Cambiar de equipo cuando acaba el partido
En la recta final de la legislatura, el presidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero se ha comportado como los entrenadores de f¨²tbol cuando el partido est¨¢ en el ¨²ltimo cuarto de hora y las cosas no pintan claras. De la misma forma que ¨¦stos acostumbran a sustituir a un m¨¢ximo de tres jugadores, as¨ª como cambiar las posiciones en el campo de algunos otros, el presidente del Gobierno ha optado por sustituir a tres de sus ministros agotados y cambiar de posici¨®n de juego a un cuarto.
El por qu¨¦ s¨®lo se sustituye un m¨¢ximo de tres jugadores siempre me ha parecido algo misterioso. Pero la comparaci¨®n con la pol¨ªtica me sugiere una explicaci¨®n. Cambiar a tres jugadores entra dentro del margen que ha de tener todo buen entrenador para demostrar sus capacidades t¨¢cticas. Cambiar m¨¢s de tres ser¨ªa s¨ªntoma de que se ha equivocado en la formaci¨®n del equipo inicial, es decir, implicar¨ªa reconocer un fracaso.
M¨¢s que a sus ministros, los fracasos sonados de Zapatero hay que cargarlos a su optimismo y autocomplacencia
Lo mismo ocurre con el Gobierno. Sin duda, hay m¨¢s de tres ministros manifiestamente mejorables. Pero sustituir a m¨¢s de tres ser¨ªa reconocer el fracaso del Gobierno en su conjunto y, por lo tanto, de su presidente, que es el que los ha escogido y tiene, por eso, la responsabilidad in eligendo. Ahora bien, sustituir a tres y cambiar a alguno m¨¢s de lugar de juego puede ser visto como una maniobra propia de un buen estratega. Especialmente cuando da resultado, es decir, cuando sorprendes al contrario, que es lo que ha ocurrido en este caso, en el que el entrenador rival esperaba que el partido acabara antes de tiempo.
Cuando m¨¢s acorralado y perdido parec¨ªa estar despu¨¦s de los fracasos de dos de sus proyectos clave -el proceso de paz en el Pa¨ªs Vasco y el Estatuto catal¨¢n-, Rodr¨ªguez Zapatero, emulando a su amigo Nicolas Sarkozy, ha optado por la sorpresa como v¨ªa para tomar aliento y cobrar delantera.
El empecinamiento en el error de mi paisano Mariano Rajoy me desconcierta. Despu¨¦s de haberle o¨ªdo hace un mes en la Reuni¨®n del C¨ªrculo de Econom¨ªa en Sitges y de su maniobra de tender la mano al Gobierno para un acuerdo contra ETA, pensaba que iba a iniciar un giro. Y digo que me desconcierta porque el papel de duro no va con ¨¦l. De la misma forma que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar no era cre¨ªble en el papel de hombre pac¨ªfico, Rajoy no es convincente cuando adopta el papel de intransigente.
?Qu¨¦ busca Zapatero con estos cambios, m¨¢s all¨¢ de sorprender? Posiblemente, lo mismo que los entrenadores: en unos casos, ganar tiempo; en otros, defender las posiciones logradas; en ocasiones, conseguir en el ¨²ltimo cuarto de hora lo que no se logr¨® en los tres anteriores, o, en fin, levantar el ¨¢nimo de la afici¨®n propia y atraer la simpat¨ªa de la de otros equipos cuando hay que jugar en su campo.
Mirando el perfil y las habilidades que se les suponen a los tres ministros que entran y a la ministra que cambia de lugar, Rodr¨ªguez Zapatero parece querer jugar al ataque en ciertas zonas que pueden ser m¨¢s rentables para su liderazgo, como son la sanidad, la cultura y la vivienda. Y para ello, utiliza jugadores de refresco con conocidas habilidades para jugar por la banda izquierda y por el centro.
