?Tiene sentido ejercer de oposici¨®n?
En estos d¨ªas de resaca electoral, vamos conociendo el lento goteo de las renuncias a tomar posesi¨®n de aquellos aspirantes a alcalde, concejal, o (en muchas partes de Espa?a) presidente o diputado de la comunidad aut¨®noma. Tras los casos m¨¢s flamantes y llamativos de Jaume Matas o de Maria de la Pau Janer, hay muchos m¨¢s en algunos parlamentos aut¨®nomos o en tantos y tantos ayuntamientos. La primera impresi¨®n que a uno le produce ese desistimiento a ejercer el papel de opositor al gobierno en el que uno pretend¨ªa estar, es la de un cierto fraude al elector. ?C¨®mo recibir¨ªa la ciudadan¨ªa la confesi¨®n de un candidato que manifestara que ¨¦l o ella s¨®lo se presenta para ganar, y que en caso de no conseguir la mayor¨ªa necesaria para gobernar, piensa renunciar inmediatamente al honor de representar a los sectores de la poblaci¨®n que simpatizan con sus ideas? Parece predominar la sensaci¨®n de que estar en la oposici¨®n es una p¨¦rdida de tiempo. En cambio, una de las condiciones de legitimidad del sistema es, precisamente, la existencia institucional de la oposici¨®n pol¨ªtica como se?al constante de que el recambio en las ¨¦lites gobernantes es posible. Conviene recordar que nos referimos expl¨ªcitamente a la oposici¨®n pol¨ªtica institucional, en sede parlamentaria o de consejo de gobierno municipal, y no a la oposici¨®n que desde fuera de ese orden institucional pueda existir y ejercer como tal.
Dec¨ªa el pol¨ªtico conservador brit¨¢nico de mediados del siglo XIX Benjam¨ªn Disraeli: "No hay gobierno alguno que pueda sentirse seguro sin una oposici¨®n potente". Pero tambi¨¦n nos advert¨ªa el sarc¨¢stico y tambi¨¦n conservador Giulio Andreotti que "hay algo que erosiona m¨¢s que estar en el gobierno, estar en la oposici¨®n". Lo cierto es que dif¨ªcilmente pol¨ªtico alguno puede presumir de carrera pol¨ªtica sostenible y s¨®lida sin el ejercicio de humildad, pero tambi¨¦n de recarga ideol¨®gica de pilas y esperanzas, que implica estar y ejercer de oposici¨®n. En este sentido, hemos visto en Catalu?a que pol¨ªticos de distinto signo han rehusado estar en el Gobierno en posiciones relativamente perif¨¦ricas y marginales, prefiriendo pasar una legislatura en la oposici¨®n con la esperanza de que ello contribuya a clarificar posiciones y rearmar fuerzas y voluntades. Es evidente que en este pa¨ªs estamos m¨¢s cerca del "al enemigo ni agua" que del aforismo que define la oposici¨®n en el sistema brit¨¢nico como la "leal oposici¨®n de Su Real Majestad". Pero ello demuestra nuestra flaca memoria y nuestras a¨²n d¨¦biles actitudes pol¨ªticas que nos impiden sistematizar y recuperar formas de proceder que han resultado provechosas para aquellas fuerzas pol¨ªticas que las han practicado. No podr¨ªamos explicar la gran oleada de proyectos, de esperanzas programadas, de esfuerzos individuales y colectivos almacenados que florecieron en los primeros a?os del posfranquismo, sin hacer referencia al movimiento pol¨ªtico que se enfrent¨® a su autoritarismo y represi¨®n, a lo largo de a?os. Y, al mismo tiempo, sabemos que sin las bases de profesionales y t¨¦cnicos formados a la sombra del tardofranquismo no hubiera sido posible ni siquiera imaginar la aventura ol¨ªmpica en la Barcelona y la Catalu?a de 1992. ?Es casualidad que algunas de las realizaciones m¨¢s presentables de los a?os de Pasqual Maragall (Ley de Barrios, ordenaci¨®n de costas...) fueran precisamente las que m¨¢s preparadas fueron en experiencias como las de los gobiernos en la sombra? Cualquiera que repase los primeros meses del Gobierno laborista de Tony Blair, se dar¨¢ cuenta de que detr¨¢s de la aparente contundencia y rapidez de respuesta del primer blairismo, exist¨ªa una concienzuda preparaci¨®n de think tanks, de gabinetes y equipos de trabajo que en el marco de la oposici¨®n forjada ante el fen¨®meno Thatcher y la reformulaci¨®n del ideario laborista tuvieron que hacer Blair, Anthony Giddens y tantos otros profesionales, dirigentes de entidades y expertos en muy distintos campos.
Muchos partidos saben los altos costes que pagan por cambiar constantemente de caballo en cada elecci¨®n. No hay nada peor que pretender ser lo que no eres. Y si no has ejercido de oposici¨®n, si no has batido el cobre en sesiones aparentemente anodinas de gesti¨®n, sabiendo pasar del caso a la categor¨ªa, y por tanto de la an¨¦cdota a la pol¨ªtica, tu posici¨®n pol¨ªtica en el futuro se ver¨¢ claramente debilitada. El caso de Maria de la Pau Janer nos demuestra con claridad lo que estamos comentando. Su renuncia expresa la impostura de su anterior compromiso. Si ya enajen¨® las iras de muchos fieles del PP que se vieron defraudados personal y pol¨ªticamente, ahora las peores sospechas se han confirmado. La pol¨ªtica es conflicto, y la oposici¨®n es, en palabras de Ionescu y De Madariaga, la forma m¨¢s avanzada e institucionalizada de ese conflicto pol¨ªtico. Bienvenido sea un refuerzo de las oposiciones pol¨ªticas en ayuntamientos y comunidades aut¨®nomas, porque esa es una buena se?al de vitalidad pol¨ªtica de una sociedad. Si encima de que la gente va poco a votar, los que pueden ejercer con dignidad y visibilidad de oposici¨®n leal, pero conflictiva, al poder pol¨ªtico institucionalizado prefieren irse a quedarse y trabajar, las cosas no nos podr¨¢n ir peor. En este sentido, tiene plena vigencia la idea de reforzar institucionalmente, con recursos y con reconocimiento de su dignidad, a la oposici¨®n pol¨ªtica al poder constituido, sea cual sea ese poder. Si no es as¨ª, la democracia nos aparecer¨¢ defectuosa y en parte fraudulenta, ya que no garantiza suficientemente la pluralidad en el sistema pol¨ªtico y no selecciona y mantiene plenamente activos a los mejores en una l¨®gica de conflicto pol¨ªtico que es al mismo tiempo inevitable y conveniente. Busquemos la vitalidad pol¨ªtica del sistema pol¨ªtico catal¨¢n no s¨®lo en la fuerza y legitimidad de sus gobiernos (hoy cuestionada en parte por la alta abstenci¨®n), sino tambi¨¦n por la fuerza, presencia y marco de reconocimiento institucional de sus distintas manifestaciones opositoras. Todos acabaremos ganando con ello.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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