El espect¨¢culo del arte
Jason Schmidt, neoyorquino de 37 a?os, es el fot¨®grafo de los artistas del siglo XXI. Comenz¨® en 2000 con una serie de retratos que han ido apareciendo en la revista V bajo el t¨ªtulo Work in progress (Obra en curso). Hoy, esas im¨¢genes, recogidas en el libro Artists, que se acaba de publicar, son el carn¨¦ de identidad de 131 protagonistas del arte de ahora mismo. Pero tambi¨¦n son un reflejo del gigantesco boom que vive el mercado: un pulso de consecuencias a¨²n difusas entre creadores y compradores (los reci¨¦n llegados al mercado pertenecen a mundos inquietantes: son los inversores de fondos de alto riesgo o hedge-funds, cuyo dinero fresco y especulativo est¨¢ haciendo saltar los precios, y a ellos se unen los nuevos millonarios de Rusia, Georgia, Ucrania, China, Hong Kong o Taiwan).
En Chelsea, barrio de Nueva York, ha abierto la galer¨ªa n¨²mero 300
Ugo Rondinone: "Los payasos son el '¨¢lter ego' de los artista"
M¨¢s de la mitad de los 150 artistas de la Documenta son mujeres
La globalizaci¨®n en el arte recupera as¨ª la pista de una vieja melod¨ªa: "Money, money, money, money...".
En el barrio de Chelsea (Nueva York) acaba de abrir la galer¨ªa n¨²mero 300, convirti¨¦ndose la ciudad en la c¨²spide de un tri¨¢ngulo comercial que sigue en Londres y tiene su ¨²ltimo v¨¦rtice en Berl¨ªn. El caso de la capital brit¨¢nica, creciente colmena de millonarios del mundo, resulta determinante para analizar el fen¨®meno: las subastas de junio obtuvieron r¨¦cords; marchantes como Gagosian, de Nueva York, o Hauser & Wirth, de Z¨²rich, han abierto galer¨ªas en la ciudad; cada octubre, la feria Frieze atrae a los m¨¢s avispados cazatalentos; decenas de galer¨ªas han abierto en el East London, y la gente hace cola en la White Cube Gallery para ver el cr¨¢neo de platino con 8.601 diamantes de Damien Hirst, a la venta por 72 millones de euros.
El estallido se produjo con el cambio de siglo. Los marchantes buscan ahora a los artistas (a veces para malograrlos) en las atestadas y cada vez m¨¢s numerosas escuelas de arte. Las suscripciones a las revistas especializadas crecen. Las exposiciones, las ferias, el gallery-hopping (saltando de galer¨ªa en galer¨ªa) alcanzan cifras enormes de afluencia y actividad. Y las revistas y editoriales publican sus listas de los mejores creadores del momento (ninguno espa?ol en el libro de Jason Schmidt; uno, Santiago Sierra, en la lista de la revista Flash Art; ninguno en la de la revista Vanity Fair, aunque aqu¨ª s¨ª aparecen dos comisarias, Mar¨ªa de Corral y Rosa Mart¨ªnez, y la coleccionista Tita Thyssen-Bornemisza; y una madrile?a, Sara Ramo, que se form¨® y trabaja en Brasil, en Ice Cube, el libro reci¨¦n publicado por Phaidon sobre j¨®venes talentos).
El espect¨¢culo resulta fascinante. Afina las teclas de la vanidad. Crea superstars. Los egos se tambalean. Y surge una nueva etiqueta: "El artista convertido en cucurucho de palomitas de ma¨ªz", seg¨²n expresi¨®n del escultor Richard Serra.
?Disneyficados o resistentes? Como suele suceder, tambi¨¦n el mundo del arte contempor¨¢neo puede contemplarse como una botella medio vac¨ªa o medio llena. Medio vac¨ªa si se rinde homenaje a Jean Baudrillard, fil¨®sofo y soci¨®logo franc¨¦s fallecido el pasado 6 de marzo, y sus acusaciones al tendido art¨ªstico de duplicidad, nulidad, insignificancia y superficialidad, a lo que se a?ade una pregunta muy clara en su confuso discurso, tan de moda a finales de los ochenta: "?C¨®mo puede una maquinaria de este tipo seguir funcionando en medio de la desilusi¨®n cr¨ªtica y en pleno frenes¨ª comercial?".
