Est¨¢n entre nosotros...
Bill Gates, fundador de Microsoft, afirma que tendremos robots en cada hogar dentro de veinte a?os. En la industria son ya una realidad que a nadie sorprende. Los trenes o t¨²neles de lavado operan sin que nos paremos a pensar en Terminator. Seg¨²n la Federaci¨®n Internacional de Rob¨®tica, en 2005 exist¨ªan en el mundo 922.900 robots industriales. Y entre 2005 y 2009 se estima que el crecimiento anual de las ventas rondar¨¢ el 4,9%. La emergencia de la industria rob¨®tica que Gates tiene en mente, seg¨²n detalla en Scientific American, "se parece bastante al negocio de los ordenadores hace treinta a?os". Las estimaciones en cuanto a la irrupci¨®n en el mercado de los robots dom¨¦sticos son fulgurantes: en 2009 se vender¨¢n 5,6 millones para uso personal. Si los pron¨®sticos de Gates deben tomarse en serio, tampoco hay que dejar en saco roto las palabras de Rodney Brooks, director del Laboratorio de Ciencias Computacionales e Inteligencia Artificial del Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts (MIT, siglas en ingl¨¦s): "Coincido absolutamente con ¨¦l", declara. Aunque advierte que el futuro tiene la costumbre de tomar v¨ªas absolutamente inesperadas. "Nadie imaginaba en los a?os ochenta que en 2007 los europeos tendr¨ªan ordenadores personales en sus casas, e incluso ordenadores de bolsillo. Habr¨ªa parecido algo absurdo".
Caminar, asignatura pendiente de la rob¨®tica. Los androides no saben reconocer obst¨¢culos ni sortearlos
En 2005, un robot recorri¨® el desierto de Mohave, en California, a una media de 32 kil¨®metros por hora
El paso hacia el 'ciborg' humano ha comenzado. Y eso despierta recelos. ?Debemos temer a las m¨¢quinas?
En 1981, el estudiante graduado Andy Ruina escuchaba una conferencia de uno de los gur¨²s y fundadores de la inteligencia artificial, el profesor Marvin Minsky, invitado especial por la Universidad de Cornell, en Nueva York. Convencido de que alg¨²n d¨ªa las m¨¢quinas podr¨ªan realizar las mismas haza?as que la mente humana, Minsky hablaba ante un auditorio entregado. Pero en el turno de preguntas, un hombre mayor le lanz¨® un desaf¨ªo: ninguna m¨¢quina, por muy buena que fuese, ser¨ªa capaz de deducir f¨®rmulas tan creativas y originales como las inventadas por el matem¨¢tico indio Ramanujan, uno de los mayores genios de todos los tiempos, cuya mente autodidacta invent¨® miles de teoremas -entre ellos, un asombroso procedimiento para calcular m¨¢s de mil millones de decimales del n¨²mero pi. Minsky, que hab¨ªa trabajado en un programa matem¨¢tico llamado Macsyma, respondi¨® tranquilamente: "Estoy seguro de que las m¨¢quinas ser¨¢n capaces de realizar todos los c¨¢lculos de los que Ramanujan fue capaz, e incluso m¨¢s. Realmente no existe una persona en la tierra que sea mejor haciendo integrales que nuestro programa. Pero despu¨¦s de que Ramanujan descubriese una f¨®rmula tras otra, sab¨ªa encontrar el camino a su casa, reconociendo su calle y su hogar sin tropezarse con el peri¨®dico echado en medio del pasillo. No creo que seamos capaces de escribir programas capaces de hacer esto".
M¨¢s de medio siglo despu¨¦s, un extra?o robot b¨ªpedo llamado Ranger y dise?ado por Ruina se puso a andar en la pista cubierta de atletismo del campus de Cornell, dispuesto a batir un r¨¦cord mundial. Ranger no es otra cosa que dos patas, cada una formada por una doble barra de un metro de longitud, un par de bater¨ªas a cada lado, algo de electr¨®nica y ojos de juguete -nada de c¨¢maras de v¨ªdeo-. Resulta estrafalario y se balancea como una persona con muletas, pero no se cae: anduvo un kil¨®metro en c¨ªrculos por la pista. Un logro sin precedentes. Sus pies "sienten" el suelo. "No es muy inteligente", reconoce Ruina. Y eso es lo extraordinario.
