El silencio de Hernani
Las pintadas que ensucian las paredes del front¨®n de Hernani han sido siempre la cr¨®nica m¨¢s fiable de la vida pol¨ªtica de este pueblo. Sobre sus muros se han dictado con pintura penas capitales contra ertzainas y concejales y se ha exigido durante d¨¦cadas sin perder el aliento la libertad de los presos de ETA. A mediados de los noventa se anim¨® desde aqu¨ª la violencia callejera. En 1998, en protesta por el cierre del peri¨®dico proetarra Egin, el front¨®n fue empapelado con p¨¢ginas del diario; a?os despu¨¦s, tras la ilegalizaci¨®n de los partidos abertzales, consignas a brochazos pidieron a sus bases el voto nulo en las elecciones y m¨¢s tarde el rechazo a las extradiciones de etarras desde Francia y la excarcelaci¨®n de I?aki de Juana. Hoy, sin embargo, la pintada que m¨¢s destaca, la que a¨²n nadie ha borrado, refleja, m¨¢s que odio, amargura: "1936-2006: 40 a?os de dictadura y 30 de propina". Es el mejor resumen del callej¨®n sin salida en el que viven los habitantes de Hernani, perdidos en su laberinto de victimismo y desconfianza.
Una pintada de Hernani indica amargura: "1936-2006, 40 a?os de dictadura y 30 de propina"
En Hernani no existe un cultura de la paz. Ni de pluralismo. Ni libertad de expresi¨®n
HB ha obtenido siempre aqu¨ª sus mejores resultados, entre 4.000 y 5.000 votos por consulta
Es una plaza fuerte para ETA, el pueblo m¨¢s grande que gobiernan
Est¨¢n atrapados. Aqu¨ª nunca estall¨® la paz. En este territorio, clavado entre el mar y las monta?as, que no es rural ni urbano, ¨²ltimo basti¨®n de la pureza nacionalista, capital abertzale, laboratorio de todos los experimentos de la violencia etarra, se han ido encadenando en la memoria colectiva de los vecinos las guerras carlistas, la Guerra Civil y los fusilamientos en la Cuesta de la Muerte; la lucha obrera, el pistolerismo del Batall¨®n Vasco Espa?ol, el terrorismo de ETA y la represi¨®n policial; el matonismo contra los pol¨ªticos ajenos al microcosmos abertzale y, por ¨²ltimo, la kale borroka. Los ni?os han sido educados en ese conflicto interminable. Algunos dieron el salto a ETA. Algunos eran hijos de etarras. Nadie ha escapado. Y si alguno lo ha logrado, calla. "Hay dos ciudades paralelas, la de ellos y la de nosotros", confiesa una vecina del pueblo. "Dos ciudades que no se mezclan; el centro, para ellos. Con sus pintadas y sus consignas. Y t¨² en tu barrio sin abrir la boca. Y en fiestas, te vas. Que se lo queden ellos".
En Hernani no existe una cultura de la paz. Ni de pluralismo. Ni libertad de expresi¨®n. La guerra no ha acabado. Ni dentro de las propias familias. Muchas tienen presos en las c¨¢rceles; muchas tienen v¨ªctimas; muchas tienen presos y v¨ªctimas. Hay hermanos que no se hablan. Nadie sabe c¨®mo se hace la paz. Qu¨¦ pasos hay que seguir. C¨®mo se dialoga. Nunca lo han hecho. Nunca se han sentado juntos. Pero todos saben que es imprescindible la paz. Que hay que dar el paso. Buscar lo que les une. Todos menos unos pocos. Cada vez menos.
