Coraje y honor
Escribe Aurelio Arteta en su ensayo La Mejor de las Miradas (Claves, n¨²mero 174) que la admiraci¨®n moral es una emoci¨®n nacida del deseo de emular la excelencia ajena, fruto de la educaci¨®n de los sentimientos y de la puesta en pr¨¢ctica de las estrategias as¨ª aprendidas para superar las pruebas de la vida. Esa capacidad de admiraci¨®n moral es seguramente la principal escuela donde se forman desde la adolescencia los rasgos fundamentales del car¨¢cter, que no hacen sino afianzarse a lo largo de la existencia, y el repertorio de las virtudes, que orientan el comportamiento humano. Me pregunto cu¨¢les ser¨ªan los arquetipos que Jes¨²s Polanco -nacido en 1929- tom¨® de modelo en aquella desgarrada y empobrecida Espa?a reci¨¦n salida de la Guerra Civil, espectadora de un pavoroso conflicto mundial y asfixiada por el nacionalcatolicismo construido al alim¨®n por la dictadura y por la Iglesia. Aunque la empat¨ªa generacional pudiera darme algunas pistas para responder parcialmente a esa interrogante, me limitar¨¦ a constatar que los patrones de excelencia moral a disposici¨®n hoy de los espa?oles -unas veces ampliamente referibles y otras bastante peores- son diferentes a las propuestas del pasado.
Fuesen cuales fueran las fuentes familiares y amistosas, cinematogr¨¢ficas y literarias, de esos modelos de conducta a imitar (de forma voluntaria o inconsciente), Jes¨²s Polanco interioriz¨® esos rasgos de car¨¢cter elegidos hasta hacerlos idiosincr¨¢ticamente suyos. Por ejemplo, el coraje a la hora de tomar decisiones empresariales arriesgando no s¨®lo el prestigio profesional, sino tambi¨¦n el patrimonio personal en el envite, march¨® siempre en paralelo con su prudencia para analizar los proyectos y para arbitrar entre puntos de vista conflictivos. La capacidad de liderazgo de Polanco ante situaciones de peligro qued¨® demostrada con creces la noche del 23-F y durante la persecuci¨®n pol¨ªtico-judicial del caso Sogecable. El cumplimiento de la palabra dada sin reparar en las consecuencias, la calidez en el trato personal y la generosidad para prestar atenci¨®n a quien se la reclamaba fueron otras tantas manifestaciones de su gran capacidad de amistad. La dignidad de Jes¨²s Polanco para rechazar las amenazas, las presiones y los chantajes del poder (sobre todo, pero no s¨®lo, pol¨ªtico) revel¨® en esos momentos de grave tensi¨®n su sentido del honor.
La mirada de admiraci¨®n moral que Jes¨²s Polanco dirigi¨® durante su etapa de educaci¨®n de los sentimientos hacia los comportamientos de otros puede proyectarse ahora de manera reflexiva sobre los rasgos de car¨¢cter presentes a lo largo de su vida. ?C¨®mo explicar, entonces, los estereotipos que ensuciaron su nombre durante a?os y que le han perseguido incluso hasta el d¨ªa siguiente a su muerte? Probablemente Arteta tiene raz¨®n cuando analiza el desprecio, la indiferencia, la envidia y el resentimiento como manifestaciones de las miradas que nos empeoran. Pocas personas han sido m¨¢s denostadas y calumniadas que ¨¦l por pol¨ªticos reaccionarios, empresarios competidores y periodistas de calz¨®n corto. La circunstancia misma de que Jes¨²s Polanco estuviese al frente del grupo de comunicaci¨®n m¨¢s importante de Espa?a no s¨®lo no le proporcionaba defensa, sino que le desaconsejaba la respuesta que hubiese desatado la espiral amarillista provocada por periodistas venales y tertulianos procaces. A la lentitud de los procesos judiciales para la protecci¨®n del honor, la intimidad y la propia imagen, o contra la injuria y la calumnia, se une en Espa?a el temor de muchos magistrados a ser linchados por libelistas que campan por sus respetos en peri¨®dicos y radios como supuestos monopolistas de la libertad de expresi¨®n.
Aurelio Arteta describe la envidia como adversaria temible y a la vez vecina de la admiraci¨®n moral: "La diferencia sustancial no radica en el objeto, sino en la virtud de sus sujetos: unos pueden admirar lo que otros no pueden m¨¢s que envidiar". Porque la envidia se entristece con lo mismo que la admiraci¨®n se congratula.
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