C¨®mo les fue a los Evans en la d¨¦cada de Blair
Sabor agridulce a la hora del cambio en Downing Street en el balance de una ficticia familia brit¨¢nica
La transici¨®n m¨¢s esperada de la pol¨ªtica brit¨¢nica est¨¢ aqu¨ª por fin. El Partido Laborista proclamar¨¢ hoy a Gordon Brown como sucesor de Tony Blair. El tenaz canciller del Exchequer (ministro de Hacienda) se convertir¨¢ el mi¨¦rcoles en primer ministro. En estos 10 a?os, el Nuevo Laborismo ha dado forma a un Reino Unido m¨¢s din¨¢mico, con m¨¢s confianza en s¨ª mismo. Pero ha sido tambi¨¦n un decenio lleno de decepciones para la militancia laborista, marcado por la guerra de Irak, los atentados del 7 de julio de 2005 y un pu?ado de esc¨¢ndalos de corrupci¨®n. As¨ª lo han vivido los Evans, una familia imaginaria a la que la vida le ha ido bien bajo el liderazgo de Blair y la batuta econ¨®mica de Brown, pero que tienen un regusto amargo en la boca. Los Evans son pura ficci¨®n, pero hay muchos como ellos en el pa¨ªs.
El 50% m¨¢s pobre dispone tan s¨®lo del 7% de la riqueza. Exactamente igual que en el a?o 1996
El Nuevo Laborismo le viene de perlas al negocio de John: flexibilidad m¨¢xima, salarios m¨ªnimos
John Evans se tom¨® anoche unas pintas de m¨¢s. Hac¨ªa a?os que no iba al pub del barrio, en el East End londinense, y ayer le apeteci¨® darse una vuelta. Ten¨ªa morri?a de los viejos tiempos. Hoy estar¨¢ en Manchester, en la coronaci¨®n de Brown. La inminencia del relevo le trae recuerdos de un pasado no tan lejano. Desde joven milit¨® en el Partido Laborista, sin ser nunca un revolucionario. Naci¨® en 1957 en Bethnal Green, hijo y nieto de eastenders y, como muchos ingleses, lo ¨²ltimo que har¨ªa es renegar de su propia clase. Eso no significa que no quisiera una vida m¨¢s confortable que la de sus padres: con Blair y Brown, ganar dinero no est¨¢ re?ido con la fidelidad a la clase obrera.
John aprovech¨® bien los estudios de econom¨ªa en la desaparecida City of London Polytechnic. Enseguida empez¨® a trabajar en una compa?¨ªa pesquera que luego ser¨ªa absorbida por una empresa gallega. De aquellos a?os guarda sobre todo el recuerdo de sus viajes a Espa?a, pero tambi¨¦n a Irlanda y a Escocia, donde los gallegos se hicieron con el mercado.
En 1982 se cas¨® con su novia de siempre, Sandra McGuire, irlandesa de origen y dos a?os mayor que ¨¦l. El matrimonio empez¨® a sentar las bases de su acomodado presente al comprar su primera casa. Miles de ingleses son hoy potencialmente ricos gracias al mercado inmobiliario. Ellos se hipotecaron poco antes de casarse para comprar un modest¨ªsimo apartamento en Bethnal Green, por el que pagaron 25.000 libras (unos 37.000 euros). Tres a?os despu¨¦s lo vendieron por 39.000 libras para comprar un piso en Kentish Town, el barrio de ella, que les cost¨® 70.000 libras. Ya hab¨ªa nacido la peque?a Maya, y Sandra quer¨ªa m¨¢s espacio y sobre todo la presencia cercana de su madre porque quer¨ªa volver cuanto antes a su empleo de maestra. En 1989 naci¨® Mark, su segundo y ¨²ltimo hijo. John se cambi¨® en 1993 a una compa?¨ªa de muebles de oficina y ten¨ªa grandes planes: quer¨ªa instalarse por su cuenta.
