Liquidaci¨®n por cierre de negocio
El mayor prost¨ªbulo de Europa al aire libre, la m¨¢s alta densidad por metro cuadrado de ropa interior al descubierto, cabe ahora en un coche utilitario. El pasado jueves a la una de la madrugada s¨®lo hab¨ªa cuatro prostitutas en la Casa de Campo. S¨®lo quedan cuatro rumanas menores de 20 a?os. Cuatro chiquillas llamadas Silvia, Lorena, Alicia y Claudia. Cobran 20 euros "por chupar", 25 euros "por follar" y la tarifa m¨¢s alta, 40 euros, la reservan para la delicada tarea de "hablar". Las cuatro ¨²ltimas resistentes ejercen rodeadas de un enjambre de polic¨ªas. Concretamente, 20 patrullas de municipales se encargan desde hace cuatro d¨ªas de apagar las luces del parque y clausurar sus actividades "esta vez, para siempre". La defunci¨®n la certifica un agente barbudo con el antebrazo apoyado en la ventanilla. A su lado, un mecano de vallas de pl¨¢stico cierra la entrada.
Si uno burla el dispositivo de cierre, el parque parece un bosque tupido y silencioso sin un solo ser humano
Una veintena de patrullas policiales vigilan e incomodan a los muchos coches que siguen buscando mujeres
Hace tres a?os eran 1.000, ahora un jueves de madrugada ya s¨®lo quedan cuatro prostitutas en la Casa de Campo
"Los polis son malos. No dejan trabajar. Nos molestan todo el rato", dice torciendo un poco la boca Lorena. Lleva tres meses en Espa?a. Tiene 18 a?os y un tanga de color azul. Lo que no tiene, seg¨²n ella, es "amigo". Vive en un "hotel" y apuesta por aguantar "un poco" a ver si cede la presi¨®n policial. ?Y si no cede? "Me voy a ir a un club de alterne, entonces, a ganar dinero y que me dejen en paz". Entre sus planes no est¨¢ "ni limpiar, ni poner copas". No le parece buena idea. Tampoco contactar con ninguna asociaci¨®n. "No me interesa lo que me van a decir".
Claudia, que escapa de un "tipo que est¨¢ loco" y la persigue a gritos, se propone ser "la ¨²ltima resistente". Lo dice ri¨¦ndose mientras hurga en la guantera del coche en busca de un cigarrillo ajeno. "Ahora quedamos, en total, unas 10", enumera. Pero la mayor¨ªa se van cuando declina el sol y quedan definitivamente grapados todos los accesos. Ella nunca trabaja a la luz del d¨ªa. "Me gusta dormir cuando hay sol y pasar toda la noche en este rinc¨®n". Su "garita", en la que cuchichea junto a sus tres amigas, es un recodo a menos de 50 metros de la avenida de Portugal.
Alicia tambi¨¦n se apresura a entrar por la puerta trasera del autom¨®vil escapando "del loco", que resulta ser un extravagante joven en un coche matr¨ªcula de Toledo que exige repetir el servicio porque, clama, se ha enamorado de Claudia. Las dos, en el interior del autom¨®vil, se r¨ªen esperando a que "se largue". Ninguna lleva m¨¢s de seis meses en Espa?a. Les dijeron que se estaba bien, que se ganaba dinero. "Pero no nos dijeron que los polis estaban por todas partes". Alguna raz¨®n secreta las hace poner cara de susto si se les sugiere trasladarse a Montera, donde trabajan muchas de sus compatriotas.
La presi¨®n no va a ceder. Uno de los agentes revela que sus ¨®rdenes son mantener esa intensidad en su plan de disuasi¨®n, "hasta que no quede ninguna". Casi lo han conseguido, y s¨®lo llevan tres d¨ªas con el dispositivo a ese nivel. Hace dos semanas, tras el corte de tr¨¢fico definitivo decretado por el Ayuntamiento, la cifra de profesionales del sexo era de 40 mujeres. Ahora, durante las horas de sol, s¨®lo quedan algo m¨¢s de una decena que pululan alrededor del Zoo y el Parque de Atracciones. Seg¨²n el alcalde, los cortes no est¨¢n relacionados con su inter¨¦s en eliminar la prostituci¨®n. Sus polic¨ªas lo desmienten. Tanto de palabra, aunque recuerdan que "las putas son legales", como de obra: no dejan escapar ning¨²n veh¨ªculo sin hacer pasar a su conductor por un rato embarazoso.
