Diario del gueto
Si Dios existiese no permitir¨ªa que seres humanos fuesen arrojados vivos a hornos crematorios, que las cabezas de los ni?os fuesen destrozadas a culatazos o se les encerrase en sacos para ser gasado hasta la muerte". Lo escribi¨® Rutka Laskier, una jud¨ªa polaca de 14 a?os, el 5 de febrero de 1943, pocos meses antes de morir en el infierno del campo de exterminio de Auschwitz, en un diario que escondi¨® antes de ser deportada y que ha tardado 63 a?os en salir casi milagrosamente a la luz.
Rutka empez¨® a redactar el cuaderno el 19 de enero de 1943, con su pa¨ªs ocupado por los alemanes y ¨¦stos poniendo en pr¨¢ctica lo que Hitler y sus secuaces llamaban "soluci¨®n final del problema jud¨ªo", y que la historia ha acu?ado con el nombre de Holocausto. La chica viv¨ªa con sus padres y su hermano menor, Henius, en condiciones m¨¢s que precarias, en una sola habitaci¨®n de un piso del gueto de Bedzin, al sur del pa¨ªs. Y como refleja su diario, que recuerda el ya m¨ªtico de Ana Frank, era perfectamente consciente de lo que estaba pasando en Europa y del destino horrendo al que se enfrentaba.
"Hoy he visto a un soldado alem¨¢n arrancar a un beb¨¦ de manos de su madre y partirle la cabeza"
"Estaba mejor informada que yo", dice una amiga, que sospecha contactos con la resistencia
"Al final, alguien tendr¨¢ que darme el primer beso. Entonces, que sea Janek. Me gusta"
Rutka, su madre y su hermano murieron en Auschwitz. Su padre sobrevivi¨® y emigr¨® a Israel
"No puedo salir, estoy enloqueciendo, presa en casa. Esto es un tormento, es el infierno"
"Pese a todas estas atrocidades, quiero vivir, y espero el d¨ªa siguiente. Eso es esperar Auschwitz"
"El cerco en torno a nosotros se hace cada d¨ªa m¨¢s estrecho", escribe el 5 de febrero. Pero la barbarie a¨²n hab¨ªa de brindar a Rutka tres meses preciosos, antes de su viaje al matadero de Auschwitz, para llenar unas 60 p¨¢ginas manuscritas en un sencillo cuaderno. Su contenido es un singular relato en el que esta adolescente entrelaz¨® el miedo y las atrocidades en los que estaba inmersa y la pujanza de una adolescente que apenas se asomaba entonces a los secretos de la vida.
"Hoy he visto a un soldado alem¨¢n arrancar a un beb¨¦ de las manos de su madre y partirle la cabeza a golpes contra un poste de la electricidad. La madre enloqueci¨®. Yo estoy aterrorizada cuando veo uniformes. Me estoy convirtiendo en un animal a la espera de la muerte". ?se es el mundo que rodeaba a Rutka un d¨ªa cualquiera -el d¨ªa 6 de febrero de 1943- en la rutina del gueto.
Y, sin embargo, tan s¨®lo unos d¨ªas despu¨¦s, la adolescente tiene ya otras cosas muy diferentes en la cabeza: "He decidido dejar que Janek me bese. Al final, alguien tendr¨¢ que darme el primer beso. Entonces, que sea Janek. Me gusta".
Aparecen el amor y la sensualidad, junto a las dudas que a menudo los acompa?an; pero todo se interrumpe el 24 de abril, cuando Rutka apunta su ¨²ltima nota poco antes de que la familia Laskier sea deportada, primero a otro gueto y luego a Auschwitz, que ha pasado a la historia como m¨¢ximo exponente del horror nazi. Rutka morir¨¢ all¨ª. Acabada la guerra, los historiadores establecieron que tan s¨®lo en ese campo de exterminio fueron asesinados m¨¢s de un mill¨®n de jud¨ªos y decenas de miles de gitanos y de opositores pol¨ªticos polacos y sovi¨¦ticos.