Con unos cuantos retoques de dise?o, el equipo de Ruina piensa que Ranger podr¨ªa andar hasta 13 kil¨®metros sin caerse antes de agotar sus bater¨ªas. "Las palabras de Minsky me impresionaron", afirma hoy este experto. "Ahora me encuentro trabajando en el m¨¢s pedestre de los problemas, andar". Y es un misterio. Por mucho que nos observemos, dice Ruina, no sacaremos nada en claro. Nuestro cerebro y la m¨¦dula espinal se combinan para sentir el terreno y mover piernas y centro de gravedad gastando lo m¨ªnimo. El bipedismo surgi¨® al menos hace tres millones de a?os y puso en pie a nuestros antepasados. ?Se puede imitar algo como eso?
Hace s¨®lo par de a?os, Ruina asombr¨® a todo el mundo al fabricar un robot andar¨ªn de dos patas con rodillas articuladas de apenas 13 kilos y que gastaba s¨®lo 11 vatios (?poco m¨¢s que la d¨¦cima parte de una bombilla de 100 vatios!). En proporci¨®n "usa la misma energ¨ªa de una persona cuando anda", dice su creador. Sus ingenios tienen a¨²n que recorrer un camino largo: no saben reconocer obst¨¢culos ni sortearlos. Pero est¨¢n solventando de una forma sorprendente una de las asignaturas pendientes de la rob¨®tica. Si hablamos de una revoluci¨®n en ciernes, donde m¨¢quinas inteligentes entrar¨¢n en nuestras vidas, ?c¨®mo se justificar¨ªa ante robots que se quedasen clavados en una calle por no saber andar como cualquier individuo corriente?
Otro asunto es a qu¨¦ se parecer¨¢n y lo que ser¨¢n capaces de hacer. Un vistazo al pasado reciente puede resultar revelador. Hace varios a?os, el autor de este reportaje visit¨® con un equipo de TVE el Instituto Rob¨®tico de la Universidad de Pittsburg, uno de los templos mundiales de la rob¨®tica, para conocer de primera mano algunos de sus proyectos. Nos encontramos con Florence, un robot enfermera con dos grandes ojos y una sonrisa hecha de labios de gomaespuma que ten¨ªa conexiones por Internet para llamar a los servicios de urgencia en caso de que su acompa?ante sufriera un percance m¨¦dico. O con Xavier, un robot m¨®vil que era en realidad un cilindro puro y duro, dotado con sensores de s¨®nar, rayos l¨¢ser y un mapa interno que le permit¨ªa ir a cualquier parte del instituto -siempre que no tuviera que bajar escaleras-. Y ciertamente las expectativas que ten¨ªamos no se cumplieron: Florence pod¨ªa entender algunas preguntas s¨®lo tras hablarle despacio y repetirlas varias docenas de veces. Y en cuanto a Xavier, pod¨ªa moverse por los pasillos e incluso contar alg¨²n chiste, pero al poco tiempo se quedaba sin bater¨ªa y necesitaba ser empujado por su cuidador. Hab¨ªa proyectos para que los robots reconocieran las caras de las personas y leyesen sus labios, o programados para realizar tareas en coordinaci¨®n; minihelic¨®pteros robotizados y cibercoches aut¨®nomos de vigilancia urbana, entre otros. Algunos de los laboratorios est¨¢n hoy cerrados y sus objetivos han sido sustituidos y renovados por otros, pero tuvimos la sensaci¨®n de ser testigos de la prehistoria de la rob¨®tica: a a?os luz de Star Wars.
?Abandonamos ahora aquellos tiempos? "En 1979 estaba trabajando como estudiante graduado en Stanford junto con Hans Moravec en un robot (bautizado como Stanford Cart) para que cruzase una habitaci¨®n", responde Rodney Brooks. "Pas¨¢bamos cada noche de ocho de la tarde a seis de la ma?ana. Y cuando ten¨ªamos ¨¦xito, el robot lograba recorrer unos veinte metros en unas seis horas. En 2005, Sebastian Thrun, del mismo laboratorio de Stanford, logr¨® que su robot Stanley, un Volkswagen Touareg, recorriera 200 kil¨®metros en seis horas. Es decir, en s¨®lo 26 a?os los resultados han sido 10.000 veces mejores que nuestro robot de 1979, lo que significa doblar la capacidad cada dos a?os. As¨ª que ahora la rob¨®tica est¨¢ en un proceso exponencial".