El 2 de mayo de 1997, viernes, John y Sandra se tomaron la ma?ana libre para acercarse a Downing Street: quer¨ªan ver la triunfal entrada de Tony y Cherie Blair tras la victoria laborista. Luego, los Evans se fueron a un despacho de abogados de la City para firmar una nueva compraventa: vendieron su piso de Kentish Town por 128.000 libras y compraron un d¨²plex de tres habitaciones y jard¨ªn en Tufnell Park, cerca de Hampstead Heath, por 185.000 libras. Lo acabar¨ªan vendiendo en 2005 por 650.000 libras, y gracias a esa incre¨ªble plusval¨ªa se comprar¨ªan una casa hermosa y espaciosa en el selecto barrio de Belsize Park, a caballo entre Hampstead Heath y Regents Park, que, menos de dos a?os despu¨¦s, vale 781.349 libras (1,15 millones de euros).
Hoy, John est¨¢ camino de Manchester para aplaudir a Gordon. Quisiera haber ido en tren, pero el viaje -poco m¨¢s de dos horas en d¨ªa laborable- se alarga a tres y media en fin de semana porque est¨¢n haciendo trabajos de mantenimiento: tendr¨ªa que haber viajado el d¨ªa antes para llegar a tiempo al congreso. El transporte p¨²blico sigue sin funcionar, y no ha tenido m¨¢s remedio que coger un avi¨®n.
Mientras el minicab le acerca a Heathrow a primera hora de la ma?ana, John Evans piensa en lo bien que le ha ido en la Gran Breta?a de Tony Blair y Gordon Brown. Mejor que a la media, sin duda, aunque hay muchos como ¨¦l. Desechados sus planes de instalarse por su cuenta en el sector de muebles de oficina, acab¨® montando una empresa de catering junto a dos socios: un viejo amigo del East End y un franc¨¦s que llevaba nueve a?os en Londres y que era el que de verdad conoc¨ªa el negocio cuando empezaron.
La econom¨ªa del Nuevo Laborismo le viene al negocio como anillo al dedo: flexibilidad m¨¢xima, salarios m¨ªnimos. La llegada de miles de inmigrantes es la clave del ¨¦xito: s¨®lo trabajan los que son necesarios cada d¨ªa, y, aparte de tres personas de m¨¢xima confianza con responsabilidades, los dem¨¢s cobran el salario m¨ªnimo, poco m¨¢s de 7,5 euros por hora. Una miseria para Londres. John tiene mala conciencia, pero se consuela pensando que crea empleo, cumple la ley y, sin el Nuevo Laborismo, muchos pagar¨ªan a¨²n menos.
No todos los inmigrantes viven del salario m¨ªnimo, se dice. Dragoslav, el serbio que les hace las chapuzas en casa -desde podar el jard¨ªn hasta solventar un escape de agua, pintar la cocina o hacer un armario-, lleg¨® a Inglaterra en 1993. Viv¨ªa en Sarajevo con su mujer, croata, cuando estall¨® la guerra de Bosnia. No pod¨ªan huir a Croacia porque ¨¦l es serbio, ni a Serbia porque ella es croata. El Reino Unido les dio asilo y les puso piso, dinerillo de bolsillo y un permiso de trabajo. En muy pocos a?os, Dragoslav se instal¨® por su cuenta. Ahora tiene casa propia y un negocio que le va bastante bien.
Pero no todos, ni extranjeros ni locales, tienen tanta iniciativa, y a¨²n hay muchos pobres en el Reino Unido. El 50% m¨¢s pobre de la poblaci¨®n dispone s¨®lo del 7% de la riqueza del pa¨ªs. Exactamente igual que en 1996. Y un 1%, los m¨¢s ricos, dominan el 21% de la riqueza, a¨²n m¨¢s incluso que en 1996, cuando ten¨ªan el 20%.
