'Banner'
Bruselas ha abierto expediente a Espa?a por permitir que se supere de modo sistem¨¢tico el m¨¢ximo de 12 minutos seguidos de comerciales en las televisiones. La comisaria de la sociedad de la informaci¨®n Viviane Reding est¨¢ muy disgustada porque tampoco se cumple el intervalo de 20 minutos entre bloques de anuncios, de modo que m¨¢s que de acuerdo con la directiva Televisi¨®n sin Fronteras vivimos bajo el imperio de la Publicidad sin L¨ªmites (y no s¨®lo en la galaxia cat¨®dica, ahora pixelada)
Leo la noticia en un diario digital mientras el ordenador chirr¨ªa de modo sospechoso. Es un sonido inquietante, desagradable, inexplicable. Pese a mi infinita ignorancia acerca de las TIC (nuevas tecnolog¨ªas) alcanzo a saber que un port¨¢til modelo est¨¢ndar no dispone de carburador ni correa de ventilaci¨®n, as¨ª que no puede ser eso. Pero el ruido se repite cada 6 segundos y no logro concentrarme en la lectura de las reacciones y comentarios acerca de la operaci¨®n por la que Soria (de Carlet a Valencia, de Valencia a Elche y de Elche a Sevilla) ha terminado en Madrid al tiempo que Sevilla iba de Valencia a Madrid, a Castell¨®n, a Madrid y a Valencia. Tampoco acabo de entender las repercusiones que todo este baile acabar¨¢ teniendo en los mejillones cebra del Ebro ni en las mariposas tigre de L'Albufera ya que el aparato insiste en su quejido horr¨ªsono por m¨¢s que lo apague y vuelva a encender. Y as¨ª varios d¨ªas. Al cuarto o quinto, al leer el correo, encuentro en la esquina superior derecha la explicaci¨®n a tanto estruendo: de repente aparece una especie de b¨®lido que frena tan escandalosamente como si lo hiciera sobre el asfalto de X¨¢tiva en agosto. Y un texto me conmina: "Ponte al mando de un coche de competici¨®n". Acab¨¢ramos. Se trata de un anuncio. De un banner, que les llaman. Pero animado. Muy animado, dir¨ªa yo. Tanto que me anima a acordarme (?qu¨¦ injusticia!) de la que dio el ser al creador de tan falsa alarma, si consideramos que adem¨¢s el modelo en cuesti¨®n resulta ser de lo m¨¢s corrientito.
Esta experiencia cibern¨¦tica me ha estimulado a fijarme en la publicidad que se nos cuela encima y abajo, delante y detr¨¢s, a derecha e izquierda de la pantalla del ordenador. Y desde luego que se producen parad¨®jicas asociaciones. Junto a una noticia sobre ni?os jornaleros se me empuja hacia la ludopat¨ªa, una "hipoteca cero" y a pedir m¨¢s por mi n¨®mina; un reportaje sobre las mujeres suicidas palestinas acompa?a a "¨¦xitos, grandes cl¨¢sicos y novedades, un mill¨®n de canciones...". Monse?or Rouco sin dimitir mientras me ofrecen adosados, sartenes, seguros de coche y moto y ponerme en forma sin salir de casa. Es temporada de cielos muy azules, nubecillas blancas y globos rojos promocionando hoteles. Intento chatear con mi sobrino entre anuncios que apremian y estresan: una flecha roja que se mueve hacia abajo dice que cierto chef (olla) cocinar¨¢ por m¨ª. Arriba 30 emoticones gui?an los ojos, tocan la guitarra y hacen refulgir la dentadura: "cuidado, ya estamos aqu¨ª". No hubo unidad en el recuerdo de Miguel ?ngel Blanco. "Haz clic aqu¨ª, pulsa aqu¨ª ahora, aci¨¦rtale al mono en la cabeza"... Dos mujeres asesinadas en Murcia y Melilla. "Mariposas en el est¨®mago. Te ayudamos a buscar tu pareja ideal (incluye test de personalidad)". Un diario digital bien informado no parece muy al d¨ªa en deportes: a¨²n anuncia la 32 Copa del Am¨¦rica y al Desaf¨ªo Espa?ol 2007. Claro que si pagan... Otra coincidencia curiosa es la que promociona "el blog m¨¢s caliente" con una columna dedicada a anunciar lubricantes, rebajas y dep¨®sitos mensuales.
Dicen que, a fuerza de costumbre y porque la naturaleza es sabia, acabamos por desarrollar una especie de ceguera a los banners. Los defensores de la creciente publicidad en Internet alegan que los bloguers tambi¨¦n tienen derecho a que se remunere su dedicaci¨®n. Los detractores, partidarios de crear zonas protegidas, alegan que el ciberespacio, menos controlable, es un caldo de cultivo para la publicidad enga?osa. Y que el inter¨¦s comercial contamina incluso los buscadores.
Pero es que el mundo y nuestras vidas est¨¢n contaminados. ?Qui¨¦n los...?
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