En Hernani se vive bien. Apenas hay paro, se construye sin pausa y cuenta con una pujante mediana empresa que ha sustituido a los colosos metal¨²rgicos del desarrollismo, cuya decadencia provoc¨® en el pueblo una marea de malestar social en los ochenta. Se ha hecho mucho en urbanismo. Y por fin se respeta el medio ambiente, siempre amenazado por las industrias qu¨ªmicas. Hoy, Hernani es m¨¢s limpio y habitable. En su desarrollo se ha invertido mucho dinero p¨²blico: vasco, espa?ol y europeo. Sus 18.800 habitantes cuentan con un completo mundo asociativo, buenos servicios sociales y un espectacular entorno natural a lo largo de la muga con Navarra. Sus sidrer¨ªas se llenan los fines de semana con miles de visitantes de todo el Pa¨ªs Vasco. Es la moda. Se ha logrado que toda la poblaci¨®n estudiantil sea escolarizada en euskera. La Ertzaintza no pisa el centro. La bandera espa?ola no ondea en ning¨²n balc¨®n. Y la inmigraci¨®n exterior no es un problema, no llega al 4%. Pero en Hernani, donde 4.187 sufragios (el 47% de los votos) fueron el pasado 27 de mayo a parar a las arcas de Acci¨®n Nacionalista Vasca (ANV), hay un problema que enturbia todo lo dem¨¢s: no se puede hablar de pol¨ªtica en voz alta. No se puede condenar la violencia. No se puede criticar a ETA. No se puede disentir. Los tres concejales del PSE y la del PP viven rodeados de escoltas y jam¨¢s pisan el casco viejo. "Se ir¨¢n a potear a la periferia", describe un vecino. "Adem¨¢s, la del PP no sabe ni d¨®nde est¨¢ la calle Mayor; ¨¦sa no es de aqu¨ª", dice otro.
?Por qu¨¦ es Hernani la capital del mundo abertzale? ?Por qu¨¦ la mayor¨ªa de sus votos siguen siendo para los violentos? Nadie esgrime una explicaci¨®n razonable. Hernani no es un cerrado enclave rural como Oiartzun o un pueblo puramente industrial como Pasajes, dos de los feudos de ETA en los que desde el 27-M tambi¨¦n gobierna ANV. Los m¨¢s sesudos de Hernani hablan de la fusi¨®n en este territorio durante el franquismo del nacionalismo rural en estado puro y la izquierda radical aportada por la inmigraci¨®n que lleg¨® de Andaluc¨ªa y Extremadura para trabajar en la siderurgia. Todo adobado con las razias de la extrema derecha y la presi¨®n policial. "La lucha contra la Guardia Civil un¨ªa mucho. Todos los portales estaban abiertos y los fugitivos desaparec¨ªan por los patios que comunicaban unas casas con otras", recuerda un viejo sindicalista.
De ese magma nacionalista-radical, y de la sobreadaptaci¨®n de los hijos de los inmigrantes al h¨¢bitat vasco (lo guay era ser de Jarrai) surgir¨ªa una importante cantera de ETA y una fiel observancia abertzale que obtendr¨ªa bajo las siglas HB siempre los mejores resultados. Entre 4.000 y 5.000 votos por consulta electoral. Un voto militante y militar. Y si la abuela no se pod¨ªa mover, se la llevaba en volandas hasta la urna. Y si Patxi no aparec¨ªa por el colegio electoral para votar por los suyos, se le llamaba a casa. "Y terminabas yendo; y una vez que estabas all¨ª, no ibas a votar al PSE; votabas HB". Un movimiento en principio pol¨ªtico que se har¨ªa poco a poco con el control, v¨ªa opa hostil, de cualquier nueva iniciativa social, musical o juvenil que surgiera en el horizonte del pueblo. Nada se les escapaba. Y se fue tejiendo la red. Que nadie os¨® romper.
Durante 30 a?os, en Hernani todos han mirado hacia otro lado. Ante la violencia y la exclusi¨®n. Unos por miedo, otros por convicci¨®n. "No, a los ni?os no se les ha adoctrinado en las ikastolas; todo ha sido m¨¢s sencillo. En la clase de tus hijos hab¨ªa compa?eros que ten¨ªan a sus padres y hermanos y primos en la c¨¢rcel y les enviaban cartas y pulseritas que compart¨ªan con todos los chavales y les tocaba a todos. Ninguno se quedaba fuera. Por pena y solidaridad, los chavales se iban metiendo en ese mundo. Los profesores no les animaban a militar en Jarrai (las juventudes de HB), pero tampoco condenaron nunca los atentados en clase. Ha sido un silencio c¨®mplice. Cuando mor¨ªa un etarra, hab¨ªa huelga; nunca cuando mor¨ªa un guardia civil. En las ikastolas se ha llegado al punto de defender los derechos humanos y las causas solidarias en todo el mundo; la ecolog¨ªa, la igualdad de sexos, la integraci¨®n de los inmigrantes y el matrimonio homosexual, y no condenar nunca la violencia de ETA; si el que asesinaba un vasco no era lo mismo que si el que asesinaba era un moro".