Stanley recorri¨® los polvorientos doscientos kil¨®metros del desierto de Mohave, en California, a unos 32 kil¨®metros por hora de media. Pero ya abundan otros avances hace poco impensables en la aplicaci¨®n rob¨®tica a los autom¨®viles. Mohan Trivedi es el director del Laboratorio de Autom¨®viles Inteligentes y Seguros de la Universidad de California de San Diego: "Desarrollamos tecnolog¨ªas que ayuden al conductor a prevenir accidentes", explica refiri¨¦ndose a su sistema inteligente de ayuda al conductor (IDAS, en sus siglas inglesas): coches capaces de ver a su alrededor, detectar obst¨¢culos, seguir las l¨ªneas de la calzada... El punto muerto de los espejos puede hacer que choquemos con un auto que no podemos ver cuando cambiamos de carril. "Con el IDAS, una c¨¢mara detecta un veh¨ªculo que se aproxima a este punto muerto y el sistema nos avisa si podemos cambiar de carril porque vamos a colisionar contra ¨¦l". Si no deseamos hacerlo, IDAS no se activa. "Es un sistema de computaci¨®n centrado en la persona". Trivedi piensa que en el futuro tendremos sistemas parecidos en nuestras casas, en las escuelas y los teatros. "Tecnolog¨ªas que nos observar¨¢n, anticipar¨¢n nuestras necesidades y nos ayudar¨¢n en nuestras actividades".
Bien, pero ?d¨®nde veremos primero la revoluci¨®n rob¨®tica? ?En las carreteras, en nuestras casas o quiz¨¢ al salir a la calle dentro de unos a?os? Para Jeremy R. Cooperstock, profesor del Departamento de Ingenier¨ªa El¨¦ctrica y Computaci¨®n de la Universidad McGill, en Montreal, el primer paso ya est¨¢ ocurriendo en el entorno industrial: el m¨¢s restringido en cuanto a las cosas que se permiten hacer, y tambi¨¦n el m¨¢s propicio para realizar grandes inversiones. "Es aqu¨ª donde llegan antes los avances: un sistema para ensamblar veh¨ªculos de forma autom¨¢tica, dise?ar y fabricar chips... tenemos robots fresadores en la industria que ya utilizan algoritmos para la visi¨®n muy avanzados. As¨ª que en cierto sentido, si te preguntas si existir¨¢n inteligencias capaces de hacer tareas muy complicadas, de reconocer un objeto o comprobar si algo est¨¢ roto, no es ciencia-ficci¨®n. ?Es historia!".
El siguiente escalaf¨®n saltar¨¢ de la industria a los hogares, donde los robots pueden aprender y desenvolverse mejor. Copperstock lo explica as¨ª: una m¨¢quina es hoy capaz de reconocer la cara de un componente de una familia de cinco miembros. Pero si salimos fuera, el mundo resulta a¨²n demasiado ca¨®tico para los robots. Los algoritmos de visi¨®n actuales -programas, en suma- ya no son tan buenos "para reconocer una cara entre una multitud", dice. "No te dan la tranquilidad para dejarle a un sistema de seguridad que abra la puerta de tu casa a alguien de fuera dependiendo de lo que vea".
Los expertos ya est¨¢n lanzando sus apuestas al mercado para probar que las casas ser¨¢n colonizadas por los robots. Rodney Brooks cree que los investigadores no est¨¢n hoy limitados por el poder de c¨¢lculo -ya hay supercomputadoras capaces de realizar 80 billones de operaciones por segundo-, sino por el tipo de algoritmos que son capaces de desarrollar: la inteligencia de los robots depende de lo buenos que sean sus programas. Brooks fund¨® su propia compa?¨ªa, iRobot, y sus creaciones comerciales ya trabajan en algunos hogares: Roomba es un aspirador circular que estudia el contorno de la habitaci¨®n y cuyos sensores le indican d¨®nde empiezan las paredes o c¨®mo evitar las escaleras. iRobot tambi¨¦n ha desarrollado una fregona circular de limpieza que usa un l¨ªquido a base de cloro, y un robot con ruedas para limpiar los fondos de las piscinas.