La botella medio llena, sin embargo, quiz¨¢ pueda encontrarse en las delicadas y evocadoras p¨¢ginas de Artists, el libro de Jason Schmidt. Aqu¨ª aparecen los creadores sin intermediarios, son ellos mismos en la desnudez o abigarramiento de sus estudios, en los a veces muy complejos montajes de sus exposiciones, enfrentados a su pulsi¨®n creativa sin trampa ni cart¨®n. Antes de editar el volumen (Edition 7L), el fot¨®grafo expuso las im¨¢genes en Deitch Projects de Nueva York (espacio perteneciente a Jeffrey Deitch, una de las luminarias entre los galeristas actuales), y las colg¨® a un tama?o de 40 por 60 cent¨ªmetros, todas iguales. "Poner a unos artistas m¨¢s grandes que otros, de manera que unos parecieran m¨¢s importantes, me pareci¨® que ser¨ªa injusto", comenta el fot¨®grafo. "As¨ª, con todos a peque?a escala, ¨ªntimos, trat¨¦ de evitar cualquier aproximaci¨®n editorial o basada en el prejuicio, de manera que el mensaje para el espectador fuera: 'Esto es lo que hacen; decida usted mismo si es interesante o loco, apasionado o est¨²pido".
?Est¨²pido? Dadas las cifras, de dinero y de personas, que mueve el arte contempor¨¢neo, se deduce que crecen los apasionados y que se estanca o retrocede la cifra de quienes denuncian su presunta estupidez. Sin olvidar el regocijo de algunos articulistas londinenses tras el incendio de parte de la colecci¨®n de Charles Saatchi en mayo de 2004, cuando se supo que una de las obras abrasadas era la tienda de campa?a de Tracey Emin rotulada con los nombres de todos los amantes que hab¨ªan pasado por su vida.
El incendio de ese almac¨¦n fue una oportunidad para que algunos denunciaran la supuesta alianza de fraude, dinero y falta de talento del arte brit¨¢nico, seg¨²n apunta John Carey en su libro ?Para qu¨¦ sirve el arte? Tambi¨¦n se levantaron voces cr¨ªticas interesantes, como la de un artista, Sebastian Horley, quien, con gracia, ech¨® de menos que en la pira funeraria no estuvieran los "bufones de la corte", es decir, los propios artistas. "Eso s¨ª que habr¨ªa sido grandioso". En opini¨®n de Horley, los celebrados premios Saatchi, Jopling y Turner "son para tr¨¢nsfugas y desertores, para forajidos de cart¨®n que se ponen de rodillas para ser premiados por una sociedad a la que juran despreciar. ?D¨®nde ha quedado el desaf¨ªo? ?Por qu¨¦ la generaci¨®n punk se ha vuelto tan d¨®cil, tan impotente? ?Por qu¨¦ estrecha la mano de la realeza del mundillo art¨ªstico y se mueve en los mismos c¨ªrculos que su obra supuestamente denuesta?".
Bufones. Payasos. El artista suizo Ugo Rondinone y sus payasos gigantes de 180 kilos son un s¨ªmbolo. ?l considera a los payasos su ¨¢lter ego y el de todos los artistas. En el circo del arte, la voz de los clowns emerge desde un escenario vac¨ªo por encima del ruido y la furia ambiental. Tracey Emin, uno de los blancos favoritos de los tabloides brit¨¢nicos a la hora de denunciar el arte como tomadura de pelo, posa en el libro de Jason Schmidt arrodillada bajo uno de sus cuadros, en el que se lee en letras muy grandes: "?De qu¨¦ cojones tienes tanto miedo?". Hasta los medios populares parecen haber bajado la presi¨®n sobre ese tema recurrente, aunque en la pasada edici¨®n de Arco, la Feria de Arte Contempor¨¢neo de Madrid, el programa de Tele 5 El buscador logr¨® colgar un cuadro embadurnado de colores por unos cr¨ªos de una guarder¨ªa. El v¨ªdeo a¨²n se puede ver en www.youtube.com, e incluye las opiniones admirativas de algunos asistentes (otros no se sorprenden de que el lienzo est¨¦ valorado en 15.000 euros). Lourdes Fern¨¢ndez, la directora de Arco, es la primera en re¨ªrse con el asunto. "Pero no comparto en absoluto esa actitud de que el arte contempor¨¢neo es un bluff", dice. "El arte contempor¨¢neo es muy serio y conlleva un discurso y una posici¨®n arriesgados ante la sociedad y ante la vida. Por eso tiene esa aura, y cada vez m¨¢s, y por eso unos son artistas y otros no lo podemos ser".