Contin¨²a otra madre de Hernani: "Era una secta. Les dec¨ªan a los chicos que si sus padres no estaban en la onda del MLNV (Movimiento de Liberaci¨®n Nacional Vasco), no les contaran nada de sus actividades. Les dec¨ªan los peri¨®dicos que deb¨ªan leer y las radios que deb¨ªan escuchar. Luego, llegaba la iniciaci¨®n. Mandaban a los chavales a comprar los botellines de Radical Fruit para hacer los c¨®cteles, luego la gasolina... y ya estaban dentro. Y muchos padres eran los primeros que daban dinero a sus hijos para que se fueran a las manifestaciones en San Sebasti¨¢n que terminaban con la quema de autobuses. Todos sab¨ªamos qui¨¦nes eran los violentos; iban con la cara tapada con el pa?uelo palestino, pero les conoc¨ªas por las playeras; eran los amigos de tus hijos. Y no dec¨ªas nada".
Un ertzaina destinado en Hernani recuerda aquellos a?os de fuego: "Todos sab¨ªamos qui¨¦nes eran; los mismos, un d¨ªa y otro. Siempre muy j¨®venes, siempre los m¨¢s j¨®venes, con menos de 20 a?os. Pero cuando ibas a por ellos, te las ten¨ªas que ver con los padres y la gente mayor del pueblo. Y de pronto ten¨ªas 200 personas a por ti. Y no los ibas a pegar un tiro... Sal¨ªas por patas de all¨ª".
Demasiada gente mir¨® para otro lado en Hernani cuando en una suerte de noche de los cristales rotos (como con la que se inici¨® en 1938 el exterminio de los jud¨ªos en la Alemania nazi) se comenz¨® a perseguir a los concejales populares, socialistas y en menor medida nacionalistas; se asaltaron sus negocios y se les intent¨® linchar. Se insult¨® a sus hijos en el colegio y a sus mujeres por la calle. En Hernani miraron para otro lado concejales, padres y profesores; vecinos, curas y pacifistas; propietarios de bares y militantes de izquierda. Un antiguo concejal se arrepiente hoy amargamente de aquella actitud. "Mi error fue dejar de lado los atentados. ?ramos gente progresista, preocupada por lo social, pero convivimos con una vulneraci¨®n brutal de los derechos humanos m¨¢s elementales sin mover un dedo.
-Usted luch¨® por la democracia contra el franquismo. ?C¨®mo pod¨ªa admitir la violencia contra sus compa?eros de Ayuntamiento y sus familias?
-No les ve¨ªas como personas, sino como representantes de un partido que no te daba ni agua y que dirig¨ªa la represi¨®n policial contra nuestro pueblo. Les ve¨ªas machacados, te daban pena, pero troceabas la realidad. Era m¨¢s lo que nos un¨ªa, la falta de libertad y los presos lejos de Euskal Herria, que lo que supon¨ªa la violencia. Pasabas.
