Abe muerde el polvo
El primer ministro japon¨¦s ha anunciado que permanecer¨¢ en el cargo despu¨¦s de su abultada derrota en las elecciones del domingo para renovar la mitad de la C¨¢mara alta. Pero es dudoso que Shinzo Abe pueda hacerlo durante mucho tiempo, aunque haya prometido cambios inmediatos en el Gabinete.
Pese a que los comicios tienen en teor¨ªa poco impacto sobre qui¨¦n gobierna Jap¨®n, y Abe y sus aliados mantienen una gran mayor¨ªa en la decisiva C¨¢mara baja del Parlamento, la magnitud del varapalo (han perdido 30 de los 133 esca?os que ten¨ªan) muestra la gravedad del divorcio entre los votantes y un hombre que demuestra escasa autoridad para dirigir el Gobierno.
Tras la salida del carism¨¢tico Junichiro Koizumi, Jap¨®n ha vuelto a uno de esos interregnos pol¨ªticos caracterizados por una mediocridad extrema. Ni el partido gubernamental, el Liberal Democr¨¢tico (PLD), que ha controlado pr¨¢cticamente la vida del pa¨ªs desde el final de la II Guerra Mundial, ni el opositor Partido Democr¨¢tico (PDJ) parecen estar en condiciones de ofrecer nada excitante a los ciudadanos. Si el voto del domingo es manifiestamente contra Abe, no por eso lo es a favor del PDJ, una heterog¨¦nea formaci¨®n de 1998, dirigida por un tr¨¢nsfuga del PLD, de salud fr¨¢gil y que ha venido perdiendo una tras otra sus oportunidades de convertirse en alternativa viable.
En su a?o escaso al frente del Ejecutivo, Shinzo Abe se ha mostrado mucho m¨¢s atento a cuestiones ideol¨®gicas (reescritura de la Constituci¨®n pacifista, acrecentar la seguridad global del pa¨ªs, ense?ar m¨¢s patriotismo en las escuelas) que por los asuntos econ¨®micos que preocupan a los votantes: las pensiones, la sanidad, las grandes diferencias entre las ciudades y el campo. El juicio de las urnas se ha agravado por las meteduras de pata de un Gobierno que ha dado muestras de incompetencia y falta de criterio, adem¨¢s de perder a varios ministros en este tiempo. Uno de ellos, el de Agricultura, se suicid¨® en mayo por su implicaci¨®n en un esc¨¢ndalo econ¨®mico de su departamento. Otro, el dimitido de Defensa, pareci¨® justificar el lanzamiento por EE UU de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. El de Sanidad, no satisfecho con llamar a las japonesas "m¨¢quinas de parir", ha perdido los datos de millones de contribuyentes en el organismo que administra las pensiones p¨²blicas.
En Jap¨®n no hay previstas elecciones legislativas hasta 2009, pero es muy improbable que ese calendario se mantenga. A Abe le puede salvar de la crucifixi¨®n la falta de una alternativa pol¨ªtica cre¨ªble y el hecho de que en su propio partido nadie est¨¦ en condiciones de encabezar un regicidio. Tras su humillante derrota, las posibilidades de supervivencia del primer ministro dependen b¨¢sicamente de factores fuera de su control.
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