Precisi¨®n suiza y de siete pa¨ªses m¨¢s
El Alinghi derrota claramente al New Zealand en la primera regata de la final
A las tres en punto de la tarde, Valencia puso sus olas m¨¢s bonitas, la fuerza justa de la brisa, sombrillas en la arena y gr¨²as en el cielo. Hab¨ªa comenzado la final de la Copa del Am¨¦rica.
Escuadrillas de aviones suizos y espa?oles hac¨ªan malabares con la capa de ozono mientras los dos protagonistas, el Alinghi y el New Zealand, se dirig¨ªan al campo de regatas. El gent¨ªo del puerto -m¨¢s de 70.000 personas, r¨¦cord de asistencia en un d¨ªa- se divid¨ªa en dos gamas de colores: una mayor¨ªa rojiblanca, que apoyaba al barco suizo, y otra azul y negra, que animaba al neozeland¨¦s. En medio, que no en el centro, el p¨²blico local, empujando mayoritariamente al Alinghi. Su triunfo facilitar¨ªa que la Copa siguiera en Valencia.
El campe¨®n compet¨ªa por primera vez con el 'SUI100'. Era un misterio que pronto se desvel¨®
Para impedirlo, 15 osados neozelandeses (y dos yanquis) tripulan el New Zealand, el barco m¨¢s nacionalista de todos los que han participado en esta edici¨®n. Enfrente, todo lo contrario, el Alinghi, un festival de Eurovisi¨®n a lo bestia. El barco campe¨®n sali¨® a navegar con tripulantes de Holanda, Suiza, Canad¨¢, Italia, Espa?a (Joan Vila), Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos. Diecisiete deportistas con ocho nacionalidades movi¨¦ndose en un pu?ado de metros cuadrados al capricho de las olas y el viento. Quiz¨¢s para reducir factores de riesgo, en el bote no hab¨ªa polacos.
A las tres en punto de la tarde, un ej¨¦rcito de 800 barcos, grandes y peque?os, a vela y a motor, de millonarios o de simples y meritorios aficionados hab¨ªan ocupado el mar para asistir a un espect¨¢culo ¨²nico. En medio reservaron un cuadril¨¢tero de agua donde el Alinghi y el New Zealand iban a pelear por la hist¨®rica copa. En ese trozo de agua s¨®lo estaban ellos. De nada val¨ªan los miles de aficionados que les miraban en las pantallas gigantes ni los cari?osos dibujitos de los escolares que cuelgan en la base del New Zealand para darles ¨¢nimos. A las tres de la tarde, entre ese descomunal l¨ªo fallero de cohetes, ba?istas, aviones y banderas de colores, un trozo de Mediterr¨¢neo se reservaba para la pelea de un barco contra otro, de 17 tripulantes contra 17.
El defensor de la Copa sal¨ªa de estreno con el barco SUI100. Nunca hab¨ªa competido. Era un misterio que pronto se desvel¨®. Sali¨® bien, pero por detr¨¢s. En los primeros instantes, el cabeceo de su proa hizo dudar de su poder¨ªo, a la vez que el New Zealand se escapaba unos metros, cortando el agua con suavidad.
Los dos barcos segu¨ªan rumbos paralelos, separados lateralmente por 50 metros. En las fases previas, el New Zealand hab¨ªa eliminado a todos los desafiantes, siendo el m¨¢s r¨¢pido en viradas y maniobras, y el Alinghi parec¨ªa no querer cruzarse con ¨¦l. ?C¨®mo maniobrar a la vez con 17 personas de ocho pa¨ªses diferentes? Tardaron 16 minutos en mirarse las proas. En el primer intento, se hicieron ascos; en el segundo se cruzaron de verdad y el prestigio del barco kiwi sali¨® herido.
Figura registrado -en la Copa del Am¨¦rica todo se registra- que el que gana el primer cruce gana la regata en el 90% de los casos. El Alinghi se llev¨® el primer cruce, se llev¨® la regata y, lo peor para el New Zealand, una imagen de poder¨ªo en todas las facetas de la vela: en la ce?ida y en la empopada, en las viradas y en las trasluchadas; con 100 metros de ventaja o con s¨®lo 14. El Alinghi no sonaba como una chirigota, sino como la mejor de las orquestas sinf¨®nicas.
El coraz¨®n del barco palpitaba al un¨ªsono con el tim¨®n del norteamericano Ed Baird, con la t¨¢ctica del neozeland¨¦s Butterworth, con el ordenador de Vila -primer espa?ol en una final de la Copa- y con la sabidur¨ªa del hombre que ha logrado ensamblar todo eso con precisi¨®n suiza, el magnate Ernesto Bertarelli.
Con tal conjunci¨®n de diversas culturas y nacionalidades, no es extra?o que a Bertarelli le repugne la pretensi¨®n del New Zealand de convertir la Copa en una competici¨®n m¨¢s nacionalista en el caso de que ganen. "La historia demuestra que con criterios nacionalistas no se va a ninguna parte", dijo Bertarelli en la v¨ªspera de la regata. A la espera de que hoy, a las tres, el New Zealand tenga su segunda oportunidad, el barco suizo marc¨® ayer, exactamente, 35 segundos de adelanto.
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