Hernani es agradable si te olvidas d¨®nde est¨¢s. Es un pueblo pac¨ªfico. Especialmente desde que gan¨® ANV: "Cuando gobiernan ellos, esto es un oasis. No van a tirar piedras contra su tejado. ETA mata, pero no es tonta", comenta un pol¨ªtico de la oposici¨®n. Un pueblo donde se toman buenos pinchos y es f¨¢cil aparcar. Abarrotado de ni?os. Con pinceladas rurales en forma de huertas en pleno centro. El problema es que en cuanto pones un pie en la plaza de Zinkoenea y levantas la vista en direcci¨®n a la plaza de los Gudaris, sede del Ayuntamiento, la primera visi¨®n que obtienes, casi un pu?etazo, es una perspectiva de las calles Nagusia y Kardaberaz cubiertas por una veintena de pancartas que muestran el rostro de los presos etarras del pueblo junto a esta frase: "No estamos todos. Los necesitamos en casa". A partir de esa visi¨®n, ya no puedes olvidar d¨®nde est¨¢s. En los bellos balcones del centro, junto a los geranios que riegan las ancianitas, aparecen grandes fotograf¨ªas en blanco y negro de los etarras de Hernani. Hay pintadas a favor de ETA en las fachadas, las esculturas de los parques, los bancos p¨²blicos y los ¨¢rboles; en los soportales del Ayuntamiento, una pancarta pide la libertad para Arnaldo Otegui; pintura roja y amarilla reventada sobre la sede socialista y pegatinas de ANV en las papeleras; brillantes huchas rojas y verdes que recaudan dinero para los presos encadenadas al grifo de la cerveza de los bares. Los j¨®venes pasean consignas pol¨ªticas en sus camisetas. Y el rock radikal atruena muy de ma?ana. Estamos en un parque tem¨¢tico de la izquierda abertzale que se extiende a lo largo y ancho del casco viejo. En el preciso instante en que un grupo de ni?os comienza a jugar en la plaza Berri con negras pistolas de juguete perfectamente reproducidas, uno tiene que hacer un esfuerzo para convencerse de que en cualquier otro lugar de Espa?a, otros ni?os de la misma edad estar¨¢n jugando a la misma hora con las mismas pistolas que las de los ni?os de Hernani. ?O no?
Hernani es agradable si olvidas por un momento d¨®nde est¨¢s. Si haces el ejercicio mental de no dejarte atemorizar por los s¨ªmbolos. Pero cuando llega Mari Luz Anglada, la ¨²nica concejal del Partido Popular, a la cita en la plaza del Ayuntamiento, rodeada de escoltas, el tiempo parece congelarse. Anglada se cruza frente al Ayuntamiento con las concejalas de otros partidos que ni la miran; en realidad, nadie la mira; la entrevista transcurre en el banco de un triste parquecito que apesta al vino rancio de la fiesta de la noche anterior.
Mari Luz Anglada tiene 52 a?os, es ama de casa, vive en San Sebasti¨¢n y antes fue edil de Lezo, otra plaza fuerte de HB en Guip¨²zcoa. Anglada, que ha obtenido 468 sufragios en Hernani, no conoce ni a uno solo de sus votantes. Ni uno solo. "Nadie se acerca a m¨ª en la calle; varias veces he intentado encontrarme con ellos para darles las gracias y que me cuenten sus problemas; pero nadie habla conmigo. Tienen miedo. Mis votantes son invisibles".
-?Para qu¨¦ est¨¢ aqu¨ª? ?Qu¨¦ la mueve a jugarse la vida en Hernani?
-Un sentido profundo de que aqu¨ª hace falta una representaci¨®n del PP. Esto es Espa?a. Hay gente que nos vota. Aunque s¨®lo sean 468. Y se lo debemos. Nunca nos iremos.
Hace 11 a?os, viv¨ª una semana en Hernani mientras realizaba un reportaje para EL PA?S. Eran los peores a?os de la kale borroka. Todas las semanas se desarrollaba en el centro del pueblo una batalla campal entre ertzainas y j¨®venes radicales. Un combate cuyo objetivo era retar al Estado, abrasar a los polic¨ªas, amedrentar a los sospechosos y "socializar el sufrimiento", seg¨²n la estrategia de ETA. Hab¨ªa mucho miedo. Un miedo f¨ªsico, tangible, inmediato; al c¨®ctel molotov o la paliza. A que te insultaran por la calle. Asaltaran tu negocio. Quemaran tu coche. A ver tu apellido en el centro de una diana. Gesto por la Paz nunca pudo trabajar aqu¨ª. El lazo azul era impensable. Los concejales del PSOE fueron humillados hasta l¨ªmites insospechados. No se libr¨® de la violencia ni el entonces alcalde, Jos¨¦ Antonio Rekondo, de Eusko Alkartasuna, al que se intent¨® linchar varias veces. Las miradas estaban impregnadas de odio y desconfianza. Hubo gente que abandon¨® el pueblo. Pero en aquel lejano 1996, muchos vecinos y todos los pol¨ªticos hablaron con este periodista. Muchos sin rostros ni apellidos. En hoteles del extrarradio. Pero hablaron. Hoy, 11 a?os despu¨¦s, el silencio en Hernani es absoluto.
