.
?ste es el elemento m¨¢s importante que deber¨ªa asegurar el nuevo tratado de la UE. En los cambios institucionales propuestos, todo lo que permita que la Uni¨®n Europea, con 27 miembros y m¨¢s en el futuro, pueda tomar decisiones de forma m¨¢s coherente, llevarlas a la pr¨¢ctica con m¨¢s eficacia y tener una voz clara en el mundo, es fundamental. Lo dem¨¢s son puras distracciones.
Por suerte, mis fuentes de informaci¨®n no son ¨²nicamente los medios estadounidenses. Tengo los tel¨¦fonos y el correo electr¨®nico, con las generosas filtraciones de las canciller¨ªas de toda Europa. Seguir las negociaciones de la UE desde California es una experiencia bastante surrealista, que deja patente lo peculiar que es todo el proceso. En los ¨²ltimos d¨ªas antes de una cumbre, se producen intrigas maquiav¨¦licas y apresuradas entre los Estados miembros que evocan, m¨¢s que ninguna otra cosa, a un grupo de estudiantes con uno de esos juegos de Diplomacy -un juego de sociedad sobre la pol¨ªtica europea del siglo XIX- que duran d¨ªas. Pero el objeto de estas intrigas nacionalistas de hoy no es que los distintos ej¨¦rcitos se adue?en de territorios, sino llevar a cabo una serie de arcanas modificaciones legales y burocr¨¢ticas. En la pantalla de mi tel¨¦fono m¨®vil aparecen de pronto frases como "Los holandeses se conforman con m¨¢s MCV en JAI y el doblesombrero en PESC" (que tiene sentido pero, por favor, no me pidan que se lo explique).
Mis fuentes me dicen que los mayores obst¨¢culos para alcanzar un acuerdo sobre las l¨ªneas maestras de un nuevo tratado (cuyos detalles habr¨¢ que negociar en una conferencia intergubernamental que se celebrar¨¢ durante la segunda mitad de este a?o) son probablemente los holandeses, los polacos y los brit¨¢nicos. Holanda, uno de los dos pa¨ªses que votaron no en el refer¨¦ndum sobre el tratado constitucional, tiene una serie de l¨ªneas rojas que cuentan con el respaldo de su Parlamento. Sospecho que, en la madrugada del s¨¢bado, despu¨¦s de haber derramado alguna sangre, habr¨¢ sido posible alcanzar un compromiso sobre sus exigencias.
Los gemelos nacionalistas y conservadores de Polonia, el presidente Lech Kaczynski y el primer ministro Jaroslaw Kaczynski, se muestran muy altaneros y ofendidos a prop¨®sito del peso relativo que tienen Polonia y Alemania en las votaciones del consejo de ministros, en el que se toman casi todas las decisiones fundamentales. A Polonia le ha ido muy bien con el tratado anterior -y todav¨ªa vigente-, el de Niza. Desde entonces, la diplomacia alemana ante la UE se ha centrado en un objetivo nacional muy concreto: cambiar el sistema para que Alemania disponga de m¨¢s votos, que reflejen la realidad de que es el pa¨ªs m¨¢s poblado. Ahora se propone el llamado sistema de doble mayor¨ªa, seg¨²n el cual se exige una mayor¨ªa de Estados miembros y una mayor¨ªa de habitantes. A los gemelos Kaczynski, atrincherados en su forma de pensar decimon¨®nica, les molesta tanto que Alemania salga beneficiada del acuerdo propuesto como que Polonia salga perjudicada. Dicen que la propuesta que hacen ellos es "de morirse" y que "no hay plan B". ?Ser¨¢ que van a desempe?ar ahora el papel de Margaret Thatcher? Desde luego, yo no me atrevo a minusvalorar la terquedad polaca. Despu¨¦s de haber resistido a las ocupaciones nazi y sovi¨¦tica, enfrentarse a una ligera intimidaci¨®n verbal en Bruselas es una tonter¨ªa. Pero tambi¨¦n aqu¨ª podr¨ªa llegarse a un acuerdo, quiz¨¢ si se deja que el peso en las votaciones lo decida, m¨¢s adelante, la conferencia intergubernamental.
Quedan, pues, los gemelos pol¨ªticos de Gran Breta?a, Tony Blair y Gordon Brown, que acuden a esta negociaci¨®n unidos por ¨²ltima vez. El Ministerio de Hacienda de Brown, poco convencido sobre la necesidad pr¨¢ctica de muchos de los cambios propuestos, decidido a evitar un refer¨¦ndum y aterrado ante la posibilidad de ser blanco de las cr¨ªticas de peri¨®dicos euroesc¨¦pticos de masas como el Daily Mail de Paul Dacre y el Sun de Rupert Murdoch, ha fijado m¨¢s l¨ªneas rojas que un bol¨ªgrafo rojo en un d¨ªa cualquiera. No debe cederse ning¨²n nuevo poder de importancia. Gran Breta?a debe tener m¨¢s opciones de negarse a determinadas cosas, por ejemplo, en el terreno de la justicia y la seguridad. Hay que eliminar del tratado la Carta de los derechos fundamentales, que no debe tener repercusi¨®n en las leyes brit¨¢nicas.
Lo deprimente es que el Ministerio de Exteriores brit¨¢nico tambi¨¦n ha a?adido su saquito de arena, al sugerir que la figura propuesta de ministro de Exteriores de la UE no se llame as¨ª, no presida el consejo de ministros de Exteriores de los Estados miembros y no cuente con el apoyo de un "servicio exterior" propio de la UE. Todas estas condiciones dejar¨ªan enormemente disminuido el cargo, que es, como ya he dicho, el resultado m¨¢s valioso que podr¨ªa salir del tratado. El t¨ªtulo de ministro de Exteriores no tiene importancia e incluso resulta enga?oso (los ministros son nacionales). Ahora bien, para que Europa haga o¨ªr su voz en el mundo, es fundamental que, a partir de 2009, la UE cuente con un presidente permanente del Consejo Europeo (un puesto para el que Nicolas Sarkozy, al parecer, ha sugerido a Tony Blair) y un responsable supremo de Asuntos Exteriores, que podr¨ªa denominarse, por ejemplo, secretario general, como los secretarios generales de la OTAN y la ONU. De esa forma, los sucesores de Kissinger, por lo menos, tendr¨ªan un n¨²mero al que llamar.
Si Gran Breta?a, Holanda o Polonia abortan el acuerdo, hay una cosa indudable: cuando empiece el nuevo periodo en 2009, la UE seguir¨¢ siendo inexistente para los estadounidenses. Europa no tendr¨¢ en el mundo una voz reconocida ni escuchada. Y yo, como tantos otros, preferir¨¦ prestar atenci¨®n a China e India, que, por lo menos, estar¨¢n avanzando en alguna direcci¨®n.
Timothy Garton Ash es historiador brit¨¢nico, profesor de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford. Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia
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