Parecida ha sido la impresi¨®n de Jason Schmidt en su ambiciosa tarea. Porque una de las cosas de las que se dio cuenta al abordar su proyecto (que a¨²n contin¨²a; el fot¨®grafo ya est¨¢ preparando una secuela) fue que cuanto m¨¢s se documentaba, m¨¢s partido le sacaba luego a la toma fotogr¨¢fica y mejor alcanzaba a comprender al artista. Busc¨® encontr¨¢rselos de frente, trabar un espacio ¨ªntimo entre la lente de la c¨¢mara y su entorno psicol¨®gico, ya se tratara de un terreno de manifiestas aventuras comerciales tipo Jeff Koons, ya de bajada a los tugurios de Tokio con el fot¨®grafo japon¨¦s Nobuyoshi Araki, a quien acompa?¨® a un karaoke y al que fotografi¨® con una mujer desnuda en su regazo en su club favorito, el Rouge.
Los editores que en 2000 le pidieron a Jason Schmidt la serie de fotograf¨ªas para la revista V, Alix Browne y Christopher Bollen, se detienen en el t¨ªtulo del libro. En ¨¦l, subrayan, falta el art¨ªculo determinado. No se llama Los artistas, sino Artistas. "Esta monograf¨ªa no pretende afirmar un registro global de qui¨¦n es qui¨¦n aqu¨ª y ahora. M¨¢s bien es una colecci¨®n de vislumbres, de testimonios, de intervenciones ocasionales, de puertas abiertas...".
Jason Schmidt insiste en ello: "Este libro no es una enciclopedia, no hay reglas predeterminadas ni orden alfab¨¦tico. No es una historia del arte, sino un punto de vista. Son artistas que me interesan y me estimulan, e intent¨¦ desaparecer como fot¨®grafo en el ambiente de sus estudios. Y cuando no pod¨ªa encontrarlos all¨ª, los busqu¨¦ en las bienales o en las galer¨ªas donde se expon¨ªan sus obras. En general, es un libro sobre gente que est¨¢ en las galer¨ªas en este momento, no sobre gente que ya pertenece a los museos". El hecho de que la revista pagara parte de la costosa producci¨®n hizo viable el proyecto, y buena parte de la frescura del libro se debe a la actualidad, a ese seguimiento arbitrario del calendario art¨ªstico: no est¨¢ Jasper Johns, pero s¨ª Ed Rusha; no Cy Twombly y s¨ª Robert Irwin.
El reservado Richard Serra aparece fotografiado en la Bienal de Venecia de 2001 junto a una de sus espirales, la n¨²mero cuatro. "Fue el m¨¢s dif¨ªcil", recuerda Schmidt. "No quer¨ªa. Ya se sabe c¨®mo es, c¨®mo intenta guardar su intimidad: no est¨¢ interesado en hacerse famoso ni en codearse con ellos". Desde un punto de vista fotogr¨¢fico, armado con su c¨¢mara Linhof 4¡Á5, Schmidt apuesta por un plano general para medir al artista con su obra, una indagaci¨®n sobre la escala, pero asimismo sobre el sentimiento que le produjo estar con ¨¦l, como si temiese que, al aproximarse, Serra le fuera a advertir: "No te acerques". "De alguna manera me impuso su figura, como impone su obra detr¨¢s", explica. "Ni siquiera mira a la c¨¢mara. Hay que ser muy cuidadoso con ¨¦l".
La presencia de un icono del arte actual como Richard Serra da paso en el libro a una sucesi¨®n de personajes de una riqueza y extensi¨®n creativa extraordinarias. Desde nombres que emergen del potent¨ªsimo hormiguero neoyorquino, como el afroamericano Kehinde Wiley (que trata de recuperar la grandeza de un Ti¨¦polo a ritmo de hip-hop) o el videoartista Doug Aitken, hasta figuras del vivero californiano como Liz Larner, Andrea Zittel y Tim Hawkinson, un artista que se inspira constantemente en su propio cuerpo (en la portada de este n¨²mero, dibuj¨¢ndose en un espejo). O consagrados como Bill Viola o Matthew Barney. Para ejemplificar la diversidad de registros, los editores del libro se?alan a los ¨²nicos artistas que fueron retratados antes de 2000: una foto de 1998 de los rusos Vitaly Komar y Alex Melamid en su faceta animal-conductista, en una llanura de Tailandia ense?ando a un elefante a pintar con la trompa, y una foto de 1997 del artista de instalaciones argentino-tailand¨¦s Rirkrit Tiravanija sorbiendo una sopa en su restaurante de noodles favorito de Nueva York, Wonton Garden, en Mott Street. Seg¨²n Alix Browne y Christopher Bollen, "esta disociaci¨®n ser¨ªa incluso c¨®mica si no fuera por el hecho de que ilustra perfectamente los extremos del territorio art¨ªstico y la variedad de los modos de producci¨®n de los artistas que trabajan hoy d¨ªa. Ya no hay una comunidad est¨¦tica unificada, o una jerarqu¨ªa metodol¨®gica en la pr¨¢ctica creativa, o ni siquiera destacables divisiones regionales en cuestiones de interpretaci¨®n, estilo o gusto".