Hernani no es aquella que fue; se ha relajado. La violencia ha perdido m¨²sculo tras las treguas de ETA. Y por la ilegalizaci¨®n de una larga lista de organizaciones ligadas al universo etarra que ten¨ªa colonizado el pueblo. Hoy, la juventud est¨¢ m¨¢s desmovilizada, "menos comprometidos con las siglas. Antes era una religi¨®n", define Txus Congil, creador de Askagintza, una ong de ayuda a los drogodependientes y antiguo concejal de HB en San Sebasti¨¢n. La gasolina ya no es el principal aliciente de los revoltosos durante el fin de semana; algunos la han sustituido con speed o coca¨ªna. Hoy es raro que te destrocen el coche. Incluso algunos susurran desde el bando abertzale: "Estamos llegando al final del proceso". Y, sin embargo, los vecinos hablan menos que nunca. Hay un silencio espeso. Que envuelve todo. "Estamos muy quemados".
Se ha pasado del miedo a la incertidumbre. Nadie sabe qu¨¦ pasar¨¢ ma?ana. Si a¨²n hay alguna salida. Si hay posibilidades de di¨¢logo entre el Estado y ETA. Si habr¨¢ pronto un atentado. Y contra qu¨¦ o qui¨¦n ir¨¢ dirigido. Las certezas pol¨ªticas de otros tiempos se han volatilizado. Las verdades absolutas se tambalean. Y m¨¢s entre los mayores de 30 a?os. Los que protagonizaron la violencia callejera. Que pasean hoy por el pueblo con los mismos atuendos de sus tiempos de jarraitxus, aros en las orejas, camisetas y botas de monta?a, dentro del estilo peterpanesco que domina el universo abertzale de no hacerse nunca adultos. Sin embargo, ya no es lo mismo: ahora los ves empujando un carrito de ni?o. Y pensando en la hipoteca. Un ertzaina destinado hace 15 a?os en el pueblo recuerda su encuentro en la ferreter¨ªa con un viejo conocido de la kale borroka: "?l no sab¨ªa qui¨¦n era yo, pero yo sab¨ªa qui¨¦n era ¨¦l; hab¨ªa sido uno de los m¨¢s radicales del pueblo. Y ah¨ª estaba, tan simp¨¢tico, con su chaval, hecho un burgu¨¦s. Y yo pensaba: '?Con lo cabr¨®n que era; m¨ªrale, si parece un santo!'. Todos hemos cambiado".
Han aprendido a vivir sin violencia estos a?os. Y temen que ahora todo se venga abajo. Los abertzales que apuestan en voz baja (muy baja) por la v¨ªa pol¨ªtica est¨¢n convencidos de que una acci¨®n violenta del Primo de Zumosol, como aqu¨ª caricaturizan a ETA, se podr¨ªa volver sobre sus posibilidades pol¨ªticas de futuro. Son conscientes de que si la organizaci¨®n terrorista hubiera roto la tregua antes de las elecciones municipales en vez de unos d¨ªas despu¨¦s, ANV habr¨ªa perdido muchos votos en Hernani. "La foto de un concejal en un charco de sangre es lo peor que nos podr¨ªa ocurrir. La lucha armada tiene muy mala imagen en una Europa de libertades y bienestar. En estos diez a?os han pasado muchas cosas, la cooperaci¨®n policial internacional, los atentados del 11-S y el 11-M, la paz en Irlanda (a prop¨®sito, el Sinn F¨¦in se ha convertido en el segundo partido del Ulster sin pegar un tiro). Un asesinato ser¨ªa un desastre. ?ste es el ¨²ltimo conflicto violento en la UE, y a estas alturas es muy dif¨ªcil de entender, pero nadie te dice que esto sea razonable. Y aguanta gracias a un plus ideol¨®gico fabricado de sentimientos. De s¨ªmbolos: presos, sangre y represi¨®n. Y todav¨ªa es muy f¨¢cil ara?ar con esas cosas el coraz¨®n de la gente; hay que arrebatarles el victimismo", confiesa un viejo ex concejal.