Antes de ser deportada, sin embargo, la joven Rutka -que naci¨® probablemente en la ciudad de Gdansk, aunque hay alguna duda al respecto- tiene la voluntad, la lucidez y la habilidad para ocultar el cuaderno en un escondrijo. Lo hizo bajo las escaleras de la casa de la calle Kasernerstrasse, n¨²mero 13, por indicaci¨®n de Stanislawa Sapinska, una amiga, cristiana, unos 10 a?os mayor que ella.
"Yo viv¨ªa con mi familia en esa casa antes de que los nazis llegaran a Bedzin", rememora ahora Sapinska, que tiene hoy 89 a?os, desde esta ciudad polaca. "Cuando nuestra zona fue convertida en gueto, los vecinos no jud¨ªos fuimos trasladados a otro barrio. Sin embargo, como yo trabajaba cerca de la vivienda familiar, mi padre me ped¨ªa a menudo que me acercara a ver en qu¨¦ condiciones se encontraba. As¨ª termin¨¦ trabando amistad con Rutka".
Sapinska aprovecha a veces la pausa de la comida para ir a ver a su nueva amiga. Se sientan en un banco cerca de la casa y charlan. "Era una chica agradable y sensata, y m¨¢s madura de lo que su edad pod¨ªa hacer pensar", recuerda. "Nuestra amistad no fue muy larga, pero se hizo enseguida estrecha, quiz¨¢ por la dureza de los acontecimientos que nos rodeaban. Llegu¨¦ a sentir hacia ella el cari?o de una hermana mayor".
Entre tanto, la m¨¢quina de exterminio nazi se acerca, y Rutka lo sabe. "Pese a su juventud, estaba siempre mejor informada que yo", cuenta Sapinska. Tanto que, todav¨ªa hoy, sospecha que estaba en contacto con alguna organizaci¨®n de la resistencia.
El alto grado de conocimiento que ten¨ªa Rutka sobre lo que ocurr¨ªa en Auschwitz resulta bastante ins¨®lito, ya que, por aquella ¨¦poca, lo ignoraban la mayor¨ªa de los jud¨ªos. Eso, sin embargo, no suscita dudas en Yad Vashem, el centro israel¨ª dedicado a mantener viva la memoria del Holocausto que, con la publicaci¨®n del diario, avala la autenticidad del mismo.
Dadas las circunstancias que la rodean, no tarda en llegar el momento en el que la adolescente empieza a perder la esperanza. "Siento que ¨¦sta es la ¨²ltima vez que escribo. Hay una aktion [redada] en la ciudad. No puedo salir y estoy enloqueciendo, presa en casa. Esto es un tormento, es el infierno. Intento huir de estos pensamientos, pero me persiguen como moscas fastidiosas. Si s¨®lo pudiese decir se acab¨®. S¨®lo se muere una vez..., pero no puedo porque, pese a todas estas atrocidades, quiero vivir, y espero el d¨ªa siguiente. Eso significa esperar Auschwitz". Es el 20 de febrero.
Rutka se equivoca. A¨²n tendr¨¢ tiempo de escribir m¨¢s, de dudar de su amor por Janek, de arrepentirse de haberle tratado mal en alguna ocasi¨®n, de sentirse agotada por el miedo que lee en las caras. Ante semejante escenario, Rutka decide confiar a su amiga la existencia de su diario y le expresa su deseo de que el cuaderno no se pierda pase lo que pase.
"Como yo conoc¨ªa la casa, le indiqu¨¦ un escondrijo que podr¨ªa utilizar en el caso de que surgieran problemas", explica Sapinska. "Acordamos que, si le pasaba algo, yo me acercar¨ªa despu¨¦s de la guerra para recuperar el diario".
As¨ª lo hizo.