En el avi¨®n hojea el suplemento de deportes de The Guardian, su diario preferido. Lee un reportaje sobre Lewis Hamilton, ¨²ltimo h¨¦roe del deporte brit¨¢nico: un prodigio salido de la nada que m¨¢s pronto que tarde ser¨¢ campe¨®n del mundo de f¨®rmula 1. Pero la f¨®rmula 1 le trae malos recuerdos: siempre la asociar¨¢ al primer esc¨¢ndalo del Nuevo Laborismo, reci¨¦n llegado al poder, cuando se supo que la sospechosa donaci¨®n de un mill¨®n de libras que Bernie Ecclestone, el patr¨®n de la f¨®rmula 1, hiciera al partido en v¨ªsperas de las elecciones de 1997 pudo inclinar a Blair a retrasar la prohibici¨®n de publicidad de tabaco en ese deporte. Luego vendr¨ªan los esc¨¢ndalos que obligaron a dimitir dos veces como ministro a Peter Mandelson, los abusos del spin (manipulaci¨®n de los medios), el Cheriegate, etc¨¦tera. Y ahora, la supuesta venta de honores a cambio de financiaci¨®n al laborismo y la decisi¨®n de Blair de suspender una investigaci¨®n de supuestos sobornos de la aeron¨¢utica BAE Systems a los saud¨ªes.
Otra gran decepci¨®n para ¨¦l han sido las peleas entre Tony Blair y Gordon Brown durante todos esos a?os. ?l no es ni blairista ni brownita: ¨¦l es laborista, y les reprocha que piensen m¨¢s en s¨ª mismos que en el partido. Le echa la culpa a los dos, aunque cree que Brown tiene algo m¨¢s de responsabilidad por no conformarse con ser el segundo. Cuando han trabajado juntos, han formado una pareja imparable, una m¨¢quina de ganar elecciones.
John Evans prefiere hacer o¨ªdos sordos a las percepciones p¨²blicas y a los tabloides, y quiere creer en las estad¨ªsticas. Por ejemplo, a pesar de que las apariencias indican lo contrario, los cr¨ªmenes detectados por el British Crime Survey han pasado de 19,4 millones en 1995 a 10,9 millones en 2006. Por mucho que diga el Daily Mail, ¨¦l se queda con los datos de Blair: 30.000 nuevos m¨¦dicos, 80.000 enfermeras, 100 hospitales, dr¨¢stica ca¨ªda de las listas de espera. ?Y en educaci¨®n? El n¨²mero de alumnos por profesor en las escuelas municipales ha ca¨ªdo de 18,6 a 17, y hay 35.7000 profesores y 172.000 ayudantes m¨¢s. Los laboristas han puesto mucho dinero en servicios p¨²blicos, aunque se discute la eficacia de la inversi¨®n.
El mercado laboral tambi¨¦n refleja el volumen de esa inversi¨®n p¨²blica: en 2004 hab¨ªa casi 600.000 empleados p¨²blicos m¨¢s que en 1997, que representaban el 20,3% del empleo total, frente al 19,5% en 1997. Aunque la econom¨ªa es mucho m¨¢s din¨¢mica, el sector p¨²blico pesa m¨¢s que antes en el mercado laboral, algo sorprendente. En el conjunto de la econom¨ªa, el empleo ha crecido de forma espectacular en el sector financiero (ha pasado de 5 millones a 6,4 millones de empleados), servicios (de 21,6 a 25,3 millones) y construcci¨®n (de 1,8 a 2,2 millones).
Las cifras le bailan a John en la cabeza, y concluye que, al final, lo que m¨¢s le pesa a la hora de juzgar a Blair no son los ¨¦xitos o fracasos econ¨®micos, sino Irak. ?l nunca vio clara la necesidad de invadir, pero confi¨® en el buen juicio de Tony Blair: un primer ministro laborista no pod¨ªa ir a la guerra si no era por absoluta necesidad. ?l estuvo de acuerdo con pararle los pies a Milosevic en Kosovo y con las intervenciones humanitarias en ?frica. Su esposa, Sandra, lo ten¨ªa a¨²n m¨¢s claro: Sadam Husein y sus armas de destrucci¨®n masiva eran un peligro y hab¨ªa que invadir. Los hijos estaban en contra, sobre todo la mayor, Maya, que no falt¨® a la enorme manifestaci¨®n contra la guerra en febrero de 2003. Estudiante de bellas artes, Maya ha heredado su viejo izquierdismo juvenil, corregido y aumentado por un idealismo global. Sus mejores amigos son gays y se ha echado un novio jamaicano. S¨ªmbolo de los tiempos. Otra cosa, quiz¨¢ no, pero a las minor¨ªas les va mejor con el laborismo, piensa. Bueno, quiz¨¢ a los musulmanes no tanto, recapacita. Los atentados del 7 de julio de 2005, que toda la familia atribuye a la invasi¨®n, les han puesto contra las cuerdas.