Bill Gates imagina en Scientific American un escenario en el que diversos artefactos robotizados est¨¢n conectados sin cables a los ordenadores personales: en el jard¨ªn, operarios circulares similares a Roomba siegan la hierba, mientras que sus primos aspiran y limpian los suelos de las habitaciones. Los robots externos est¨¢n provistos de GPS y saben d¨®nde se encuentran en cada momento. Los de interior pueden tener mapas procesados de las habitaciones o simplemente aprender los contornos gracias a sus sensores. Dentro de la casa permanecen dos robots m¨¢s avanzados que Roomba -cuya versi¨®n b¨¢sica no supera los 160 d¨®lares-, obviamente ficticios: un "dispensador de medicinas" con brazos articulados, una c¨¢mara y un micr¨®fono al cuidado de una persona enferma; el otro consiste en un par de brazos articulados que doblan la ropa y la colocan en un armario. ?Podemos realmente esperar enfermeras-robots en poco tiempo?
"Las sociedades occidentales se hacen cada vez m¨¢s mayores, con problemas f¨ªsicos y mentales, y tienen la necesidad de tener a alguien alrededor que los cuide", responde Kevin Warwick, profesor de Cibern¨¦tica de la Universidad de Reading (Reino Unido). "En ese sentido, existe aqu¨ª un impulso para la rob¨®tica". Otros "puntos calientes" que empujar¨¢n el desarrollo de los robots son el entretenimiento, los videojuegos (jugar contra un robot en vez de interactuar con una pantalla) y la seguridad: aunque los seres humanos tienen una capacidad visual muy superior a la de las m¨¢quinas a la hora de reconocer objetos y caras conocidas entre una multitud, las m¨¢quinas podr¨¢n desempe?ar un papel decisivo para identificar a una persona, bien sea por sus huellas dactilares, el iris o incluso la temperatura de su cuerpo: no necesitar¨¢n ojos.
"La inteligencia artificial tiene ventajas enormes sobre la inteligencia humana, ya que puede detectar en la banda de infrarrojos, rayos X?", asegura Warwick. Y sobre lo que resulta un enfoque interesante, nosotros somos la limitaci¨®n. "Es posible que haya cosas que no conseguimos que las m¨¢quinas hagan, pero quiz¨¢ esto resulte demasiado restrictivo para ellas". Este cient¨ªfico brit¨¢nico est¨¢ convencido de que el ser humano se "mezclar¨¢" con las m¨¢quinas. De hecho, afirma, el sistema nervioso humano ya es capaz de comunicarse con ellas de forma electr¨®nica.
En su proyecto Cyborg 2, Warwick se hizo implantar un conjunto de cien microelectrodos m¨¢s peque?os que una u?a en uno de los nervios de su brazo izquierdo. "Las se?ales provenientes de mi cerebro fueron capaces de mover una mano rob¨®tica", asegura. "Tambi¨¦n he recibido en mi sistema nervioso las se?ales de los dedos". De esta forma, Warwick ha logrado controlar con su mente sillas de ruedas el¨¦ctricas, o accionar interruptores de puertas o luces sin mover un solo dedo. Incluso sus se?ales han viajado a trav¨¦s de Internet para ejercitar una acci¨®n a distancia, lo que demuestra una especie de telepresencia con la mente. "Son los primeros experimentos, crudos si se quiere, pero as¨ª ocurri¨® con el tel¨¦fono o el tel¨¦grafo". La comunicaci¨®n directa entre sistemas nerviosos, o incluso entre un cerebro humano y otro, es algo que aparece en el horizonte de los pr¨®ximos diez a?os, asegura Warwick. El paso hacia el ciborg humano ha comenzado. Y eso despierta recelos. ?Debemos temer a las m¨¢quinas? ?Saldr¨¢n alg¨²n d¨ªa fuera de nuestro control?
