Tribunales falsos y ciudadan¨ªa cr¨ªtica
El se?or de la fotograf¨ªa, Juan Antonio Mart¨ªnez Camino es el portavoz de la Conferencia Episcopal Espa?ola. Ha reaparecido en los ¨²ltimos d¨ªas para proponer que la asignatura Educaci¨®n para la ciudadan¨ªa sea boicoteada por parte de todos los espa?oles "de bien". Independientemente del siempre interesante debate sobre el bien y el mal que se podr¨ªa mantener con el se?or Mart¨ªnez Camino, lo interesante reside en que la Conferencia Episcopal a la que representa, est¨¢ en contra y pide el boicot de una asignatura que, imparti¨¦ndose ya en numerosas democracias avanzadas del entorno europeo, centra sus l¨ªneas formativas en el refuerzo de un modelo de ciudadan¨ªa democr¨¢tica.
Por poner algunos ejemplos, en la asignatura se aprende a considerar igual en derechos a una persona independientemente del color de su piel, su origen, su sexo o su religi¨®n. Se trabaja la comprensi¨®n de las distintas orientaciones sexuales y de los nuevos modelos de familia que ya son una realidad legal en nuestro pa¨ªs, de sus derechos, de su igualdad ante la ley y de su plena normalidad ante la sociedad. Se ense?a a afrontar un acercamiento a la sexualidad desde ¨®pticas no estrictamente reproductivas, explicando la importancia y el buen uso de los m¨¦todos anticonceptivos para evitar embarazos no deseados y enfermedades infecciosas.
Su pretendido boicot constituye un argumento m¨¢s que recuerda la importancia de una educaci¨®n cr¨ªtica
?Por qu¨¦ la Conferencia Episcopal se considera permanentemente como el ¨²nico tribunal v¨¢lido para juzgar lo que es moral?
Por otro lado, se explica el entorno pol¨ªtico en el que vivimos, las caracter¨ªsticas del sistema en el que nos desarrollamos -Monarqu¨ªa parlamentaria y democracia representativa en un Estado laico, miembro de la Uni¨®n Europea-, la importancia de nuestra Constituci¨®n, el significado de la pr¨¢ctica ciudadana, mezcla de derechos y deberes garantizados y orientados a tratar de alcanzar niveles ¨®ptimos de convivencia y desarrollo personal y colectivo en una sociedad determinada. Y todo ello, sobre un edificio de valores que est¨¢ en la base misma de lo que somos -ciudadanos que vivimos en una sociedad democr¨¢tica y desarrollada-, para ser capaces de entender todo lo que podemos ser -una sociedad m¨¢s democr¨¢tica y con niveles m¨¢s depurados de convivencia en un pa¨ªs m¨¢s desarrollado-.
En otras palabras, se trata de un relato ciudadano que orbita alrededor del pilar central en el que se sustenta la condici¨®n de ciudadan¨ªa en una sociedad democr¨¢tica, la tolerancia. ?Es todo esto ideolog¨ªa? Est¨¢ en la base de la forma en la que el socialismo democr¨¢tico interpreta la realidad y entiende una democracia pero, desde el mismo momento en que los valores que inspiran esta visi¨®n pasaron a formar parte de la definici¨®n de nuestra democracia -a?o 1978- dejaron de ser una perspectiva ideol¨®gica y se convirtieron, junto a algunos otros, en el centro de gravedad del espacio p¨²blico que compartimos.
La pregunta es la misma de siempre con la Conferencia Episcopal Espa?ola: ?por qu¨¦ se autoconsidera permanentemente como el ¨²nico tribunal v¨¢lido en Espa?a para juzgar lo que es moral y lo que no lo es, los valores que aprueban y los valores que suspenden en ese permanente examen, orientado y plenamente ideol¨®gico, que nos plantean? Y, por otro lado, ?tiene la Conferencia Episcopal legitimidad para hacerlo?
Abundante material nos permite dudarlo. En primer lugar, porque es probable que todav¨ªa no acepte que nuestro pa¨ªs, a trav¨¦s de su Constituci¨®n y de su propio sistema democr¨¢tico, ha elegido, tal y como antes se?alaba, otro tribunal para evaluarse, el de los valores que impregnan nuestra propia democracia, el de las leyes que la constituyen y la organizan y el de las normas que regulan el espacio y el tiempo que compartimos.
En segundo lugar, porque ense?ar todo esto en las escuelas es un refuerzo democr¨¢tico que obstaculiza los intentos de agresi¨®n que la democracia -en su sentido amplio- pueda recibir por parte de todos los que pretendan erigirse en tribunales paralelos del bien y del mal. En la historia de Espa?a, especialmente en ¨¦poca contempor¨¢nea, podemos encontrar mucho de esto. Por ejemplo, que la jerarqu¨ªa cat¨®lica no demostr¨® comprender muy bien la importancia de la defensa de los valores democr¨¢ticos durante la segunda parte del siglo pasado, y que en la actualidad parece que sigue sin comprenderlo. Es decir, que, con todo, ni est¨¢ para hablar ni tiene legitimidad alguna para erigirse en tribunal que juzgue cu¨¢les son los valores buenos y cu¨¢les los malos en esto de la democracia, porque eso es competencia de los ciudadanos y no de ninguna iglesia.
Desde esa ¨®ptica, no resulta para nada sorprendente que la Conferencia Episcopal busque el boicot de una asignatura nacida para explicar y reforzar lo que somos; personas que, en democracia, hemos decidido constituirnos libremente en ciudadanos, libres de pensar como queramos, informados y cr¨ªticos, que reivindicamos los valores que inspiran nuestra libertad y que entendemos la realidad desde perspectivas incluyentes. Que nos sentimos protegidos por los valores de nuestra democracia y nos sabemos juzgados por los c¨®digos legales que la organizan.
En resumen, que no aceptamos su examen y que no reconocemos su tribunal, porque ni tiene legitimidad de origen ni la tiene de ejercicio. Porque el tiempo en el que pod¨ªa juzgarnos ya pas¨®, porque en democracia ya no puede y porque su solo intento de erigirse en tribunal, su pretendido boicot, tan solo es un argumento m¨¢s que recuerda la importancia de una educaci¨®n cr¨ªtica al servicio de una ciudadan¨ªa democr¨¢tica.
Eduardo Madina es diputado del Partido Socialista de Euskadi por Vizcaya.
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