En Cultura, en la que el Gobierno est¨¢ perdiendo el apoyo de los intelectuales, entra un excelente poeta y escritor y, a la vez, buen gestor cultural, como ha demostrado ser C¨¦sar Antonio Molina. En Sanidad, campo para impulsar un ordenamiento progresista y liberal en la investigaci¨®n biom¨¦dica, se ficha a un ministro de reconocido prestigio cient¨ªfico y de verbo f¨¢cil como es Bernat Soria. Y en Vivienda, terreno que puede ser para el Gobierno su Waterloo, incorpora a Carmen Chac¨®n, una persona joven, bregada en la pol¨ªtica municipal del Baix Llobregat, y con experiencia parlamentaria.
Adem¨¢s, todos ellos tienen la virtud adicional de poder levantar los ¨¢nimos de una afici¨®n en canchas especialmente importantes para mantener el liderazgo: Catalu?a, Valencia y Andaluc¨ªa. Madrid parece que se la reserva el propio Rodr¨ªguez Zapatero.
En este mismo sentido, el cambio de posici¨®n de juego de Elena Salgado parece tener tambi¨¦n el objetivo de buscar un mejor entendimiento con las aficiones perif¨¦ricas, tanto propias y cercanas. A Jordi Sevilla, como antes Jos¨¦ Bono, le sucedi¨® lo que a ciertos jugadores con ideas propias: se hab¨ªa convertido en un armario en el medio del campo que estorbaba la estrategia de juego del presidente. De la nueva ministra no se sabe que tenga posici¨®n propia sobre la cuesti¨®n, y esto m¨¢s que una r¨¦mora puede ser una ventaja para la estrategia de buscar apoyos en las aficiones perif¨¦ricas.
Algunos se preguntan por qu¨¦ no se ha sustituido a Magdalena ?lvarez, ministra cuestionada. Pero ¨¦sa era probablemente la l¨ªnea roja que no pod¨ªa traspasar. No s¨®lo porque sustituir a m¨¢s de tres ser¨ªa reconocer un fracaso general, sino porque ser¨ªa tocar a la afici¨®n andaluza y, adem¨¢s, habr¨ªa sido darle al PP la pieza que reclamaban. De hecho, el PP ha actuado en este caso como un seguro protector para la ministra de Fomento.
?Servir¨¢ el cambio de Gobierno para que Rodr¨ªguez Zapatero levante el vuelo? No estoy seguro. M¨¢s que a sus ministros, sus fracasos m¨¢s sonados hay que cargarlos a los impulsos vitales que mueven al propio presidente: su "optimismo antropol¨®gico" y la autocomplacencia.
Hasta ahora el "optimismo antropol¨®gico" nos ha metido por callejones y atajos que Dios quiera que tengan salida. El llamado proceso de paz y la negociaci¨®n del Estatuto catal¨¢n fueron muestras de esa funesta man¨ªa que anima a algunos pol¨ªticos a querer resolver mediante atajos cosas que necesitan tiempo y finezza.
Por otro lado, su autocomplacencia con la situaci¨®n econ¨®mica puede no dejarle ver los riesgos econ¨®micos y sociales que hay debajo de la prosperidad. Por se?alar s¨®lo uno, piensen en las consecuencias que tendr¨¢ el que a finales de a?o el Banco Central Europeo sit¨²e el tipo de inter¨¦s b¨¢sico del dinero en el 4,5%. Eso significa casi un 6% de tipo de inter¨¦s hipotecario. Dado que pr¨¢cticamente el 100% de las hipotecas de los ¨²ltimos a?os son a tipo variable (algo que no ocurre en ning¨²n otro pa¨ªs) eso significar¨¢ un coste hipotecario dif¨ªcilmente soportable para muchas familias, especialmente las j¨®venes y las m¨¢s necesitadas.
Esperemos que los nuevos ministros y ministras le ayuden a atemperar ese optimismo y ver esos riesgos.
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