Mientras, los militantes de todos los dem¨¢s partidos pol¨ªticos, incluidos los nacionalistas, temen ser de nuevo el objetivo de la violencia etarra. Regresar al pasado. A aquellos d¨ªas. No saben si podr¨ªan soportar una nueva ola de violencia y sospecha. Especialmente los socialistas, los que m¨¢s han aguantado, y que ten¨ªan esperanzas de alcanzar un resultado que les permitiera gobernar en Hernani. Obtuvieron los 1.400 votos de costumbre. En algunos barrios, como el buc¨®lico Ere?ozu, a orillas del Urumea, donde, seg¨²n cuenta un l¨ªder social del pueblo, "el que no tiene un familiar preso ha colaborado con la banda"; donde en 1997 un ertzaina recibi¨® una paliza de muerte delante de 200 personas sin que nadie se inmutara, ANV obtuvo 228 votos; el PSE, 4. Hay cosas en este pueblo que nunca cambian.
"Hab¨¦is venido a mover el avispero". Es la reflexi¨®n que nos hizo un pol¨ªtico de izquierdas nada m¨¢s llegar a su pueblo a comienzos de este mes de julio. Conclu¨ªan las fiestas de San Juan, y tres de los mejores aizkolaris de la provincia, ?ngel Arr¨®spide, Donato Larretxea y Arria V, se bat¨ªan en el front¨®n cortando troncos. El padre de Arria V, es de suponer que Arria IV, afilaba con amor el hacha de su hijo hasta convertir su filo en una delgad¨ªsima hoja de plata. El presentador animaba en euskera. Ni una palabra en castellano. Entre el p¨²blico, hombres mayores de pocas palabras. Unos metros m¨¢s all¨¢, en el paseo de los Tilos, en la terraza del Zintzarri, j¨®venes fumando porros. Como hace una d¨¦cada. Y las primeras miradas de desconfianza hacia los dos desconocidos. En el bar Gar¨ªn, el nuevo feudo de la juventud abertzale tras la clausura sucesiva de dos herriko tabernas, un par de veintea?eros radicales nos saludan con cinismo. Es una advertencia. Saben que estamos aqu¨ª.
"Dec¨ªa Telesforo Monz¨®n, el fundador de Herri Batasuna, que los trapos sucios hay que lavarlos en casa, y en Hernani esto lo llevamos a rajatabla", describe un viejo votante abertzale. Su dictamen sobre la ley del silencio que pesa sobre Hernani se completar¨ªa en los d¨ªas siguientes con juicios como el de un empresario del PNV: "Donde vivimos, hablar s¨®lo te puede traer problemas". Y de otros vecinos: "T¨² te vas a Madrid y nosotros nos quedamos aqu¨ª". "Mejor que no habl¨¦is de esto". "El abertzale que quiera ser cr¨ªtico con ETA no se lo va contar a EL PA?S". "Hab¨¦is venido a este pueblo para manipular y tergiversar la realidad". "En estos a?os ha ido cicatrizando la profunda herida que hab¨ªa en este pueblo; pero ha cerrado en falso y, a poco que la toqu¨¦is, se va a poner a sangrar".
