No es la guerra fr¨ªa
Londres y Mosc¨² se hallan envueltas en una crisis, por el momento de alcances ¨²nicamente diplom¨¢ticos, que permite evocar los tiempos de la guerra fr¨ªa, aunque con una importante diferencia: en Europa ya no hay guerra fr¨ªa. El Reino Unido expuls¨® el lunes pasado a cuatro diplom¨¢ticos rusos, en una medida de retorsi¨®n por la negativa rusa a extraditar a Andr¨¦i Lugovoi, ex miembro del KGB sovi¨¦tico, al que la polic¨ªa considera principal sospechoso del asesinato de Alexander Litvinenko, el a?o pasado en Londres. El crimen y la respuesta brit¨¢nica parecen extra¨ªdos, efectivamente, del gui¨®n de una historia de aquellos tiempos de equilibrio del terror y de la divisi¨®n del mundo en dos bloques.
Litvinenko, que se hab¨ªa nacionalizado brit¨¢nico, sufri¨® una terrible agon¨ªa provocada por envenenamiento con polonio 210, una sustancia radiactiva que pod¨ªa haber constituido incluso un riesgo de contaminaci¨®n masiva. Y es lugar com¨²n la creencia en medios oficiales brit¨¢nicos de que la mano de los servicios secretos rusos anda metida en la eliminaci¨®n del que fue esp¨ªa ruso, enviado, seg¨²n sus propias declaraciones, para asesinar al magnate ruso Bor¨ªs Berezovski, al que hoy se est¨¢ juzgando en rebeld¨ªa en Rusia, acusado de graves delitos econ¨®micos.
La expulsi¨®n de diplom¨¢ticos, que fue toda una tradici¨®n durante la guerra fr¨ªa, cuando todos espiaban a todos y John Le Carr¨¦ era su novelista de cabecera,
es una medida m¨¢s simb¨®lica que de fondo, por lo que se interpreta que Londres quiere salvar el honor pero no crearse un problema mayor con el Kremlin. Al fin y al cabo se calcula que en Reino Unido hay, en todo momento, no menos de una treintena de agentes rusos, apenas algunos menos de los que trabajaban en los a?os cincuenta y sesenta, epicentro de la espionitis de otros tiempos. Pero en Mosc¨², que ha anunciado la "adecuada respuesta" para las pr¨®ximas horas, el disgusto es igual o mayor que en el Foreign Office, porque la justicia rusa ya hab¨ªa pedido in¨²tilmente la extradici¨®n de Berezovski y, en lo que respecta a Lugovoi, se entend¨ªa como una gran concesi¨®n la oferta de juzgarle en Mosc¨², aduciendo que la ley del pa¨ªs no permite la extradici¨®n de nacionales.
El asunto en s¨ª mismo, tr¨¢gicamente te?ido de sangre, tendr¨ªa un inter¨¦s menor si no coincidiera con el reciente sacar pecho del presidente Putin y su constante oposici¨®n a la pol¨ªtica unilateral de Washington, desde Kosovo hasta Irak, pasando por la eventual barrera antimisiles norteamericana en Europa del Este. Pero se ha cometido un crimen en suelo brit¨¢nico y sus ecos resuenan en Rusia. Resulta obligada una reparaci¨®n, pero unida a la firme garant¨ªa de Mosc¨² de que esas cosas no van a repetirse. No hay guerra, ni debe haber fr¨ªo pol¨ªtico en la Europa del siglo XXI.
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