La brujer¨ªa adolescente
Si dejamos a un lado las picard¨ªas de L¨¢zaro de Tormes, quiz¨¢ sean Romeo y Julieta los dos primeros adolescentes realmente protagonistas de una inolvidable aventura literaria. Como demuestra tambi¨¦n en otras piezas, sin duda a Shakespeare le gustaban los h¨¦roes y las hero¨ªnas de esa edad, que pueden disfrazarse f¨¢cilmente como representantes del sexo opuesto con deliciosa e imberbe ambig¨¹edad. De ¨¦l probablemente los retom¨® Charles Dickens en el siglo XIX para la narraci¨®n juvenil (young adults llaman al g¨¦nero los anglosajones), que tambi¨¦n los mayores gustan de leer: Oliver Twist, David Copperfield y luego con m¨¢s malicia Mark Twain en Las aventuras de Tom Sawyer o Huckleberry Finn...
En la adolescencia hay algo demoniaco, un ansia de alcanzar forma estable y de conservar al mismo tiempo lo espont¨¢neo
Pero quien ascendi¨® definitivamente al adolescente hasta el estrellato de la narraci¨®n aventurera fue Robert Louis Stevenson: La isla del tesoro y La flecha negra est¨¢n protagonizadas por muchachos, como tambi¨¦n es mozo David Balfour, el mejor de todos, a quien a trav¨¦s de las dos partes de su saga (Kidnapped y Catriona) vemos crecer e incluso madurar (si es que enamorarse significa madurez). Nadie como Stevenson expres¨® el arrobo de la edad p¨²ber, sus vacilaciones al borde del alero de la vida, su gracia desabrida e irresistible, a veces mort¨ªfera. Porque en la adolescencia hay algo demoniaco, un ansia de alcanzar forma estable y a la vez conservar la irresponsable ondulaci¨®n de lo espont¨¢neo, una b¨²squeda apasionada del amigo adulto que sea a la vez padre y tentador...
Despu¨¦s de Stevenson, el adolescente se instal¨® en la novela de aventuras juvenil para quedarse definitivamente, algunos con un toque m¨¢s humor¨ªstico -Guillermo Brown- y otros un poco m¨¢s ani?ados, como los chicos y chicas de Enid Blyton (a quien podr¨ªamos considerar la "abuela" de J. K. Rowling y cuyas Torres de Mallory tanto recuerdan al colegio Hogwarts). Yo siento especial debilidad por el m¨¢s stevensoniano de todos estos ep¨ªgonos, lamentablemente desconocido en Espa?a, Leon Garfield, cuyo Smith no hubiera desmerecido en el cat¨¢logo del propio RLS. Sin olvidar desde luego a Frodo, Sam y dem¨¢s compa?eros hobbits, que son tambi¨¦n adolescentes raritos hasta cumplir el medio siglo o m¨¢s de sus envidiablemente largas existencias.
Harry Potter desciende por v¨ªa directa de esta ilustre prosapia. Es hu¨¦rfano, condici¨®n que el adolescente siente como propia porque la pubertad supone siempre la muerte al menos simb¨®lica de los padres. Pero en su caso los padres han muerto de un modo tr¨¢gico, que le ha marcado incluso f¨ªsicamente, y su asesinato le ha dejado como herencia la sombra de una especie de padre oscuro y siniestro, Lord Voldemort. En tiempos de Dickens, los hu¨¦rfanos zarandeados por la vida y la incomprensi¨®n rapaz del mundo ten¨ªan en su origen un destino aristocr¨¢tico o al menos patricio cuyos privilegios tardaban en recuperar. Harry Potter pertenece a una aristocracia de efectos inmediatos y perturbadores, que lo a¨ªsla de sus parientes m¨¢s zafios y a la vez lo resguarda y compromete: es un brujo, un mago innato. Su larga historia inici¨¢tica le va descubriendo paulatinamente que no est¨¢ solo en su mundo hechizado, pero que esa compa?¨ªa a veces puede ser entra?able y otras, peligrosa. Volumen tras volumen, su saga se va haciendo menos humor¨ªstica y pueril para cobrar aspectos ominosos que lo enfrentan con los inevitables dilemas morales de la vida activa: la fidelidad o la renuncia, el compa?erismo rutinario o la aspiraci¨®n a un camino propio que a veces resulta cruel con quienes m¨¢s amamos... Y al final entrevemos la conquista del amor y la desolaci¨®n del amor.
Quiz¨¢ la tecnolog¨ªa m¨¢gica (cuyo encanto forma parte del ¨¦xito del personaje) sea innecesaria para arribar a la lecci¨®n fundamental: que es preciso recurrir a lo que de sobrehumano pueda haber en nosotros para alcanzar con plenitud la modestia de lo humano. Y por esa prueba todos tendremos que pasar. Hace medio siglo, cuando en Francia apareci¨® una ni?a prodigio con dotes literarios, Minou Drouet, Jean Cocteau coment¨®: "Todos los ni?os son prodigio... menos Minou Drouet". Parafrase¨¢ndole a la inversa, podr¨ªamos decir que todos los adolescentes son magos... incluso Harry Potter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.