Creyentes y ciudadanos
Soy autor de un libro dedicado a los profesores de la asignatura Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa. Lo he hecho pensando que ejerc¨ªa el noble arte de la ¨¦tica pol¨ªtica, as¨ª que deber¨ªa asombrarme del comunicado de los obispos que descalifica esa incursi¨®n como atentado a derechos de los padres. Pero no me asombro porque fue lo mismo que dijeron sobre el divorcio y la LODE, aunque los protagonistas fueran el h¨¢bil Taranc¨®n, el bueno de D¨ªaz Merch¨¢n y, ahora, el duro de Rouco.
La Iglesia espa?ola tiene un esquema mental con el que mide la relaci¨®n de la pol¨ªtica con la moral y es ¨¦sta: existe un derecho natural que tiene sus principios establecidos sobre lo que es bueno y malo en la vida privada y p¨²blica. Como su representante en la tierra es la Iglesia cat¨®lica, hay que atenerse a ¨¦sa cuando se legisle sobre el particular. Este supuesto va cambiando de piel: ya no se habla de derecho natural sino de un "derecho originario e inalienable"; ya no se presenta la Iglesia como garante del mismo, sino que se le atribuye "a los padres y a la escuela" (privada); ya no afecta a toda la vida social, sino s¨®lo a la familia y a la sexualidad.
Se echa de menos lo mejor de una tradici¨®n tan fecunda como la cristiana
El problema para la Iglesia es la familia y la sexualidad, reducto de un imperio venido a menos
Los n¨²meros 11 y 12 de la declaraci¨®n del pasado 21 de junio son fiel reflejo de esta teor¨ªa. Suena la alarma cuando constatan que la citada asignatura pretende "la formaci¨®n de la conciencia moral de los alumnos". Eso es una grave lesi¨®n "al derecho originario e inalienable" de los padres y de las escuelas privadas (las publicas tienen que ser ideol¨®gicamente "neutrales"), ¨²nicos habilitados para "elegir la formaci¨®n moral que deseen para sus hijos". La LOE, al no respetar estos principios, permite que el Estado "suplante a la sociedad como educador de la conciencia moral", con lo que la formaci¨®n moral degenerar¨¢ en adoctrinamiento.
?Pretende la nueva asignatura formar la conciencia del alumno? Claro que s¨ª, pero s¨®lo en lo que afecta a sus derechos y deberes ciudadanos. ?Puede el Estado, es decir, los representantes del pueblo, legislar sobre asuntos de convivencia de una manera distinta a como lo plantear¨ªa ese famoso derecho natural gestionado por la Iglesia? Es evidente que puede. Lo reconoce el propio documento cuando lamenta que Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa no se haya limitado a explicar la Constituci¨®n y los Derechos Humanos. Se puede hablar de tolerancia, de ciudadan¨ªa, de responsabilidad, de paz y reconciliaci¨®n, de la pobreza en el mundo y del medio ambiente. Eso forma parte de la moral p¨²blica y hablar de eso no parece que atente "al derecho originario". Se puede hablar de ello sin peligro de adoctrinamiento porque la educaci¨®n c¨ªvica no significa que se hable de sus temas sin sentido cr¨ªtico. Se puede criticar la democracia realmente existente desde lo que Aranguren llamar¨ªa "la democracia como moral" y los derechos humanos tienen flancos muy vulnerables. Eso forma parte de la famosa "libertad de ense?anza" que no es s¨®lo el derecho a crear centros privados con ideario religioso, sino tambi¨¦n libertad de c¨¢tedra en la escuela p¨²blica y en la privada. El respeto al sentido cr¨ªtico consolida la convivencia m¨¢s que cualquier apolog¨ªa.
Reconozcamos que aqu¨ª la Iglesia ha dado un paso adelante. No est¨¢n tan lejos los tiempos en los que la Iglesia condenaba la libertad de conciencia, la libertad de ense?anza, el liberalismo, la democracia y hasta persegu¨ªa los derechos humanos; y m¨¢s cercanos, en los que no hab¨ªa m¨¢s moral p¨²blica y privada que la suya. Como suele decir el te¨®logo alem¨¢n Johan Baptist Metz "no hay un solo valor moderno que no haya sido desacreditado por la Iglesia", aunque muchos de ellos han salido del seno del cristianismo.
El problema es la familia y la sexualidad, ¨²ltimo reducto de un imperio tem¨¢tico venido a menos. El alumno puede o¨ªr juicios sobre el matrimonio gay que no concuerden con lo que le digan en clase de religi¨®n cat¨®lica. ?Justifica esta disonancia le negaci¨®n de la asignatura? Desde luego nada impide que, en nombre de la libertad de c¨¢tedra, un profesor de la escuela p¨²blica critique esa figura y otro, de la privada, la elogie. Lo importante es que se conozca esa modalidad jur¨ªdica y se la pueda juzgar libremente.
Esta confrontaci¨®n entre Iglesia y Gobierno por una asignatura semejante no la han dado los franceses ni los alemanes, sin duda porque tienen otra idea del lugar de la religi¨®n en democracia. Resulta dif¨ªcil imaginar a un obispo franc¨¦s diciendo que no se pueden defender los derechos republicanos en una escuela cat¨®lica o exigiendo "neutralidad ideol¨®gica" en la escuela p¨²blica. La diferencia es que mientras en el pa¨ªs vecino el republicanismo forma parte de la cultura general, aqu¨ª la versi¨®n escol¨¢stica del derecho natural es residual. Eso explicar¨ªa por qu¨¦ la Iglesia francesa es socialmente tan influyente, pese a la rigurosa laicidad del Estado, y aqu¨ª cada vez lo es menos, pese a la complaciente "aconfesionalidad" del Estado espa?ol.
Se equivoca gravemente la Iglesia espa?ola si mide su presencia social por el eco que encuentra en un partido pol¨ªtico. Ese eco es ruido y la triste verdad es que cada vez interesa menos su discurso a los creyentes, tambi¨¦n a los de ese partido, y al conjunto de la sociedad espa?ola. Es verdad que no corren tiempos favorables a la l¨ªrica, pero se echa de menos una voz que despierte lo mejor de una tradici¨®n tan fecunda como la cristiana que es algo m¨¢s que familia y sexo.
Reyes Mate es autor de Luces en la ciudad democr¨¢tica. Gu¨ªa del buen ciudadano, Pearson, Madrid, 2007.
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