Cita con las estrellas
Hubo que mirarle dos veces para reconocerle. Que ¨¦ste no es mi McCoy, que me lo han cambiado. Demacrado y vacilante, un anciano de 69 a?os: bast¨® un posar de sus dedos sobre el teclado para que todas las dudas se disiparan.
El legendario pianista del cuarteto original de John Coltrane estaba de vuelta y habit¨® entre nosotros en noche venturosa y fresquita, cual corresponde al pa¨ªs. Cierto es que en el camino se ha dejado algunas cosas; que su derecha ya no es la que era ni su punch tiene la contundencia de anta?o. Y aun as¨ª, McCoy es McCoy y no hay dos como ¨¦l. Uno de los ¨²ltimos sonidos reconocibles del jazz. Un creador cuya obra va m¨¢s all¨¢ del entendimiento del com¨²n de los mortales. Un poeta de marca mayor, como lo fueron Ellington y Art Tatum, una referencia en Tyner.
McCoy / Spike Lee
McCoy Tyner Trio. La m¨²sica de las pel¨ªculas de Spike Lee. Jueves 19 de julio.
El concierto, se supone, era un homenaje a Coltrane en el 40? aniversario de su fallecimiento. Quien acudi¨® el jueves al pabell¨®n de Mendizorroza esperando escuchar los viejos himnos de batalla del saxofonista se qued¨® con las ganas. Total, para qu¨¦, si McCoy lleva a Coltrane incorporado y no hay cosa suya que no recuerde a su antiguo empleador en un sentido u otro.
Por si acaso, se trajo a Gary Bartz, el m¨¢s coltraniano de los saxofonistas alto de la historia, que toca el alto como si tocara el tenor y el soprano como si nunca hubiera existido Coltrane. No fue su mejor noche. Tampoco acabaron de funcionar, es un parecer, los m¨²sicos elegidos para dar soporte al maestro tocando el contrabajo y la bater¨ªa. Lo de menos. Aqu¨ª, los m¨¢s, vinimos a escuchar a Tyner y todo lo dem¨¢s nos trajo sin cuidado.
Todo fueron piezas propias, y las que no lo eran, lo parec¨ªan (In a mellow tone). Total: una hora y algunos minutos con McCoy Tyner que se pasaron en un suspiro.
Tras el pianista, sesi¨®n de cine. Spike Lee, que la ma?ana del mi¨¦rcoles acudi¨® de inc¨®gnito al Guggenheim bilba¨ªno, hizo su aparici¨®n vistiendo una camiseta del Bar?a con el n¨²mero 14 de Thierry Henry. Su discurso de presentaci¨®n fue tan breve como incoherente: habl¨® de lo mucho que le gusta el f¨²tbol, del Bar?a, de Henry -"con ¨¦l nos vamos a divertir mucho m¨¢s"-, pidi¨® un aplauso para quien terminaba de ocupar el escenario y apenas cont¨® alguna cosa del espect¨¢culo que ¨ªbamos a presenciar.
La cosa vino a ser un a modo de repaso sonoro y visual a los muchos a?os de colaboraci¨®n entre Lee y el trompetista Terence Blanchard y las 15 pel¨ªculas que entrambos han producido: de Bamboozled a Clockers (Camellos), X, Jungle fever (Fiebre salvaje), Mo' better blues (Cuanto m¨¢s, mejor)... Sobre el escenario, el susodicho, su quinteto y una orquesta de cuerdas al completo, la Gazteiko Kamara Orkestra, dirigida por Iker S¨¢nchez. Tienen m¨¦rito: la jovenc¨ªsima formaci¨®n alavesa apenas tuvo tiempo de echarle un vistazo a los papeles y ya estaba vi¨¦ndosela ante el selecto p¨²blico del festival y con las c¨¢maras de televisi¨®n como testigos. Mientras los m¨²sicos tocaban, por la pantalla desfilaba una Nueva York de thriller habitada por rostros conocidos, los de Wesley Snipes, Denzel Washington, Samuel L. Jackson, Malcolm X, Mohamed Al¨ª, Angela Davis...
Era una gala de ringorrango y todo el mundo tuvo que ajustarse al gui¨®n, algo nada habitual en el jazz. El p¨²blico vitoriano, ruidoso de habitual, call¨® y escuch¨® como en la iglesia, emocionado ante las im¨¢genes sobrecogedoras de los cad¨¢veres flotando por las calles de Nueva Orleans (When the levees broke: a r¨¦quiem in four acts), aburrido por la larga duraci¨®n del espect¨¢culo y su algo cargante af¨¢n did¨¢ctico, una caracter¨ªstica en el cine de Lee. Lo mejor fue el ef¨ªmero esplendor de una estupenda Patti Austin; s¨®lo alguien como Spike Lee puede darse el lujo de traerse a la diva del soul para cantar, ¨²nicamente, dos temas.
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