El adi¨®s de todos
"Fue un amigo de todos nosotros. Un l¨ªder de las libertades". El jesuita Jos¨¦ Mar¨ªa Mart¨ªn Patino, bajo un sol inclemente, traz¨® el perfil de Jes¨²s de Polanco, como profesional, empresario y "campe¨®n de la comunicaci¨®n".
"Fue un amigo de todos nosotros. Un l¨ªder de las libertades". El jesuita Jos¨¦ Mar¨ªa Mart¨ªn Patino, bajo un sol inclemente, traz¨® el perfil de Jes¨²s de Polanco, como profesional, empresario y "campe¨®n de la comunicaci¨®n". Se iniciaba el adi¨®s de todos al fundador del Grupo PRISA, ayer en el cementerio de la Almudena. Abrazados unos a otros, sus familiares le escuchaban.
Francisco, un lector, se quit¨® la gorra para despedir al hombre que no lleg¨® a conocer
"Era exigente para saber la verdad. Buscaba la verdad", dijo el sacerdote
Mar¨ªa del Carmen Polanco, la hermana mayor, fue la primera en llegar al cementerio. Vest¨ªa de morado y, al estrechar la mano, llorando, dijo: "Lo ¨²nico que puedo hacer es rezar. Es mi hermano peque?o. Y en casa he puesto la televisi¨®n, para seguir vi¨¦ndole todo el tiempo".
Poco despu¨¦s de la una y media entraban en el paseo cuatro coches repletos de flores, y luego el que conduc¨ªa el f¨¦retro. Frente a la tumba, con el gesto serio y aturdido, se situ¨® Ignacio Polanco. Y a un lado de la tumba, m¨¢s familiares: sus otros hijos (Manuel, Isabel y Mar¨ªa Jes¨²s) y su sobrino, Javier D¨ªez de Polanco. Y los nietos, de todas las edades.
Al otro, en los pasillos estrechos entre las l¨¢pidas, se alinearon el primer director de EL PA?S, Juan Luis Cebri¨¢n; el actual, Javier Moreno, y el ex presidente del Gobierno Felipe Gonz¨¢lez, los brazos cruzados, la cabeza baja. Tan pr¨®ximo como lo ha estado desde que Polanco muri¨®. Primero en la cl¨ªnica, luego en la capilla ardiente, hasta el ¨²ltimo adi¨®s en el cementerio. Igual que el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, que acompa?¨® a la comitiva desde la Fundaci¨®n Santillana y que se qued¨® en un segundo plano.
Mart¨ªn Patino dijo muchas cosas. Todas muy emocionantes. Por ejemplo, que Polanco era un hombre ante todo independiente. Que no le asustaron ni siquiera las calumnias. Tambi¨¦n dijo: "Fue amigo de sus colaboradores. Encontraron en ¨¦l un defensor".
Entre la nube de cabezas al sol, entre tantos banqueros y empresarios, entre los pol¨ªticos y los guardaespaldas, estaban los trabajadores de EL PA?S y de las otras empresas del Grupo PRISA. No se olvidaban de que Polanco los defendi¨®. Y que lo m¨¢s importante es que pudieron trabajar con independencia. Dec¨ªan que el jefe era afable, detallista. Que nunca dej¨® de saludar a nadie, o de dar las gracias.
Horas antes, la capilla ardiente hab¨ªa sido un ir y venir de pol¨ªticos, empresarios y periodistas. Los rostros conocidos se contaron por decenas -desde el presidente del PP, Mariano Rajoy, hasta el presidente del Barcelona, Joan Laporta, pasando por el presidente de El Corte Ingl¨¦s, Isidoro ?lvarez- y tambi¨¦n los desconocidos. Trabajadores, amigos, colegas de otros medios, lectores de EL PA?S y oyentes de la SER. Se acercaron a rendir homenaje a su jefe, a su compa?ero y al fundador de su peri¨®dico.