Unos por terror. Otros para no mostrar las fisuras y contradicciones del movimiento abertzale. Dentro de esa compleja ley del silencio, se han negado a hablar para este reportaje los pacifistas de Lokarri y los familiares de presos de Etxerat; el diario local Kronika y la Ertzaintza; Aralar, ANV e Izquierda Unida; el anterior alcalde de EA, Jos¨¦ Antonio Rekondo, y la cabeza de lista de HB durante muchos a?os en este pueblo, Koro Etxeberr¨ªa. La Iglesia y los empresarios. El PSE se lo pens¨® durante 15 d¨ªas antes de expresar su negativa a un encuentro con los periodistas. La mayor¨ªa de los que han hablado han pedido que no se d¨¦ ninguna pista sobre su identidad; ni siquiera su sexo ni sus siglas. La misma alcaldesa de ANV, Marian Beitialarrangoitia, despu¨¦s de aceptar amablemente por tel¨¦fono una entrevista, dio la callada por respuesta. En la puerta del Ayuntamiento, tras una larga espera por parte de los periodistas, rechaz¨® el encuentro sin perder la sonrisa: "No tengo tiempo y, adem¨¢s, no me gust¨® nada el reportaje que escribiste hace 11 a?os".
Unas horas m¨¢s tarde, un militante abertzale nos confirmaba que el repentino silencio de Marian Beitialarrangoitia era debido a una consigna pol¨ªtica: "El de alcaldesa es un cargo delegado por un colectivo, y ese colectivo ha decidido que no hable con EL PA?S. Han decidido que os mov¨¢is por el pueblo sin acosaros; pero no os van a ayudar en vuestro trabajo. Tienen miedo de que la alcaldesa haga alguna declaraci¨®n y que si hay un atentado se quede con el culo al aire. Que EL PA?S pueda colaborar con este art¨ªculo a que se ilegalice ANV. Este momento no le gusta a nadie. Es de espera. Hab¨¦is llegado en el peor momento".
La izquierda abertzale de Hernani, la m¨¢s pura, la m¨¢s radical, la m¨¢s castigada, el referente para todo el Pa¨ªs Vasco, sufre de v¨¦rtigo; presiente el fin. Y no sabe c¨®mo actuar. Es el v¨¦rtigo de vivir en la normalidad. "Sin los tiros, ser¨ªan como Esquerra Republicana de Catalunya", dice un vecino. "Pero tienen que dejar los tiros. Muchos quieren. Pero los m¨¢s j¨®venes les dicen: 'O sea, que vosotros luchasteis y a nosotros nos toca agachar la cabeza; vosotros quer¨ªais sacar a los presos con las pistolas y ahora eso no vale'. Y esos j¨®venes no quieren ser los vencidos. Volver con las manos vac¨ªas. Y tienen cautivos a los viejos del MLNV".
Cuentan en Hernani que el pasado invierno apareci¨® una pintada abertzale que fue borrada de inmediato. Un coraz¨®n enlazando los nombres de Otegui y Zapatero. Lo relata un pol¨ªtico de la izquierda: "Muchos de ellos han estado torciendo el morro en Hernani durante toda la negociaci¨®n; dec¨ªan: 'No, si a este paso, Zapatero le va a poner un pisito a Otegui en Madrid'; pero se han aguantado porque son muy disciplinados. Cuando la comandancia militar dice algo, se cumple. Y, adem¨¢s, eran los menos". Seg¨²n distintas fuentes, las grietas en la izquierda abertzale son claras. Aunque nunca salgan a la luz. La ruptura de la tregua ha sido un mazazo para todos. Un paso atr¨¢s. Una vuelta a las andadas.
-?Y por qu¨¦ nadie ha disentido?
-Por disciplina. Porque temen que las divisiones dentro del movimiento lo debiliten. Y porque Zapatero ha perdido aqu¨ª la batalla de la imagen. El responsable de que se rompa la tregua es ETA, pero aqu¨ª nadie le echa la culpa a ETA, al menos en voz alta. Se la echan a Zapatero por no haber acercado a los presos, como hizo Aznar en la anterior tregua. Sin embargo, los que votan ANV en este pueblo, aunque no se sientan espa?oles, aunque no condenen a ETA, no quer¨ªan que se rompiera la tregua.
