La soledad del arbusto
LA HISTORIA del portugu¨¦s Miguel Torga, bautizado Adolfo Correia da Rocha, es la de un hombre que naci¨® roca y quiso ser arbusto: "Torga es una planta trasmontana, brezo campestre, con ra¨ªces que se agarran a la tierra metidas entre las rocas: como yo". Se puso nombre como quien talla un autorretrato a hachazos: desde sus libros se ve la vida como una continua pelea con el entorno, el natural en el campo y el social en la ciudad. Torga, que se hizo m¨¦dico, nunca pudo curarse el dolor de vivir, esa especie de contractura irremediable. Tampoco fue casual que eligiera por nombre Miguel: era el de Cervantes y Unamuno. Naci¨® el 12 de agosto de 1907 en una aldea de Tr¨¢s-Os-Montes, hijo de campesinos. Su padre, su madre, su maestro, el paisaje trasmontano maldecir¨¢n y bendecir¨¢n en cada uno de sus libros. Anduvo algo por el seminario antes de marchar a la hacienda cafetera de su t¨ªo en Brasil. El t¨ªo enseguida le envi¨® de vuelta a Coimbra con una asignaci¨®n anual para que estudiase en la universidad. Una vez all¨ª comenz¨® a colaborar en la m¨ªtica revista Presen?a, pero no tard¨® en disentir de los principios del grupo: la literatura, tal y como ¨¦l la entend¨ªa, no aceptaba programas. ?l mismo fund¨® un par de revistas que duraron tan poco como su capacidad para participar en cualquier empe?o colectivo.
Entre la polvareda levantada por Saramago nadie se ha acordado de Torga, iberista convencido
Desconfiado, se defini¨® como "intransigente, duro, capaz de una l¨®gica cercana a la inhumanidad". As¨ª trataba a los personajes de sus obras, con esa mezcla de ternura y brutalidad tan suya. Empez¨® escribiendo poemas que al principio firm¨® con su nombre y luego ya con el seud¨®nimo que utiliz¨® para todo, incluso para el trato con los m¨¢s cercanos. En 1941 comenz¨® la publicaci¨®n de los 16 tomos de su Diario. Antes, en 1938, hab¨ªa aparecido la primera entrega -ser¨ªan cinco- de La creaci¨®n del mundo, gran obra autobiogr¨¢fica que es a la vez semilla de sus otros libros emblem¨¢ticos en prosa: Bichos (1940), donde hombres y animales parecen confundirse; los Cuentos de la monta?a (1941) y la novela m¨¢s o menos viajera El se?or Ventura (1943). En 1939 public¨® El cuarto d¨ªa de la creaci¨®n del mundo, excursi¨®n por lo que de Espa?a hab¨ªa quedado tras la Guerra Civil. El libro fue secuestrado por la censura salazarista y su autor, encarcelado.
En Coimbra compra libros cambi¨¢ndolos por los suyos. Va siempre en tercera clase y se mueve por Europa si hay quien le lleve. As¨ª y todo viaja mucho: Europa, la India, China, pero siempre con el ¨¢nimo de arbusto trasmontano. Edita sus propios libros, que manda imprimir en el papel m¨¢s barato y en la imprenta de un amigo que le hace "un precio cristiano". Nunca regala uno, jam¨¢s pone una dedicatoria. Cuando se casa advierte a su esposa de que siempre la abandonar¨¢ por un verso. Como m¨¦dico acostumbra a no cobrar a los humildes, con los que pasa largas horas conversando. No tiene tel¨¦fono y s¨®lo compra una televisi¨®n para ver las noticias tras el 25 de abril. A veces va a cazar al monte y de vuelta pasa consulta con la ropa manchada por la sangre de sus presas.
Es raro que en medio de la polvareda reci¨¦n levantada por Saramago casi nadie se haya acordado de Torga, iberista convencido. Heredero del pensamiento de Costa, Oliveira Martins y Antero, dedic¨® a su admirado Unamuno uno de sus Poemas ib¨¦ricos: "?Unamuno Tercero! / (M¨ªo Cid fue el primero, / Don Quijote el segundo)". Dec¨ªa: "Mi patria c¨ªvica acaba en Barca de Alva, pero la tel¨²rica llega hasta los Pirineos". No apoy¨® la entrada de Portugal en la CEE, asunto, seg¨²n ¨¦l, de "media docena de contables". Ten¨ªa clara la idea de Iberia, algo distinto de Europa.
Siempre rechaz¨® los premios, pero le disgust¨® que en 1960, propuesto para el Nobel, no se lo dieran. Acept¨® el Cam?es en 1989, quiz¨¢s s¨®lo porque era el primer a?o que se entregaba. Muri¨® en Coimbra en 1995.
Hab¨ªa escrito: "La desgracia es que no me dejan estar a solas, pensar a solas, sentir a solas". ?sta es la historia de un arbusto, digo de un hombre, que siempre se supo solo y siempre quiso estar m¨¢s solo a¨²n.
Mart¨ªn L¨®pez-Vega (Po de Llanes, Asturias, 1975) es poeta y traductor del portugu¨¦s.
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