En el vientre del desastre
Escenas dram¨¢ticas en Masca,una de las joyas hist¨®ricas de Tenerife
Jos¨¦ Gonz¨¢lez, "m¨¢s de Masca que nadie", lloraba ayer en la escalera ennegrecida de su casa en uno de los pueblos m¨¢s bellos y m¨ªticos de Canarias; su restaurante, La Fuente, que durante 17 a?os fue el sustento de su familia y de 10 familias m¨¢s, exist¨ªa hecho pedazos sobre un mont¨®n de escombros presididos por una palmera de ceniza.
En la madrugada del lunes al martes, Jos¨¦ recibi¨®, como cada uno de los 50 vecinos de Masca, el aviso de que se ten¨ªa que ir; el fuego bajaba como una lengua despiadada; hab¨ªa recorrido 30 kil¨®metros a una velocidad endiablada, hab¨ªa destrozado los montes de Los Realejos, San Juan de la Rambla, Erjos y Santiago del Teide, y estaba a punto de asaltar esta joya insular en la que desde el paleol¨ªtico canario hay tradici¨®n de vida.
Jos¨¦, y sus compa?eros, dicen que les avis¨® un particular; el alcalde, Aurelio Abreu, dice que ¨¦l, pero en esa discusi¨®n ya se pondr¨¢n de acuerdo; en lo que ya est¨¢n de acuerdo es en la desesperaci¨®n que les ha producido, ahora, la evidencia del desastre; retrospectivamente, nos dec¨ªa el alcalde, ahora hay miedo y a la vez alivio; esa bomba de relojer¨ªa que son las palmeras, la pinocha que nadie recoge, las zarzas y otros elementos naturales que parece que estaban ah¨ª para avivar el fuego, pudo haber causado una desgracia humana incalculable.
Ni siquiera el alivio de la vida le sirve a algunos para olvidar lo que han perdido. Masca estaba ayer cercada a¨²n por la moratoria del fuego; unos j¨®venes habitantes del caser¨ªo, de una belleza espectacular y tambi¨¦n inquietante, una especie de vereda m¨²ltiple que parece convocar la atm¨®sfera de un cuento del autor canario Rafael Arozarena, se quejaban de que ni el ayuntamiento ni el Cabildo les hab¨ªa informado de lo que pasaba de veras; y llevaban 36 horas "con lo puesto" soportando la falta de informaci¨®n "como un insulto y como una groser¨ªa".
Por el camino, metidos en lo que pod¨ªamos llamar el vientre del fuego, vimos otros signos de desesperaci¨®n y tambi¨¦n de cr¨ªtica; a pesar de que tanto el presidente Zapatero como el presidente Rivero hab¨ªan alabado "la excelente coordinaci¨®n", fuerzas civiles descontentas han puesto de manifiesto "la dejadez" oficial, que cifran en la falta de limpieza de los caminos que ahora han ardido como teas.
El presidente del Cabildo hab¨ªa dicho por la ma?ana que la limpieza de jardines y de fincas corresponde a los propietarios; los voluntarios que no han podido serlo tambi¨¦n rumiaban su rabia contra los que nos les dejaban participar en las tareas de extinci¨®n...
Nosotros presenciamos el ataque verbal, y casi f¨ªsico, que sufri¨® en los montes de Erjos -una superficie devastada que atenaza el coraz¨®n, como la piel de un animal moribundo, sacada a tiras por el fuego- el consejero insular de Medio Ambiente, Wladimiro Rodr¨ªguez Brito, un ecologista de larga data. Al hombre le afect¨® ese ataque, que fue especialmente virulento; le reprochaban los j¨®venes que no les dejaran participar en los equipos de extinci¨®n, y le culpaban de que, previsiblemente, una monta?a, el Monte del Agua, iba a sucumbir tambi¨¦n "?por su culpa!". La verdad es que tan precioso monte ha estado amenazado, pero no ha ardido, y con respecto a la otra reivindicaci¨®n el consejero puesto en cuesti¨®n les dijo: "?C¨®mo van a ir con esas ropas, y con esas zapatillas!".
Lo cierto es que en Canarias, al menos desde 1983, cuando un incendio pavoroso en La Gomera acab¨® con la vida del entonces gobernador civil Francisco Afonso, que se hab¨ªa sumado a las cuadrillas y hab¨ªa sido traicionado por el viento, se ha mantenido a raya "el voluntarismo de los voluntarios".
El asunto de la limpieza de las zonas privadas, y tambi¨¦n p¨²blicas, est¨¢ dando mucho que hablar; las palmeras, la pinocha, las zarzas, el calor, el viento, la falta de humedad, se unen a un descuido cultural, dice el citado Rodr¨ªguez Brito. "La gente que habitaba los campos eran campesinos, y sab¨ªan qu¨¦ hacer con los rastrojos; los que habitan los campos ahora son gente urbana, que hace footing contra el colesterol pero que son incapaces de quitar de en medio una rama seca. Y una rama seca alimenta el fuego como una tea encendida".
El s¨ªmbolo del desastre, en Masca, es esa palmera que ahora est¨¢ rodeada de cristales negros, siniestros, el resto del naufragio terrible que tanto llora Jos¨¦ Gonz¨¢lez, con su mujer, Mireia P¨¦rez. Mireia es de aqu¨ª "de toda la vida", y Jos¨¦ naci¨® en Lugo, vivi¨® en Venezuela, y aqu¨ª se estableci¨® hace a?os. Hace 18 puso La Fuente; la casa estaba en ruinas por dentro; Jos¨¦ y Mireia estaban tiznados, y a ¨¦l las l¨¢grimas le ca¨ªan contenidas sobre su mirada amarga como la hiel. Wladimiro le consolaba. ?l le habl¨® de lo que los pol¨ªticos no han hecho.
Esta casa es una de las cuatro que quedaron totalmente destrozadas; ninguna de las hist¨®ricas sufri¨® esa suerte, pero sobre el espacio devastado de este pueblo bell¨ªsimo hoy se cierne la ceniza del desastre como si fuera una l¨¢grima negra. "?No hubo 20.000 euros para limpiar las palmeras!", dice, entrecortado, Jos¨¦. El alcalde despu¨¦s nos se?al¨® el pueblo, sus palmeras negras, y dijo: "Las palmeras estar¨¢n tan campantes dentro de tres a?os. Y ahora han ayudado a que este sea el d¨ªa m¨¢s desgraciado de Masca".
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