La toma del euro
La necesidad de imponer una presencia paritaria en los euros es algo que abre un mont¨®n de calderilla al alcance de las mujeres espa?olas y de las europeas en general. Que se fastidien las euroesc¨¦pticas: por otro lado nos ahorramos la audacia de llevar a la Thatcher en el bolsillo; aunque habr¨ªamos podido disfrutar de una pol¨¦mica brit¨¢nica de alto nivel sobre qui¨¦n tiene m¨¢s derecho a montarse en el euro, si Lady Di, difunta madre del heredero, o Camila, que apacienta al casi imposible y muy probable ex heredero. Otro tema del Reino Unido por excelencia habr¨ªa consistido en un nuevo cara a cara (moneda a moneda) entre Mar¨ªa de Escocia y la reina para nada virgen, Isabel I; y esta vez, adem¨¢s, muy igualaditas en lo de las cabezas.
Puede que mi frivolidad les resulte insufrible y tambi¨¦n insoportable, con lo que cae en general. Mas por donde vivo yo caen tambi¨¦n cosillas -de hecho, hoy espero que salga mi avi¨®n sin problemas en la madrugada del d¨ªa en que ustedes leer¨¢n esto; el avi¨®n de Beirut, quiero decir- y apet¨¦ceme mucho desvariar en torno a nuestras paridades.
Pedazo de lujo ser¨ªa, en efecto, abrir el monederito y pasarle la yema de alg¨²n dedo al relieve del rostro de Clara Campoamor (el de Victoria Kent tampoco estar¨ªa mal: pero ver¨¢n la que se arma como alguien proponga a la Pasionaria; antes, Roc¨ªo Jurado, sospecho) al pagar el peri¨®dico del d¨ªa. ?Me da, amable quiosquero, La Raz¨®n, y yo le doy un Clara Campoamor, defensora del voto femenino? Si esto no forma una excitante parte de la Alianza de Civilizaciones, que venga alg¨²n dios y lo cuente.
Por otra parte, si la Uni¨®n Europea acepta la propuesta espa?ola -que es de esperar haya prosperado en el Parlamento nuestro: todav¨ªa no conozco las votaciones cuando escribo esto, me hallo en un ?ay, qu¨¦ va a pasar?-, y todos los pa¨ªses se ponen a acu?ar como locos monedas con damas ilustres, lo primero que se producir¨¢ es un overbooking o atasco. No puedo ni siquiera imaginar -y mucho menos contabilizar- la de Grandes Mujeres Ignoradas que cada pa¨ªs miembro de este asunto puede aportar al portamonedas de cada cual. Aunque tengo dudas acerca de la actitud de la Francia de Sarkozy. Para m¨ª que este hombre ser¨ªa capaz de disfrazarse de Juana de Arco con tal de aparecer en los euritos. ?Se han fijado que ya es casi tan alto como el rey? El poder ocupa lugar, m¨¢s que la cultura: entre la planta de los pies y el mero suelo. Antes, a eso se le llamaba ortopedia. Ahora lo denominan estilismo. Otro planteamiento espinoso ser¨ªa el de los italianos. Tal como pinta ¨²ltimamente Polonia, imaginen que colocan a Juan Pablo II -que tanto tiene ya de todo- en su euro, con la excusa de que llevaba faldas, y algunas hasta de color carmes¨ª.
Decidida como estoy a no incidir en ninguna cuesti¨®n lacerante de la temida actualidad, profundizo en la reflexi¨®n superficial que hoy me he impuesto, en la esperanza de entretenerles durante unos minutos. Procedo y prosigo.
Por ejemplo, me gustar¨ªa mucho que las mujeres alcanz¨¢ramos la paridad en las estatuas a caballo, los anuncios de compresas -que los publicitaran ellos, quiero decir- y en la gastronom¨ªa de lujo, en donde ya hay mujeres extraordinarias, pero pocas, considerando lo mucho que figuran los creadores culinarios tanto en las pantallas televisivas como en los escenarios internacionales, y lo much¨ªsimo m¨¢s que se han movido, se mueven y se mover¨¢n entre fogones legiones de mujeres acostumbradas a hacer milagros para que su familia se nutra con variaci¨®n y un m¨ªnimo de seguridad. Madres de hijos que ni siquiera son mileuristas.
Lo cual me conduce inexorablemente a referirme a esa alegr¨ªa sin fronteras que sacudir¨¢ a todas las j¨®venes mileuristas cuando, a la hora de cobrar, se encuentren con unas Campoamor contantes y sonantes: record¨¢ndoles sus derechos. Vaya, creo que debo mostrarme generosa: tambi¨¦n los j¨®venes pertenecientes al mileuraje se pondr¨¢n como locos al contemplar el rostro de nuestra hero¨ªna. O de las que vengan, no nos cortemos.
Hay d¨ªas en que una, verdaderamente, no sabe c¨®mo darle las gracias a la vida.
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