Nost¨¢lgicos del Trono y del Altar
La lectura del reciente Foro de Debate de El Mundo en torno a la figura del cardenal-arzobispo de Toledo, Antonio Ca?izares, me llen¨® de estupor. Tras dar la bienvenida al ilustre prelado, el director del diario madrile?o le pidi¨® disculpas por haber podido ofender a la Iglesia con motivo de una entrevista publicada en sus p¨¢ginas con el escritor ?lvaro Pombo, en el que ¨¦ste zaher¨ªa su beligerancia antilaica y su anatema contra el matrimonio homosexual. El homenaje de pleites¨ªa a quien mejor encarna posiciones que en otros tiempos eran denominadas ultramontanas y que hoy lo son de integristas tiene al menos el m¨¦rito de dejar las cosas claras: para algunos la sociedad espa?ola, liberada al fin de siglos de tutela eclesi¨¢stica, deber¨ªa someterse de nuevo a los preceptos y prerrogativas que la actual jerarqu¨ªa religiosa a?ora y reclama en su peculiar guerra santa contra el "laicismo radical" y la, en verdad inocua, asignatura de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa, en la que "Dios no cuenta" y "la dimensi¨®n trascendente del ser humano queda reducida a la esfera de lo privado".
?Disculpas? ?Cabe excusarse con una instituci¨®n que jam¨¢s lo ha hecho por los cr¨ªmenes y brutalidades que jalonan su larga y poco piadosa historia? ?Se ha disculpado la Iglesia por los tormentos y hogueras del Santo Oficio que acabaron con la vida de decenas de millares de espa?oles, acusados de judaizantes, luteranos, sodomitas, hechiceros y una larga lista de herej¨ªas reales o supuestas? ?Por la condena de quienes se arriesgaron a pensar por su cuenta y a vivir de acuerdo con su naturaleza y creencias? ?Por su reiterada excomuni¨®n de liberales, masones, republicanos, comunistas, etc¨¦tera, desde el absolutismo fernandino hasta hace unas cuantas d¨¦cadas? ?Por su intervenci¨®n directa en las guerras civiles del XIX que frenaron la modernizaci¨®n de Espa?a y por su vergonzoso apoyo al pronunciamiento militar contra la Rep¨²blica, calificada nada menos que de Cruzada en la Carta Colectiva del Episcopado de 1937? ?Por el exterminio planificado de "los rojos" por ese mismo dictador cat¨®lico a quien recib¨ªan bajo palio en sus tiempos y que acu?aba con su asenso las famosas monedas de "Caudillo de Espa?a por la Gracia de Dios"?
El actual e imparable proceso de apertura de la sociedad hispana eriza los cabellos de nuestros santos tonsurados. Sus iglesias se vac¨ªan, un creciente n¨²mero de j¨®venes se proclaman agn¨®sticos y, pese a las apariciones carism¨¢ticas de los dos ¨²ltimos Pont¨ªfices y la espectacular mercadotecnia a su servicio, la grey se aleja de ellos y no atiende a sus diatribas contra el funesto radicalismo que "niega la libertad religiosa". Podr¨ªan dar un ejemplo de humildad y de esp¨ªritu evang¨¦lico, pero no lo dan. Llenan sus arcas con el dinero del Estado, esto es, del bolsillo del contribuyente, ya sea cat¨®lico o no, y no obstante de eso sue?an en el retorno a la alianza del Trono y el Altar. Presiden bodas principescas y de celebridades del orden de la hija del ex presidente Aznar en El Escorial, mientras privan de la facultad de decir misa a quienes se inspiran en las ense?anzas de Jes¨²s de Nazaret en la medida en que su ejemplo pone al descubierto el farise¨ªsmo propio y el af¨¢n de acumular poder y m¨¢s poder.