Los coches circulan por la avenida de Portugal, giran hacia el lago y 10 metros despu¨¦s se encuentran frente a los ojos una linterna con aspecto de l¨¢mpara de dise?o. Una luci¨¦rnaga alargada que se introduce por la ventanilla del autom¨®vil. La sujeta un polic¨ªa rubio con la cabeza rapada casi al cero. Hace preguntas. Intimida a los conductores, que dan media vuelta. El trasiego es permanente hasta casi las cinco de la ma?ana. "Esto va en serio", certifica uno de ellos con un gesto de complicidad antes de regresar al anonimato de la M-30.
"Algunas chicas, para burlar la vigilancia, lo que hacen es quedar por tel¨¦fono con sus clientes habituales", revela un polic¨ªa.
Todas las entradas al recinto est¨¢n tapiadas. Si uno consigue burlar el cerco, traspasar los controles casi aduaneros, entra en el bosque. Una sucesi¨®n de caminos desiertos flanqueados por la arboleda. No hay nadie en las rotondas. Se podr¨ªa conducir en zigzag, o con las luces apagadas. Qu¨¦ m¨¢s da. La Casa de Campo se ha convertido en un monte misterioso. Hace menos de un a?o se daban codazos y se abalanzaban con los brazos extendidos hacia los coches casi 400 mujeres. Cuesta reconocer los mismos puntos en los que el mercadeo sexual atra¨ªa como una peculiaridad m¨¢s a los turistas. Los lugares donde se disputaban un sitio las rusas. Las latinoamericanas. Las nigerianas, polacas, rumanas, b¨²lgaras. Algunas espa?olas. Todo el laberinto del parque era una sucesi¨®n de lucecitas rojas apostadas en la cuneta. Ahora se oye c¨®mo serpentea al aire la l¨¢mina de agua del lago.
"No queda ninguna, busque usted", aconseja un t¨¦cnico del parque desde un cami¨®n en la rotonda que da a Bat¨¢n. "Se acab¨®", zanja el operario, que precisa: "Han ido cayendo, cada noche deserta otra". Hasta llegar a cero. Siempre que se doblegue la voluntad de Claudia, Alicia, Silvia y Lorena. "Mientras haya coches, ¨¦stas aguantar¨¢n porque tienen papeles. Pero va a dejar de haber coches muy pronto", vaticina con una leve carcajada el agente hablador y barbudo. Se nota que sabe. Que tiene ¨®rdenes. Y que se van a cumplir.
El mapa de la prostituci¨®n
Mabel D¨ªaz Villaverde, presidenta de la asociaci¨®n de vecinos de la Colonia Marconi, asegura sin ninguna duda que "desde hace dos semanas se ha incrementado el n¨²mero de mujeres en m¨¢s de una decena". Adem¨¢s, dice, "se ponen m¨¢s cerca de las viviendas". Cuando llega la noche y la polic¨ªa cierra el barrio, "las chicas se trasladan al pol¨ªgono industrial El Gato" y a otros puntos del distrito de Villaverde.
No es el ¨²nico sitio que reclama para s¨ª haber recibido el ¨¦xodo de la Casa de Campo. Lo dicen en Capit¨¢n Haya, por ejemplo. O en Fuenlabrada, donde su alcalde, Manuel Robles, ya ha pedido un informe a la polic¨ªa. Tambi¨¦n en Alcal¨¢ de Henares y en Torrej¨®n. El lugar m¨¢s ex¨®tico que ha creado alarma es Montecarmelo donde, desde hace semanas, una chica africana se aposta con una sombrilla en una rotonda. De momento, sigue sola y s¨®lo hasta las seis de la tarde.
Otra zona en auge son los pol¨ªgonos de Los Gallegos y Sonsoles, en la salida 17 de la A-42. Ambas zonas est¨¢n conectadas y ayer hab¨ªa ah¨ª unas 20 prostitutas (la mayor¨ªa africanas) y un ajetreo de coches considerable. Adem¨¢s, en la rotonda de la salida 19 de la carretera de Burgos (San Sebasti¨¢n de los Reyes), junto a varios centros comerciales, esperaban clientes ayer cuatro chicas, dos africanas y dos ciudadanas del Este.
Las tradicionales zonas de la calle Rosales o bajo el scalextric de Juan Bravo, han visto un aumento de actividad en el ¨²ltimo mes. Sin embargo, la asociaci¨®n en defensa de los derechos de las prostitutas, Hetaira, considera que no hay un incremento de prostitutas en esas zonas. "La mayor¨ªa de las que se han marchado de la Casa de Campo se han ido a la costa. Es completamente falso lo que se est¨¢ diciendo", dice Cristina Gariz¨¢bal. En Montera, Andre¨ªna lo corrobora. "Cada d¨ªa hay m¨¢s chicas. Pero son reci¨¦n llegadas de Rumania. De la Casa de Campo no ha venido ni una", asegura mientras le gui?a un ojo a un cliente.
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