J¨®venes poetas de hace 80 a?os

"Una antolog¨ªa es siempre un error". Lo escribi¨® Gerardo Diego en su selecci¨®n de 1934, reedici¨®n muy reformada de la que hab¨ªa compuesto dos a?os antes. Sin ¨¢nimo de enmendarle la plana, las suyas son un acierto absoluto, bien porque el futuro terminar¨ªa ratificando su pron¨®stico, bien porque su pron¨®stico contribuyera a conformar ese futuro. Cuando, en 1932, quiso Gerardo Diego presentar panor¨¢micamente al grupo de poetas del 27, algunos de ¨¦stos velaban a¨²n primeras armas. Para compartir riesgos y subrayar la cohesi¨®n de los seleccionados, Diego concibi¨® su Poes¨ªa espa?ola. Antolog¨ªa 1915 1931 como una tarea coral que desemboc¨® en una aut¨¦ntica antolog¨ªa consultada sobre la base de que la poes¨ªa es cosa "radicalmente diversa de la literatura": ni did¨¢ctica, ni ret¨®rica, ni pol¨ªtica. El ant¨®logo perge?¨® un canon estable en un arco temporal de quince a?os, lo que no responde tanto a la categorizaci¨®n generacional de Ortega como a la convicci¨®n de que en esos tres lustros se estaba construyendo el mapa de la nueva poes¨ªa, hacia el final amenazada por el turbi¨®n surrealista y la orientaci¨®n pol¨ªtica. Acert¨® Diego al presentar a los poetas del 27 "en paquete y con prospecto" (Gil de Biedma), como nuevos eslabones de una tradici¨®n inmediata, lo que le indujo a arroparlos con Unamuno, los Machado y Juan Ram¨®n Jim¨¦nez. En la reelaboraci¨®n de 1934, titulada Poes¨ªa espa?ola. Antolog¨ªa (Contempor¨¢neos), el proyecto era muy otro. Ahora se hac¨ªa arrancar de comienzos del siglo, lo que supuso la incorporaci¨®n de numerosos poetas a partir de Rub¨¦n Dar¨ªo, con la intenci¨®n de fijar con criterio historicista todo el panorama po¨¦tico del primer tercio de la centuria. De los nombres de la primera antolog¨ªa cayeron Prados, remiso a participar ya en 1932, y Juan Ram¨®n, quien se hab¨ªa sentido preterido a ra¨ªz de las conmemoraciones gongorinas de 1927. La segunda antolog¨ªa conten¨ªa la primera, pero tambi¨¦n la semiocultaba, al igual que sucedi¨® en 1959, con la nueva salida de ambos libros en volumen ¨²nico, donde se tom¨® como referencia el segundo y m¨¢s amplio.

La edici¨®n de Jos¨¦ Teruel devuelve el protagonismo a la selecci¨®n de 1932, pues las novedades y modificaciones de la antolog¨ªa hist¨®rica de 1934 aparecen como adendas o apostillas que no ocultan la condici¨®n generacional de aqu¨¦lla. Se nos devuelve as¨ª, en su secuencia cronol¨®gica, la aventura editorial m¨¢s interesante de la poes¨ªa de preguerra, emulada en la posguerra por quienes, como Castellet en Veinte a?os de poes¨ªa espa?ola (1939 1959), pretendieron hacer con los del medio siglo una operaci¨®n pareja a la de Diego con el 27. La ventaja de Gerardo Diego no radica en que su mercanc¨ªa, seg¨²n Gil de Biedma, "era de calidad superior", sino que, frente al manique¨ªsmo de Castellet, quien prim¨® el realismo en detrimento de un simbolismo que consideraba declinante, Diego compatibiliz¨® riesgo y bon sense: no en vano en ¨¦l coincid¨ªan el poeta inspirado y el te¨®rico acaso m¨¢s importante del tiempo de las vanguardias.