"Estamos empantanados en la corrupci¨®n"
Jos¨¦ Vidal-Beneyto fue una de las personas que m¨¢s trabajaron por agrupar a la oposici¨®n contra el franquismo. Una vez muerto Franco y celebradas las primeras elecciones democr¨¢ticas, se ha convertido en un hombre cr¨ªtico con una clase pol¨ªtica e intelectual espa?ola que ha celebrado la famosa transici¨®n como un modelo insuperable.
Pregunta. ?Qu¨¦ razones le han llevado a Memoria democr¨¢tica , un nuevo ensayo sobre la transici¨®n?
Respuesta. El tema de la transici¨®n me concierne muy directamente; no s¨®lo por mi compromiso con la lucha por las libertades, a partir de los primeros a?os sesenta, sino porque estuve en ese proceso: primero, con las Mesas Democr¨¢ticas, y despu¨¦s fui presidente de la Junta Democr¨¢tica de Madrid y luego de la delegaci¨®n de las Juntas Democr¨¢ticas en el exterior [organismos de la oposici¨®n al franquismo], que fueron los principales actores del paso a la democracia. Por lo dem¨¢s, creo que es necesario introducir otras perspectivas sobre ese proceso de la reciente historia de Espa?a, que est¨¢ absolutamente dominado por la hip¨®tesis de una transici¨®n mod¨¦lica que pretende que se oper¨® una transformaci¨®n total y casi espont¨¢nea desde el franquismo. Lectura que comparten muchas fuerzas pol¨ªticas, as¨ª como una buena mayor¨ªa de los historiadores, sin excluir a los m¨¢s notorios.
"La amnesia tras la dictadura legitim¨® la sociedad de Franco, sus triunfadores y sus botines"
"Me parece indiscutible que Espa?a es hoy un aut¨¦ntico r¨¦gimen democr¨¢tico"
P. No es la primera vez que se ocupa usted de este tema. ?Cu¨¢les fueron sus aportaciones anteriores?
R. Efectivamente, en 1977, un par de meses antes de que entr¨¢semos en democracia, publiqu¨¦ Del franquismo a una democracia de clase, que es un relato de la resistencia popular durante la transici¨®n. Y en 1981 hice un primer balance en Diario de una ocasi¨®n perdida. Como se deduce del simple enunciado de ambos t¨ªtulos, me distancio de la presentaci¨®n, que yo llamo can¨®nica, de la transici¨®n, seg¨²n la cual el franquismo desemboc¨®, casi se autotransform¨®, en democracia, y afirmo, por el contrario, que fue el resultado de la convergencia de una moderada pero continua presi¨®n exterior de las democracias occidentales as¨ª como de las internacionales democr¨¢ticas -libe-ral, socialista y democristiana-, que en los a?os setenta coincidieron con una notable movilizaci¨®n de las fuerzas populares en el interior de Espa?a, sobre todo del mundo del trabajo, con m¨¢s de 15.000 acciones de contestaci¨®n en los ¨²ltimos cinco a?os del r¨¦gimen franquista. En cualquier caso, era evidente que la autocracia del general Franco, aunque se hubiera suavizado y normalizado, era incompatible con el concierto occidental de naciones, donde s¨®lo cab¨ªan los pa¨ªses democr¨¢ticos. Hab¨ªa pues que pasar a otra cosa.
P. La casi totalidad de los analistas de la transici¨®n considera que trajo una verdadera democracia, y algunos, que no. ?En qu¨¦ grupo se sit¨²a usted?
R. Me parece indiscutible que Espa?a es hoy un aut¨¦ntico r¨¦gimen democr¨¢tico. Y en algunos aspectos -por ejemplo, la organizaci¨®n territorial del Estado o la respuesta a los grandes problemas que llamamos de sociedad, como la inmigraci¨®n, la droga, el tratamiento de las minor¨ªas sexuales, etc¨¦tera-, la respuesta espa?ola es m¨¢s avanzada que la de muchas democracias europeas, como la francesa, sin ir m¨¢s lejos. Los que no aceptan esa verdad, no debieron sufrir el franquismo. Pero para m¨ª la cuesti¨®n no es ¨¦sa, sino que la modalidad del cambio y la amnesia colectiva que luego se decret¨®, y que nos sigue impidiendo hablar de nuestra militancia antifranquista -silencio que nos igual¨® a todos en democracia, franquistas y dem¨®cratas-, legitim¨® con ello la sociedad del general Franco, sus triunfadores y sus botines. Un somero an¨¢lisis de la Espa?a actual y de su clase dirigente nos remite a los mismos nombres, los mismos bancos, las mismas familias. Y quiz¨¢, lo que es m¨¢s grave, a los mismos modelos y los mismos valores. La democratizaci¨®n de la corrupci¨®n es la quiebra de la moral p¨²blica como su inevitable consecuencia. Limitar la transici¨®n a su andamiaje institucional es falsear su naturaleza y alcance; es confinar una operaci¨®n de conquista de una nueva realidad pol¨ªtica en una negociaci¨®n de notables.
