El domador de versos
Cada vez que el hombre del tiempo anuncia temperaturas discretas y humedad contenida, algo impropio en un mes de julio barcelon¨¦s y, sin embargo, repetido estos d¨ªas, los m¨¢s calurosos lo celebran con j¨²bilo y Pep Bou maldice entre dientes. Si el pron¨®stico aventura tambi¨¦n tramontana, le sobreviene el disgusto. Dentro de un par de meses, en una fecha tan se?alada como el 11 de septiembre, Pep Bou celebrar¨¢ 25 a?os de oficio. Y aunque lo ejerza siempre en interiores y la experiencia le haya ense?ado a capear todos los temporales, la climatolog¨ªa es crucial en el buen desempe?o de su trabajo. Pep Bou es un domador de versos, porque en sus manos algo tan corriente como el agua, sazonada, eso s¨ª, con un 3% de detergente, se convierten en pura poes¨ªa. Pero escoger como materia art¨ªstica un elemento tan delicado, voluble y fr¨¢gil como las pompas de jab¨®n le pone a uno a merced de agentes externos. Como contrapartida, sus espect¨¢culos son irrepetibles y var¨ªan funci¨®n tras funci¨®n.
Desde finales del pasado mes de junio y hasta el 22 de julio (el ¨¦xito de p¨²blico ha auspiciado una semana de pr¨®rroga), Bou presenta en el teatro T¨ªvoli de Barcelona su ¨²ltimo espect¨¢culo, Clar de llunes. Lo hace acompa?ado del pianista Jordi Mas¨®, al ritmo de la m¨²sica de Frederic Mompou. Melod¨ªas y pompas coquetean a lo largo de todo el espect¨¢culo. El artista las hace nacer al inicio de cada tema, y sus n¨²meros terminan con el sonido de la ¨²ltima nota. Lo que ocurre en el ¨ªnterin, sin embargo, no es del todo previsible. A menudo, en estas veladas ventosas y secas, las pompas estallan antes de tiempo. Con paciencia infinita y los recursos de la experiencia, Bou vuelve a formarlas y les da formas imposibles. Arma con ellas una margarita juguetona, construye una noria de brazos volanderos, las pone a competir en una carrera deliciosa sobre una rampa, las contamina con el humo de su cigarrillo para darles cuerpo y luego las va desinflando lentamente, como si fueran la chimenea renqueante de una vieja locomotora.
Pep Bou no fuma. Y para ¨¦l es un sacrificio tener que encender un pitillo tras otro para insuflar alma a sus criaturas ef¨ªmeras. Una m¨¢quina de humo le ayuda con las m¨¢s grandes. Pero para las peque?as s¨®lo sirve el del tabaco. "No es nada agradable", confiesa. Aunque tampoco es buena para su salud la hiperoxigenaci¨®n a que se someten sus pulmones de tanto soplar. "Los m¨¦dicos me recomiendan ejercicios para recuperar anh¨ªdrido carb¨®nico. La verdad es que no les hago mucho caso". Bou no repara en maneras porque lo que le interesa es un buen resultado esc¨¦nico. Y el espectador agradece su esfuerzo. Desde el patio de butacas, las interjecciones admirativas a?aden continuamente nuevos colores a la banda sonora del espect¨¢culo. El horario es de adultos y muchos de los presentes lo son. Pero en general es un p¨²blico familiar, de padres con hijos y abuelos con nietos. "Ya me han visto actuar varias generaciones", indica el artista.
La veteran¨ªa le permite un virtuosismo sin imitadores. De hecho, ¨¦l mismo explica "sin hacer alarde de ello", que no hay nadie m¨¢s en su campo, no al menos con vocaci¨®n de convertir las pompas de jab¨®n en espect¨¢culo teatral, aunque su constancia le ha supuesto alg¨²n malentendido que ¨¦l afronta sin acritud. "De vez en cuando hay gente, incluso entre la profesi¨®n art¨ªstica, que me dice que ya llevo mucho tiempo en esto y me pregunta cu¨¢ndo voy a hacer algo distinto. Es como decirle a un pintor que cambie de registro", lamenta. Tambi¨¦n se ha ido acostumbrando a engrosar las filas de los no destinados a ser profetas en su tierra, y act¨²a principalmente en el extranjero. A¨²n no sabe por d¨®nde viajar¨¢ este Clar de llunes, pero est¨¢ convencido de que le aguarda un largo periplo. Y de que a¨²n le quedan muchas pompas que domesticar.
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