Las leyes adoptadas en la actual legislatura responden a las realidades del cambio social y a las expectativas de la gran mayor¨ªa de espa?oles que les da la espalda. La simplificaci¨®n de los procedimientos para abortar, la legalizaci¨®n del divorcio, la ley de parejas de hecho y el matrimonio homosexual no son los cuatro jinetes del Apocalipsis que amenazan, seg¨²n ellos, los fundamentos de la sociedad. Quiebran tan s¨®lo la sujeci¨®n de la conciencia de los fieles a los mandamientos de la Iglesia de Roma a trav¨¦s del confesonario y de la imposici¨®n de preceptos de imposible cumplimiento, como pueden ser el celibato de los cl¨¦rigos y la castidad de los j¨®venes. ?No importa que el anatema contra los anticonceptivos condene a millones de africanos a una muerte lenta, v¨ªctimas del "monstruo de las dos s¨ªlabas", si sus sufrimientos en este bajo mundo le redimen de sus pecados (o de los de sus padres) y facilitan su acceso a la gloria eterna en el M¨¢s All¨¢!
Las tesis de Huntington sobre el choque de civilizaciones no concierne por ahora a nuestros d¨®mines. La Iglesia de Roma no busca la confrontaci¨®n con el islam: secretamente, lo admira y envidia. ?C¨®mo se las arregla para mantener la fe de sus fieles y para congregarlos en sus templos en tanto que los suyos cierran por falta de p¨²blico y las ovejas de su antiguo reba?o se entregan al hedonismo m¨¢s descarado? El culpable es el laicismo, ese laicismo que permite vivir a cada cual conforme a su conciencia.
El proselitismo expansivo de las iglesias evang¨¦licas en Iberoam¨¦rica, con la consiguiente deserci¨®n de una parte de la propia grey, agrava su angustia y dispara todas las alarmas. ?Por qu¨¦ las otras creencias se robustecen y la suya amengua? Y, en vez de proceder a un examen de su vida y conducta y a corregir su muy poco cristiana ostentaci¨®n de riqueza, nuestros obispos vuelven la mirada hacia atr¨¢s. A la bendita ¨¦poca de Fernando VII y del general¨ªsimo Franco, a esos centenares de m¨¢rtires beatificados por Juan Pablo II en Valencia, a quienes el actual arzobispo de la ciudad, Agust¨ªn Garc¨ªa-Gasco, quiere erigir un templo a imitaci¨®n del excavado en el Valle de los Ca¨ªdos. Pues, al tiempo que truenan contra la Ley de Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica de las v¨ªctimas de Franco, se aferran al recuerdo de las persecuciones religiosas evocadas machaconamente durante 40 a?os por los servicios de propaganda del R¨¦gimen y cuyo testimonio se perpetuaba (y a veces se perpet¨²a a¨²n) en las l¨¢pidas que ornaban (u ornan) las fachadas de sus templos.
Lo que aprendieron duramente los espa?oles de derechas o de izquierdas tras 150 a?os de guerras civiles -acabar de una vez por todas con los hechos, situaciones y doctrinas que las provocaron- choca frontalmente con el programa de Rouco, Ca?izares y de los portavoces de la cadena episcopal. Si no hay clima de guerra civil, habr¨¢ que inventarlo. Espa?a agoniza, vuelven los tiempos en los que ser¨¢ necesario defender los principios que sustentan con peligro de sus personas (y de las de los dem¨¢s). Tales dislates, repetidos a diario, no responden, para desdicha suya, a realidad alguna. Los espa?oles nunca han vivido tan bien como hoy, aunque quiz¨¢ el porcentaje de quienes salvan su alma haya descendido un tanto desde los tiempos felices de Arias-Salgado. La tolerancia y el respeto a la libre conciencia de los ciudadanos no matan a nadie. Son los fan¨¢ticos e intolerantes de toda laya quienes manchan sus manos de sangre. Menos de la suya, claro, que de la de los dem¨¢s.
Juan Goytisolo es escritor.
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