P. ?Que quiere decir, concretamente, cuando habla de "una ocasi¨®n perdida"?
R. Si me permite la tautolog¨ªa, le dir¨¦ que las cosas se hacen cuando se pueden hacer. En los a?os setenta, los pa¨ªses del sur de Europa -Portugal, Grecia, Espa?a- encararon un proceso fundamental de cambio pol¨ªtico hacia la democracia, vigilado, pero tambi¨¦n, de alguna manera, propiciado por Estados Unidos. Es decir, hacia un r¨¦gimen pol¨ªtico con libertades, plural y representativo, pilotado por los partidos pol¨ªticos. Ese sistema, que nos ven¨ªa sustancialmente de los siglos XIX y primera mitad del XX, hac¨ªa agua por muchas partes, y los l¨ªderes del mundo occidental comenzaban a estar muy inquietos. La Trilateral, organizaci¨®n de la que formaban parte las grandes compa?¨ªas financieras e industriales del mundo -lo que llamamos ahora multina-cionales- y los representantes de las principales organizaciones pol¨ªticas, encarg¨® un informe sobre el funcionamiento de la democracia a tres ilustres profesores de ideolog¨ªa conservadora: un norteamericano, Samuel Huntington; un japon¨¦s, Watanuki, y un franc¨¦s, Michel Crozier. Su conclusi¨®n fue que las disfunciones de que sufr¨ªa la democracia aumentar¨ªan, porque la complejidad del mundo contempor¨¢neo era incompatible con la participaci¨®n individual en las sociedades de masas. La soluci¨®n, pues, era reducir o encuadrar esa participaci¨®n, respetando los derechos humanos. Es decir, reformular la democracia.
P. ?Y qu¨¦ sucedi¨® despu¨¦s?
R. Pues que el sistema democr¨¢tico continu¨® degrad¨¢ndose, con la representaci¨®n convertida en un parab¨¢n de la voluntad de los partidos, hundidos en el sectarismo, y la pol¨ªtica devorada por una desbordada cratofilia, transformada en mera lucha por el poder. Grecia, Portugal y Espa?a ten¨ªan que refundar sus pa¨ªses en democracia, ten¨ªan que instaurar nuevos regimenes democr¨¢ticos, y algunos incurables ut¨®picos pensamos que era la oportunidad que est¨¢bamos esperando. Entre otras cosas porque, a pesar de la peque?ez de nuestros pa¨ªses, la cultura grecolatina y la importancia geopol¨ªtica del Mediterr¨¢neo pod¨ªan dar a la operaci¨®n una fuerte proyecci¨®n.
P. En definitiva, propon¨ªan intentar un experimento. Pero ?no le parece que experimentar cuando se quiere salir de dictaduras puede ser muy peligroso, por el riesgo de involuci¨®n?
R. No entonces, ya que la ocasi¨®n era excepcional; pues, como prueba todo el material emp¨ªrico de que disponemos sobre aquella ¨¦poca, en especial las encuestas cualitativas y las entrevistas en profundidad, exist¨ªa una fuerte disponibilidad ciudadana coincidente con una extraordinaria moderaci¨®n en las expectativas y en las demandas populares. Pero sobre todo porque ten¨ªamos por encima al Big Brother, personificado entonces por el presidente Nixon, que envi¨® a Madrid al subdirector de la CIA, Vernon Walters, para entrevistarse con Franco y con la c¨²pula militar, comenzando por el general D¨ªez Alegr¨ªa. Est¨¢bamos en 1971, y todo qued¨® atado y bien atado. Con tal de que continuasen las bases militares y se mantuviese Espa?a en el dispositivo geo-pol¨ªtico norteamericano, EE UU garantizaba la sucesi¨®n del r¨¦gimen frente a cualquier golpe, viniese de la izquierda comunista o de militares facciosos. Tal y como qued¨® probado con la experiencia portuguesa, con padrinos de esa talla la estabilidad estaba asegurada y la involuci¨®n era imposible. Perdimos, pues, esa ocasi¨®n, y hoy estamos empantanados en la corrupci¨®n, incluso bajo su forma m¨¢s dram¨¢tica, el terrorismo, que transforma en muerte el enfrentamiento de posiciones pol¨ªticas antagonistas.
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