Maya siempre estuvo contra la guerra y arrastr¨® en sus posiciones a su hermano Mark. Mark, que tiene ahora 18 a?os y en julio se ir¨¢ a Tanzania a pasar un gap year antes de entrar en la universidad, nunca ha tenido el izquierdismo de Maya, pero estaba predispuesto contra la guerra de Irak por intuici¨®n. Todo lo que ha pasado despu¨¦s le ha distanciado de la pol¨ªtica. A John le ha hecho dudar seriamente, y su mujer se est¨¢ echando en brazos de David Cameron, el nuevo l¨ªder conservador. Ella era la que m¨¢s cre¨ªa en Tony y es la que m¨¢s se ha sentido traicionada. Cre¨ªa genuinamente en la existencia de armas de destrucci¨®n masiva, y ahora cree que todo fue un invento de Bush para invadir Irak y que Blair lo sab¨ªa o, casi peor, no se dio cuenta. Cameron no le entusiasma -sobre todo su tendencia a convertirse en un segundo Blair-, pero tampoco se f¨ªa de Gordon Brown. Est¨¢ hecha un mar de dudas.
El desencanto de Sandra Evans va m¨¢s all¨¢ de Irak. Hace unos meses dej¨® su empleo de maestra, desanimada por los bajos salarios, el estr¨¦s y la violencia cotidiana en su escuela, la London Academy, en Edgware, al noroeste de Londres. La gota que colm¨® el vaso fue la muerte a cuchilladas de Kiyan Prince, un alumno de 16 a?os que iba para futbolista, pero en mayo de 2006 muri¨® desangrado a las puertas del colegio al mediar en una pelea.
Sandra qued¨® tan afectada que se cogi¨® unos d¨ªas y se fue a ver a sus padres, que desde que se jubilaron, hace siete a?os, viven en un apartamento en Les Torretes (Alicante). Al final del curso pidi¨® un permiso sin sueldo indefinido. No quiere volver a la escuela. Est¨¢ pensando en montar un negocio de leasing de flores con dos amigas. Ahora que tiene m¨¢s tiempo, Sandra va bastante a menudo a visitar a sus padres a Espa?a. Los viajes son muy baratos si se compran los billetes con tiempo. Tambi¨¦n John se aprovecha del alud de vuelos baratos que salen de Londres: cada a?o va dos o tres veces a ver partidos de f¨²tbol con un grupo de amigos. El a?o pasado estuvieron en Lisboa y en Barcelona. Este a?o han ido a Sevilla y a M¨²nich.
A los Evans les gusta viajar. A¨²n no pueden costearse escapadas a las Seychelles, pero viajan por Europa con cierta regularidad. Y a Estados Unidos, Australia e incluso Sur¨¢frica en las vacaciones de verano. Se han acostumbrado a los peque?os placeres de la clase media. Londres es perfecta para eso: musicales, teatro, ¨®pera, restaurantes. Se acabaron los tiempos de fish and chips, curry o arroz tres delicias.
John Evans se despierta de repente. Acaban de aterrizar en Manchester. Estaba adormilado, pensando en todos estos a?os de ¨¦xito y decepci¨®n al mismo tiempo. Hoy, Brown ser¨¢ proclamado sucesor de Blair. El mi¨¦rcoles ser¨¢ el nuevo primer ministro. Su fe laborista sigue viva, a pesar de todo. ?l votar¨¢ a Gordon. El resto de la familia, ya veremos.

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