Terminada la guerra, Sapinska volvi¨® a la casa de la Kasernerstrasse, n¨²mero 13. Encontr¨® el inmueble en muy malas condiciones. Fue hasta el lugar pactado. Y all¨ª estaba, pr¨¢cticamente ¨ªntegro, el cuaderno de Rutka. S¨®lo unas p¨¢ginas hab¨ªan sido arrancadas. Posiblemente la propia chica decidi¨® en el ¨²ltimo momento que hab¨ªa algunas cosas que no quer¨ªa que llegaran a saberse. Quiz¨¢ algo muy intimo.
"Me conmov¨ª al encontrarlo y leerlo", recuerda Sapinska. Guarda el cuaderno en una estanter¨ªa de su casa..., y all¨ª se queda durmiendo m¨¢s de 60 a?os. De vez en cuando lo coge, lee unas p¨¢ginas, recuerda a su amiga y al destino tr¨¢gico que sufri¨®. "Pero nunca se me ocurri¨® publicarlo". Lo guard¨® simplemente como un tesoro privado, hasta que la curiosidad de un sobrino interesado en la atormentada historia de Polonia durante la II Guerra Mundial vino a cambiar las cosas.
Sapinska tiene en su librer¨ªa una buena respuesta para muchas de las preguntas del sobrino: el diario de Rutka. Nada m¨¢s abrirlo, el sobrino se da cuenta del excepcional valor del documento, convence a Stanislawa de la necesidad de publicarlo y contacta con Adam Szydlowski, un funcionario del Ayuntamiento de Bedzin que lleva el centro de cultura jud¨ªa de la localidad. "Cuando le¨ª el cuaderno me qued¨¦ impresionado", se?alaba el mi¨¦rcoles Szydlowski desde Krynica, una localidad tur¨ªstica del sur de Polonia, donde se encuentra de vacaciones. Se da cuenta de que, pese a tener s¨®lo 14 a?os, la autora del diario posee una extraordinaria agudeza visual y un notable sentido del ritmo narrativo. El texto, espont¨¢neo, inspira ternura, angustia y emoci¨®n.
Szydlowski se lanza entonces tras la pista de Rutka; intenta reconstruir su historia, localizar a sus familiares y amigos. Poco a poco logra todos sus objetivos. "Contact¨¦ con amigos que tengo en Israel y me puse a la caza. Localic¨¦ a una amiga de Rutka, Linka Gold, que actualmente vive en Londres y que pudo salvarse de Auschwitz gracias a unos pasaportes paraguayos falsos que algunas familias jud¨ªas de Bedzin lograron obtener".
Tirando del hilo, con la ayuda de Menachem Lior, que conoci¨® a Rutka en Bedzin, Szydlowski descubre que el padre de la chica, Yaacov Laskier, logr¨® sobrevivir al terrible campo de exterminio. Sin embargo, su madre y su hermano fueron asesinados poco despu¨¦s de ser conducidos a Auschwitz.
Acabada la guerra, Yaacov reconstruye su vida en Israel, vuelve a casarse y tiene otra hija, Zahava, a la que no cuenta nada de su pasado hasta que, con 14 a?os, la chica encuentra una foto en un ¨¢lbum de familia. En ella aparecen Rutka y Henius. El parecido de Zahava con la chica de la foto es escalofriante, as¨ª que pregunta, y Yaacov responde. As¨ª conoce por fin la tr¨¢gica historia de su hermanastra Rutka. Pero todav¨ªa no sabe nada del diario. Zahava tardar¨¢ a¨²n muchos a?os en enterarse de su existencia. Hasta que Szydlowski y Lior consiguen dar con ella.
El empe?o de todos ellos ha hecho posible que el diario de Rutka, tras un proceso de comprobaci¨®n sobre su autenticidad, haya sido publicado. Pronto lo ser¨¢ tambi¨¦n en castellano.
"Estoy muy contenta de haberlo hecho posible", dice Sapinska. "As¨ª, esta historia de la que puede aprenderse tanto no desaparecer¨¢ conmigo".
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