?Entonces, por qu¨¦ han vuelto a votar abertzale tras el primer aviso del atentado en la T-4? La respuesta m¨¢s generalizada, la que aportan cuatro viejos militantes de izquierdas -Jes¨²s Uzkudun, dirigente de Comisiones Obreras en el pueblo; Niko Elizondo, centrado en el trabajo de integraci¨®n con los inmigrantes; Txus Congil, dedicado al trabajo contra la droga, o Fernando Huici, que lider¨® el movimiento de objeci¨®n de conciencia contra la mili en Hernani-, es que ha sido un voto de rabia por la ilegalizaci¨®n de Batasuna en la anterior legislatura y la mitad de las listas de ANV en las ¨²ltimas municipales. Y por los presos. "Aunque sea dif¨ªcil de entender, votar ANV no es dar patente de corso a favor de la violencia; es un voto fiel, gen¨¦tico; en el que confluye un punk y una beata de misa diaria; los hijos de HB votan ANV; y es dif¨ªcil que el que vot¨® HB vote otra cosa. Sobre todo por los presos. Y ¨¦se es el s¨ªmbolo que m¨¢s pesa en este pueblo. El bander¨ªn de enganche. Nuestra ¨²ltima causa".
La gran duda entre todos los vecinos de Hernani es si ETA va a dejar gobernar a la alcaldesa de ANV de forma ligeramente independiente a sus dictados o si la van a manejar a golpe de silbato, como han hecho siempre, "porque en ese mundo no se aceptan disensiones, y Hernani es una plaza fuerte para ellos; el pueblo m¨¢s grande en el que gobiernan; un s¨ªmbolo que no se les puede escapar de las manos".
Todas las fuentes consultadas confirman que Marian Beitialarrangoitia, de 39 a?os, la alcaldesa de ANV, es un valor emergente dentro de la izquierda abertzale, muy lejos del ¨¢spero perfil habitual en los dirigentes batasunos. "No es una que pasaba por ah¨ª y la han puesto para enga?ar al Ministerio del Interior. Y tiene un pico de oro, sobre todo en euskera. Nunca ha sido una mujer de aparato. Ha mantenido cierta independencia. Pero ahora es dif¨ªcil que la dejen ir por libre". Nacida en Legazpia, Beitialarrangoitia comenz¨® a trabajar como periodista hace 18 a?os; lleg¨® a ocupar la direcci¨®n de Egin Irratia, la emisora del universo abertzale. Despu¨¦s de su cierre judicial, en 1998, colabor¨® activamente en las hoy ilegalizadas Gestoras Pro Amnist¨ªa y los colectivos a favor de los presos. Y m¨¢s tarde se convertir¨ªa en una de las voces m¨¢s conocidas del Pa¨ªs Vasco al dirigir el programa matinal de la radio p¨²blica vasca. Hoy, en c¨ªrculos pol¨ªticos se la contempla como "una cara amable del universo abertzale en el intento de administrar el Ayuntamiento de la forma m¨¢s normal posible. De demostrar que ellos pueden gestionar la vida de los ciudadanos sin recurrir a la kale borroka. En ese sentido, Hernani vuelve a ser un banco de pruebas abertzale, pero esta vez en busca de la normalidad institucional".
Para que llegue ese d¨ªa, el de la reconciliaci¨®n en Hernani, a¨²n sobran miedo y odio, y faltan pluralismo y libertad de expresi¨®n en estas calles. Los concejales del PSE y el PP viven escoltados, y la sombra de un atentado sobrevuela todo el pueblo. Y as¨ª no se puede vivir. Lo saben todos.
Diluvia en Hernani. A escasos cinco minutos del centro del pueblo, las gotas de lluvia se deslizan por las oxidadas esculturas de Eduardo Chillida clavadas en el inmenso y bell¨ªsimo caser¨ªo de Zabalaga. Chillida, un referente ¨¦tico muy por encima de la contienda pol¨ªtica, vivi¨® y trabaj¨® en Hernani, y quiso que su obra reposara para siempre aqu¨ª. En el Chillida Leku. En Hernani. En su entorno natural. Luis Chillida, su hijo, cuenta que, tras visitar el museo, siempre se pide a los turistas que escriban en un papel sus sentimientos. "Y la palabra que m¨¢s se repite, que siempre se repite, es ?paz! Y eso nos podr¨ªa hacer pensar un poco en algo que dec¨ªa siempre aita: "Una vida, cualquier vida, siempre es m¨¢s importante que una bandera; que cualquier bandera".
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