Portu?olismo
En los ¨²ltimos d¨ªas se ha extendido una risita condescendiente tras las declaraciones del premio Nobel portugu¨¦s Jos¨¦ Saramago en las que vaticinaba que Portugal y Espa?a acabar¨ªan integr¨¢ndose en una cosa llamada Iberia, y de las que se desprend¨ªa que ser¨ªa una buena soluci¨®n a los problemas que en general tiene Portugal. Unos p¨¢rrafos menos conocidos m¨¢s abajo el escritor dejaba caer los problemas en particular de "duplicaci¨®n de impuestos" que le supon¨ªa tener residencia fiscal en Lisboa y la vital en Lanzarote, reclamando la solidaridad para con el millonario que el pueblo suele tener en estos casos, y desatando tantos enfados en su pa¨ªs fiscal como sonrisas en un pa¨ªs de residencia cuyas clases populares a¨²n se cachondean al recordar a Sara Mago como una conocida pintora y poco m¨¢s.
Ni siquiera es preocupante cuando, m¨¢s all¨¢ de la risita, la boutade enciende unas cuantas bombillas con la idea de que un Estado como el espa?ol pueda hacerle al pueblo vecino el gran favor de acogerlo en su seno, regal¨¢ndoles nuestra sana econom¨ªa y nuestras progresistas libertades, a cambio de unos pocos futbolistas con los que so?ar ser algo en un mundial de f¨²tbol, aunque sea en camiseta rojiverdigualda. La idea, recogida en las encuestas online de este diario, es lo suficientemente peregrina como para empezar a notar un brillo en los ojos del madridcentrismo m¨¢s cazurro, y encender el dudoso orgullo de que cada a?o m¨¢s escolares lusos eligen aprender espa?ol en la escuela, mientras el resto de Iberia no ofrece el m¨¢s m¨ªnimo inter¨¦s en aprender portugu¨¦s.
Cierto es que hasta ahora tampoco se nos dio la opci¨®n de hacerlo en los colegios, y algunos se empe?an en seguir as¨ª, con el argumento de que bastante nos (les) cuesta aprender el ingl¨¦s. Un aspecto en el que Portugal hace a?os que nos da mil vueltas: su fon¨¦tica angl¨®fona -y angl¨®fila- es envidable, al igual que el inter¨¦s que casi siempre demuestran por lo que pasa en su pa¨ªs vecino, o sea ¨¦ste. Ojal¨¢ nosotros tuvi¨¦semos la mitad de inter¨¦s por lo que pasa fuera de nuestras fronteras. Ya no por irmandad ib¨¦rica o gallegolus¨®fona, s¨®lo hablo de cultura general. En Galicia este resquemor por los vecinos muchas veces se hace m¨¢s patente a¨²n, pues nos unen demasados lazos con la parte sur de Gallaecia para querer reconocerlos. Se trata del desprecio t¨ªpico del nuevo rico de querer diferenciarse del que sigue siendo pobre. Tambi¨¦n porque tenemos a los portugueses m¨¢s cerca, m¨¢s entre nosotros, tenemos m¨¢s oportunidades de hacerles llegar este desprecio, de ejercer nuestra sutil y tolerante xenofobia. La ¨²ltima, que es la de "vienen a quitarnos nuestras plazas en la facultad de Medicina", s¨®lo demuestra que integrarnos en Europa es muy necesario y muy moderno, pero que cuando hablamos de Europa nadie piensa precisamente en Portugal. Si los aspirantes fuesen brit¨¢nicos, daneses o de Valladolid a nadie le importar¨ªa compartir pupitre con ellos, hubieran pasado o no la dichosa Selectividad.
Y esto hace que la tan cantada Eurorregi¨®n Galicia-Norte de Portugal se acabe reduciendo a las transacciones econ¨®micas de los s¨¢bados por la tarde en las que los portugueses vienen a gastarse los euros en el Corte Ingl¨¦s de Vigo mientras los ol¨ªvicos cruzan la frontera para comprar las bragas m¨¢s baratas en Vilanova da Cerveira. La cordialidad entre ambos pueblos nunca se ha negado, incluso nos lleva a hacer los m¨¢s enrevesados esfuerzos ling¨¹¨ªsticos: quienes nunca hablan gallego en Galicia lo usan cuando van a Portugal, mientras sus interlocutores lusos se esfuerzan por hablarles en castellano. El iberismo hist¨®rico que se plantea suena m¨¢s que nada a chafalleiro portu?ol.
Espa?a cree que Portugal es un pueblo triste y aburrido que carece de autoestima, aunque la estima que les demostramos tampoco ayuda mucho. Un cateto sentimiento de superioridad del que Galicia podr¨ªa desmarcarse si realmente aprovech¨¢semos el hablar dos dialectos de la misma lengua para aumentar nuestra curiosidad por los vecinos. Esto incluye al museo Serralbes y a Quim Barreiros, a ?lvaro Siza, a Cristiano Ronaldo, a Paredes de Coura, al propio Saramago, a la Super Bock y a un mont¨®n de cosas que desconocemos por pereza cultural y falta de comunicaci¨®n peninsular. Y la culpa, claro, es de ellos por querer ser como nosotros. Menudo morro que tenemos.
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