La memoria de los obispos espa?oles
Los obispos acusan al Gobierno socialista de reabrir heridas de la Guerra Civil con su proyecto de ley sobre la memoria hist¨®rica. Ellos llevan d¨¦cadas empe?ados en elevar a los altares a miles de muertos, todas de un bando, en aquella contienda incivil.
La Conferencia Episcopal Espa?ola sostiene que la II Rep¨²blica (1931-1939) signific¨® para la Iglesia cat¨®lica "la ¨²ltima persecuci¨®n religiosa", con 6.832 m¨¢rtires, entre ellos 4.184 sacerdotes y 12 obispos. Los obispos excluyen de la relaci¨®n a los curas fusilados por los fascistas en el Pa¨ªs Vasco.
La ofensiva de la jerarqu¨ªa cat¨®lica para elevar a los altares a sus v¨ªctimas se inici¨® apenas proclamada la victoria del sublevado general Franco, el 1 de abril de 1939. P¨ªo XII, elegido Papa un mes antes, lo proclam¨® en un radiomensaje 15 d¨ªas despu¨¦s (16 de abril): "La naci¨®n elegida por Dios acaba de dar a los pros¨¦litos del ate¨ªsmo materialista la prueba de que, por encima de todo, est¨¢n los valores de la religi¨®n". El pont¨ªfice rubric¨® esa admiraci¨®n nombrando al implacable dictador espa?ol protocan¨®nigo de la romana bas¨ªlica de Santa Mar¨ªa la Mayor.
Los obispos de la ¨¦poca reclamaron de Roma una "beatificaci¨®n colectiva". Los acontecimientos posteriores abortaron la operaci¨®n. La derrota del nazismo y el fascismo en 1945 oblig¨® al Vaticano a retrasar una proclamaci¨®n semejante, temeroso de que la ceremonia se interpretase como una beatificaci¨®n de la dictadura criminal de Franco. Y m¨¢s tarde, muerto P¨ªo XII, el obst¨¢culo fue la evoluci¨®n de catolicismo, impulsada por el Concilio Vaticano II y, sobre todo, por los papas Pablo VI y Juan XXIII, antifranquistas declarados. Este ¨²ltimo lleg¨® a prohibir que se pronunciara la palabra cruzada en su presencia.
Ninguno de los jerarcas del catolicismo en aquel tr¨¢gico per¨ªodo de la historia figura entre los santificables. No el cardenal Enrique Pla y Deniel, obispo de Salamanca en 1936. Bendijo el ajuste de cuentas en una pastoral que apelaba, en met¨¢fora repugnante, a las dos ciudades de san Agust¨ªn, es decir, a una cruzada a muerte de Abel contra Ca¨ªn. Ni tampoco el cardenal de Toledo y primado de Espa?a, Isidro Gom¨¢. Suya fue la idea y el texto de la Carta colectiva del episcopado, de 1937. Sin miramiento alguno, la pastoral se puso de parte de los militares golpistas y proclam¨® "el sentido cristiano de la guerra".
Memoria por memoria, conviene que se conozcan todas. Los obispos se enfadan si se les recuerda que Franco utiliz¨® a placer a la Iglesia cat¨®lica. V¨ªctimas, pero tambi¨¦n verdugos, se dejaron querer durante d¨¦cadas por aquel caudillo, del que obtuvieron generosos beneficios en a?os de terribles penurias -fusilamientos, c¨¢rcel, exilio, hambre y falta de libertades- para el pueblo espa?ol.
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