De forma bastante inteligente, el escritor de ciencia-ficci¨®n Isaac Asimov incluy¨® en sus famosas leyes de la rob¨®tica una prerrogativa fundamental: "Un robot no podr¨¢ herir a un ser humano o, por inacci¨®n, permitir que un ser humano sufra da?os". Pero lo cierto, indica Warwick, es que los robots est¨¢n entrando con fuerza en el campo militar -desde los artefactos que retiran y detectan bombas en los caminos hasta los aparatos autom¨¢ticos que vuelan en misiones de reconocimiento- y que entre sus objetivos figura el da?o a otros seres humanos y el imperativo de protegerse a s¨ª mismos. No parecen seguir la m¨¢xima de Asimov. Su control va a ser algo bastante dif¨ªcil. "Creo que tendremos problemas en los pr¨®ximos veinte a?os en el campo militar", asegura este experto brit¨¢nico en cibern¨¦tica.
Lo cierto es que las m¨¢quinas, en algunos sentidos, ya son netamente superiores a los seres humanos. Hace ya una d¨¦cada que el ex campe¨®n mundial Gary Kasp¨¢rov perdi¨® su partida con el programa Deep Blue, de IBM. Las pasadas navidades, otro programa, Deep Fritz, que puede comprarse por poco m¨¢s de 15 euros, barri¨® sin problemas al vigente campe¨®n, Vlad¨ªmir Kramnik. "Es algo que no me asusta en absoluto, por la misma raz¨®n que no me asusta que los ordenadores calculen m¨¢s r¨¢pido que las personas", responde Ram¨®n L¨®pez de M¨¢ntaras, presidente de la Uni¨®n Internacional de Inteligencia Artificial e Investigador del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC). "Lo que me alegra es la extraordinaria capacidad del cerebro humano para crear estos aparatos tan sofisticados". Como Warwick, M¨¢ntaras admite sus temores respecto a las aplicaciones b¨¦licas de los robots: "Me asusta su uso militar, aunque los culpables de ese uso no ser¨¢n los robots, sino las personas que los dise?en y, sobre todo, los pol¨ªticos que decidan financiar su desarrollo". Y en cuanto al aspecto que tendr¨¢n, depender¨¢ un poco de los gustos y la aceptaci¨®n del p¨²blico. Rodney Brooks piensa que los seres humanoides tipo C3P0 no ser¨¢n muy populares en Europa o en Estados Unidos. En Asia, sin embargo, existe una pasi¨®n por los robots humanizados (desde el famoso robot Asimo, de Honda, o el p3, capaz de subir escaleras y andar a una velocidad de dos kil¨®metros por hora).
Andy Ruina, el investigador de Cornell que fabrica sus artefactos b¨ªpedos, rezuma, en cambio, cierto escepticismo cuando se le pregunta por el retrato robot de las m¨¢quinas del futuro. "Depende de lo que entiendas por robot. No soy optimista acerca de que se abran paso de manera tremenda en el mercado, pero todas las m¨¢quinas se hacen cada vez m¨¢s rob¨®ticas". No parece muy probable que hacia 2025 tengamos sirvientes b¨ªpedos, dice. Pero la otra cara puede aparecer en los objetos cotidianos que nos rodean y no nos paramos a considerarlos como robots. Pero en cierto sentido lo son.
"Una cafetera actual tiene el mismo poder computacional que un ordenador de la ¨¦poca de la Segunda Guerra Mundial", prosigue Ruina. "Los tel¨¦fonos, los coches, las c¨¢maras y los juguetes, y hasta las m¨¢quinas de Coca-Cola, ya incorporan ordenadores, por lo que la computaci¨®n estar¨¢ cada vez m¨¢s infiltrada en los productos que nos rodean. Casi todas las m¨¢quinas tendr¨¢n un aspecto ergon¨®mico ya programado, y estaremos interactuando con ellas de forma constante todos los d¨ªas. Y realmente no nos daremos cuenta de esta transici¨®n".
Esta convivencia no es s¨®lo un desaf¨ªo tecnol¨®gico, sino sociol¨®gico, apunta finalmente Mohan Trivedi. Incluso cuando no hablamos de robots militares, nos dice, hay cuestiones que siguen sin respuesta: "?Qu¨¦ tipo de actividades humanas deber¨ªan ser observadas? ?Qu¨¦ informaci¨®n deber¨ªa archivarse en los bancos de datos? ?Qu¨¦ tipo de acciones deben llevarse a cabo sin intervenci¨®n humana? No es demasiado pronto para nosotros para debatir sobre el futuro que se avecina cuando sistemas inteligentes y humanos tengan que convivir y prosperar juntos".
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