Benedicto XVI vuelve a rectificar al Vaticano II con la idea de que s¨®lo su Iglesia es verdadera
Roma no comulgar¨¢ con otros cristianos hasta que asuman la autoridad suprema del Papa
La Iglesia cat¨®lica "es la ¨²nica Iglesia de Cristo" y el Papa debe ser aceptado como autoridad suprema por todos los cristianos. Las iglesias ortodoxas orientales y las "comunidades" protestantes (que no son siquiera iglesias) tienen ciertas virtudes y pueden llevar a la salvaci¨®n, pero permanecen apartadas de la verdad. ?se fue, en resumen, el mensaje emitido ayer por el Vaticano en una nota potencialmente pol¨¦mica de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe. Con este punto de partida, parece muy dif¨ªcil que pueda fructificar el di¨¢logo ecum¨¦nico con el resto del cristianismo.
Benedicto XVI se fue de vacaciones dejando sentadas las bases para cualquier di¨¢logo con el resto del cristianismo: se intentar¨¢ la aproximaci¨®n con ortodoxos y protestantes, pero desde el convencimiento de que s¨®lo un interlocutor, la Iglesia romana, tiene toda la raz¨®n. "La comuni¨®n con la Iglesia universal, cuya cabeza visible es el obispo de Roma y sucesor de Pedro, no es un simple signo externo de la Iglesia particular, sino uno de sus principios constitutivos internos", por lo que quienes no respetan la autoridad papal "sufren en realidad una carencia objetiva en su misma condici¨®n de Iglesia particular", se dice en un pasaje de la nota vaticana, firmada por el Papa el pasado 29 de junio, festividad de San Pedro y San Pablo.
La fecha no se escogi¨® al azar, ya que la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe basa su descalificaci¨®n del resto del cristianismo en el hecho de que rompieron con la obediencia al "sucesor de san Pedro", en el caso de los ortodoxos, o, adem¨¢s, dejaron de respetar el "sacerdocio sacramental", en el caso de los protestantes.
El texto, muy esperado, puede parecer involucionista. Llega despu¨¦s del motu proprio papal que devuelve vigencia a la vieja liturgia en lat¨ªn, y dedica su primer punto a proclamar que el Concilio Vaticano II no cambi¨® absolutamente nada desde el punto de vista doctrinal. Joseph Ratzinger particip¨® en aquel concilio (1962-1965) como uno de los te¨®logos m¨¢s aperturistas y deseosos de romper con el reaccionarismo heredado de P¨ªo XII. Unos a?os despu¨¦s, a la vista de los acontecimientos de 1968, Ratzinger se aline¨® con los tradicionalistas. La afirmaci¨®n inicial del documento ("el Concilio Ecum¨¦nico Vaticano II ni quiso cambiar la doctrina sobre la Iglesia ni la cambi¨® en absoluto") sugiere una cierta voluntad de suprimir aquel impulso modernizador.
Si el texto se interpreta como una aclaraci¨®n o continuaci¨®n de la enc¨ªclica Dominus Iesus (2000), que ya establec¨ªa que la verdad cristiana estaba exclusivamente del lado cat¨®lico, se extraen otras conclusiones. La afirmaci¨®n de que el Vaticano II no supuso ning¨²n cambio doctrinal sirve a los te¨®logos papales para centrarse en la ¨²nica cuesti¨®n que les interesa: un breve pasaje, dentro de los numerosos documentos generados por el concilio, en el que se dec¨ªa que "la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia cat¨®lica".
Algunos te¨®logos no alineados con la ortodoxia vaticana, como Leonardo Boff, entendieron esa frase como un reconocimiento de que la herencia de Cristo pod¨ªa "subsistir" tambi¨¦n en las otras confesiones cristianas. Y eso es precisamente lo que el Papa rechaza de plano.
El documento emitido por la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe se articula sobre cinco preguntas con sus respectivas respuestas, como un catecismo, para resultar lo m¨¢s claro posible. En el segundo apartado dice: "Aunque se puede afirmar rectamente, seg¨²n la doctrina cat¨®lica, que la Iglesia de Cristo est¨¢ presente y operante en las iglesias y las comunidades eclesiales que a¨²n no est¨¢n en plena comuni¨®n con la Iglesia cat¨®lica, gracias a los elementos de santificaci¨®n y verdad presentes en ellas, el t¨¦rmino subsiste es atribuido exclusivamente a la Iglesia cat¨®lica".
El objetivo fundamental del pontificado de Benedicto XVI consiste, seg¨²n proclam¨® ¨¦l mismo tras su elecci¨®n, en el acercamiento a las iglesias ortodoxas. Ratzinger no ha dejado de trabajar en ese sentido y, sin embargo, ahora firma un documento de aspecto severo y de escaso vuelo ecum¨¦nico. ?Una contradicci¨®n? No. El estilo de Benedicto XVI, enemigo de relativismos, es justamente ¨¦ste. Cree en una identidad fuerte para el catolicismo y s¨®lo est¨¢ dispuesto a transigir en aquello que, para ¨¦l, no afecta a las verdades fundamentales de la fe. La misa en lat¨ªn, por ejemplo. La autoridad papal o la eucarist¨ªa, en cambio, no son negociables. Las iglesias ortodoxas parecen agradecer que su interlocutor cat¨®lico utilice palabras firmes y un punto de intransigencia: sus dirigentes hablan ese mismo idioma.
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