La tentaci¨®n populista
Tras el debate del estado de la naci¨®n se ha instalado otro clima pol¨ªtico, y no s¨®lo porque se hayan invertido las expectativas electorales de socialistas y populares. Se ha instalado otro clima pol¨ªtico porque, de repente, han desaparecido del primer plano asuntos que nunca deber¨ªan haberlo ocupado, como el ser o no ser de Espa?a o las disputas acerca de la Guerra Civil y la dictadura. Y por lo que respecta al terrorismo, el Partido Popular encuentra ahora una resistencia inesperada para seguir lanzando mensajes que, hasta fecha reciente, consegu¨ªan monopolizar los debates dentro y fuera del Parlamento. Sin duda, falta por pasar la prueba dram¨¢tica de la vuelta de la destrucci¨®n y el asesinato, pero, aun sin haberse alcanzado el consenso, y sin que haya signos de que vaya a alcanzarse, el efecto desestabilizador que buscan los terroristas parece en principio menor si es s¨®lo el principal partido de la oposici¨®n, y no adem¨¢s el Gobierno, quien les presta el altavoz.
La lecci¨®n deber¨ªa quedar aprendida, en particular por los estrategas que todo lo conf¨ªan al error del adversario, y que han facilitado as¨ª que estos tres a?os se conviertan en algo cercano a la pesadilla: la oposici¨®n no establece la agenda pol¨ªtica salvo que el Gobierno consienta que la establezca. Si se ha chapoteado en la agenda desatinada de la oposici¨®n, en sus obsesiones at¨¢vicas y en sus nuevas obsesiones, es porque el Gobierno pens¨® que tanta sinraz¨®n le favorecer¨ªa. Se olvidaba as¨ª de que su tarea no consist¨ªa s¨®lo en revalidar el mandato del Partido Socialista, sino en gobernar de tal manera que las obsesiones del Partido Popular, las at¨¢vicas y las nuevas, fuesen conjuradas en la escena p¨²blica en Espa?a. Y deber¨ªa valer para cualquier Gobierno y para cualquier oposici¨®n: no se trata de gestionar el miedo de unos espa?oles hacia otros, sino de hacer que el miedo se desvanezca. Por eso, el Partido Popular acabar¨¢ quedando en evidencia si no cambia de rumbo y no se desmarca de los exabruptos de su antiguo l¨ªder, capaz de aprovechar una escuela de verano para decir, ni m¨¢s ni menos, que el Partido Socialista es "enemigo de la libertad". Es su estrategia de siempre, la estrategia a la que nos ten¨ªa acostumbrados: agitar el miedo entre los suyos para que los suyos se defiendan infundiendo miedo, fingirse v¨ªctima del insulto para perpetrar el insulto.
El nuevo clima pol¨ªtico podr¨ªa, con todo, resultar est¨¦ril si el vac¨ªo dejado por los asuntos que han dominado estos tres a?os de legislatura se rellena con las criaturas de una tentaci¨®n que crece al amparo de la promiscuidad entre la pol¨ªtica y la propaganda, la tentaci¨®n populista. Es decir, podr¨ªa resultar est¨¦ril si se establece una carrera para ver qu¨¦ t¨®mbola de qu¨¦ partido proporciona los mejores premios al votante. Forzado por el hecho de que ya no se puede seguir hablando en exclusiva de la unidad de Espa?a, la memoria hist¨®rica o el terrorismo, el Partido Popular ha prometido una rebaja de impuestos en respuesta a las ayudas por cada ni?o que nazca, anunciadas por el Partido Socialista. El super¨¢vit fiscal de los ¨²ltimos a?os parece invitar, as¨ª, al fuego de artificio electoral, no a lo que dar¨ªa verdadero sentido a la pol¨ªtica: identificar las prioridades que cada partido propone para destinar los recursos del Estado, teniendo en cuenta que en Espa?a siguen existiendo las listas de espera en los hospitales, faltan guarder¨ªas y colegios p¨²blicos, la atenci¨®n a los ancianos es insuficiente, existen puntos negros en las carreteras, la ense?anza p¨²blica y la investigaci¨®n necesitan mayores presupuestos, los accidentes laborales acaban cada a?o con la vida de decenas de trabajadores y, as¨ª, una larga lista de problemas que convendr¨ªa abordar en una situaci¨®n econ¨®mica como la que, por fortuna, atraviesa el pa¨ªs.
No es f¨¢cil decir en qu¨¦ consiste el populismo: todas las definiciones suelen ser sobrepasadas por la realidad. No obstante, podr¨ªa considerarse como una actitud pol¨ªtica que convierte la t¨¢ctica en ideolog¨ªa. El r¨¦gimen democr¨¢tico muestra ah¨ª una debilidad, por la necesidad de atraer regularmente al electorado. Pero se trata de una debilidad que ser¨ªa f¨¢cil de combatir, a condici¨®n de que los partidos se dirijan a los votantes como ciudadanos, no como incautos dispuestos a adquirir remedios milagrosos.
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