Sentado junto al f¨¦retro, en la capilla ardiente, Francisco P¨¦rez Gonz¨¢lez, Pancho. Amigo y socio de Jes¨²s de Polanco durante 55 a?os. Incluso se adelant¨® para esperarle en el cementerio de la Almudena. Se acomod¨® sobre una l¨¢pida, con un sombrero panam¨¢, muy afligido. Y aguard¨®.
Antes de que llegara Pancho a la Almudena, antes que casi todos llegaran, estaba Francisco Berenguer. Con camisa azul clara y un plano del cementerio. Francisco Berenguer tiene 77 a?os. Un contempor¨¢neo de Jes¨²s de Polanco: "Bueno, en realidad yo soy un a?o menor, porque nac¨ª en 1930", precisaba. Es madrile?o, como lo fue ¨¦l. Viene a saldar una deuda con ese hombre al que no conoci¨®. Bueno, al que no conoci¨® personalmente: "Como dem¨®crata ha hecho mucho por la libertad de expresi¨®n. Era un luchador como pocos. Me ha ayudado a tener lo que tengo, lo que tenemos hoy en d¨ªa", explicaba.
Francisco, ferroviario y sindicalista, lleva un pod¨®metro en la cintura que marca cuatro kil¨®metros -"ando mal de la circulaci¨®n y tengo que caminar, ?sabe?"- y se apoya en una cruz, tras la cinta que limita el paso. Se toca su gorra roja, descolorida por el sol, y mientras ve llegar la lenta procesi¨®n de figuras enlutadas, dice: "Me temo que va a haber m¨¢s personas con corbata que gente como yo. Y no lo entiendo. Aqu¨ª tienen que estar los trabajadores".
Los trabajadores estaban en el paseo, buscando las sombras exiguas junto al cuartel 309. Y hab¨ªan estado en la capilla ardiente. Desde Gemma Nierga, la directora de La ventana, de la SER, hasta un empleado fundador de EL PA?S, ya jubilado, que vino desde Sevilla y no par¨® de llorar.
"Era exigente para saber la verdad. Buscaba la verdad. Fue un coloso de la informaci¨®n. Deja el recuerdo de la lucha por la informaci¨®n y el di¨¢logo", prosegu¨ªa el jesuita. Francisco, el ferroviario de Vallecas, se hab¨ªa quitado la gorra para despedir al hombre que no conoci¨®.
Dos pasos m¨¢s all¨¢, aupado entre dos l¨¢pidas, solo, Valent¨ª Fuster. El cardi¨®logo de Polanco, el amigo de Polanco, con el que hab¨ªa fundado con ilusi¨®n un centro de investigaciones m¨¦dicas. "Yo creo en el recuerdo", dec¨ªa al marcharse, "y le puedo asegurar que no ser¨¢ la ¨²ltima vez que venga".
"Por encima de las diferencias de opini¨®n, era ante todo, un amigo. Siempre tuvo el coraz¨®n abierto". Las frases de Mart¨ªn Patino sonaban como aldabonazos emocionados.
Cerca de las dos de la tarde, el f¨¦retro, sin crucifijo, fue bajado a la sepultura. Decenas de c¨¢maras fotogr¨¢ficas dispararon a la vez. Luego llegaron las flores, muchas, desbord¨¢ndose por las tumbas vecinas, desluciendo las rosas de tela que nunca se marchitan. Las flores reci¨¦n cortadas se quedar¨ªan perfumando la tarde calurosa cuando todos se hab¨ªan ido. Como un rastro de vida. Coronas y cruces, remachadas de cintas con muchos nombres. Los Reyes, los pr¨ªncipes, Mario Vargas Llosa, Alejandro Sanz.
El primer ramo, uno muy sencillo, de rosas blancas, fue el de EL PA?S. Manuel Polanco retir¨® algunas y las reparti¨® entre los nietos. Pancho, desconsolado, tambi¨¦n recogi¨® su flor. Luego las echaron sobre la tumba abierta. Ignacio dio las gracias, entrecortada, brevemente. Dijo que all¨ª estar¨ªa la familia para saludar a todos.
Y en medio del silencio extra?o de los cementerios, son¨® el aplauso del adi¨®s.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.