S¨ª, pero rebobinemos. ?Un elefante pintando con la trompa? Efectivamente, Vitaly Komar y Alex Melamid aparecen en la jungla del norte de Tailandia reclutando, dicen, "a un nuevo estudiante". "Muchos de nuestros ex alumnos se han convertido en artistas de mucho talento por derecho propio, pintando en una variedad de estilos que va del puntillismo a lo figurativo". Los artistas les dan a los paquidermos la oportunidad de iniciar una nueva carrera: una iron¨ªa que es una denuncia de la degradaci¨®n de su h¨¢bitat en Asia.
Otra de las sorpresas que provoca el libro es la numerosa presencia de mujeres. De las m¨¢s conocidas, como Sophie Calle, Pipilotti Rist, Vanessa Beecroft, Marina Abramovic o Mariko Mori, a las sorprendentes y poderosas Tacita Dean, Sue de Beer, Eve Sussman o Kim Sooja. En la actual Documenta 12, en Kassel (Alemania), abierta hasta el 23 de septiembre (www.documenta12.de), m¨¢s de la mitad de los 150 participantes son mujeres, y 11 de los 15 artistas de Estados Unidos tambi¨¦n, lo que lleva al cr¨ªtico de The New York Times Holland Cotter a preguntar: "?Cu¨¢ndo alguien va a escribir la historia del arte moderno como la historia compartida que es, con hombres y mujeres como participantes iguales?". El mundo del coleccionismo se est¨¢ abriendo igualmente a las mujeres, y junto a la anciana Ileana Sonnabend, viuda del galerista neoyorquino Leo Castelli, aparecen nombres como Ingvild Goetz, Marieluise Hessel o Miuccia Prada. Entre los coleccionistas masculinos, es el gran momento de Steven A. Cohen, inversor en fondos de alto riesgo que pag¨® por la Marilyn turquesa de Andy Warhol 59 millones de euros. En 2004 hab¨ªa pagado 8,8 millones a Charles Saatchi por el tibur¨®n seccionado y sumergido en formaldeh¨ªdo de Damien Hirst.
El cr¨ªtico Robert Hughes vio el arte en la sociedad de medios de comunicaci¨®n de masas en el papel de "ser capital de inversi¨®n". Y a?ad¨ªa, en lo referente a la pol¨ªtica: "La mayor parte del arte aspira a la condici¨®n de hilo musical. Aporta una melod¨ªa de fondo al poder". En su opini¨®n, "algo est¨¢ muy podrido" si los ricos de Occidente pueden gastar esas cantidades en una pintura. "Actos as¨ª", en referencia a la subasta en 2004 de un picasso por 72 millones de euros, "no honran el arte, lo envilecen porque vuelven patol¨®gico el deseo del arte". Pero Jason Schmidt insiste en que su libro est¨¢ planteado y realizado de espaldas al comercio. "No quiero pensar en el mercado, yo voy directo a los artistas, a ser posible en el estudio donde trabajan, hablando con ellos, buscando una experiencia pura, ajena a lo comercial, ¨ªntima, cara a cara".
Richard Serra lo resume as¨ª: "Al mercado del arte lo que le interesa son las ventas al instante, y probablemente la mitad de la vida de un artista sea ahora de tres o cuatro a?os. S¨ª, esto se est¨¢ pareciendo cada vez m¨¢s a la industria del disco o de la moda. Lo cual no significa que no vayan a surgir chicas y chicos que se hagan artistas en busca de una forma alternativa de pensar y vivir, de enfrentarse a la pol¨ªtica y a la uniformizaci¨®n. Y que ser¨¢n cr¨ªticos y abrir¨¢n nuevos caminos de lenguaje".
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