?Portugal en Iberia?
Hace poco m¨¢s de cuatro siglos que Espa?a y Portugal son los dos ¨²nicos Estados de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, con historias paralelas pero, a menudo, con alianzas y designios contradictorios. Pero quiz¨¢ m¨¢s de cinco naciones, con lenguas, tradiciones y culturas distintas: Castilla, Portugal, Pa¨ªs Vasco, Catalu?a y Galicia, e incluso quiz¨¢ otras en gestaci¨®n. Espa?a es una creaci¨®n plural (un Estado de varias naciones) formada a finales del siglo XV. El matrimonio de los Reyes Cat¨®licos, Isabel y Fernando, en 1469, supuso la unificaci¨®n de sus respectivos Estados -Castilla y Arag¨®n- para formar Espa?a, y posteriormente, con la conquista del Reino de Granada en 1492, la expulsi¨®n de la Pen¨ªnsula de los musulmanes y (por diferentes motivos) de los jud¨ªos.
Portugal, como Estado independiente, se remonta a tres siglos antes (1140). Afonso Henriques se separ¨® del Reino de Le¨®n y, tras arrebatar Lisboa a los moros, con ayuda de los cruzados, fue reconocido como rey por el papa Alejandro III (1179).
A finales del siglo XVI (1580), despu¨¦s de que muriera (o desapareciera) el rey don Sebasti¨¢n en la batalla de Alcazarquivir, sin dejar descendientes, Felipe II de Espa?a, un rey prudente, taciturno y persistente, se design¨® a s¨ª mismo rey de Portugal. Porque, como acostumbraba a decir, "lo hered¨®, lo conquist¨® y lo compr¨®". Y as¨ª fue, verdaderamente. Uni¨® los dos reinos en su persona. Pero el hecho fue que Portugal perdi¨® su independencia durante los siguientes 60 a?os. La recuper¨® en 1640, porque la Espa?a de Felipe IV, enzarzada en la guerra de Catalu?a, al otro lado de la Pen¨ªnsula, no ten¨ªa fuerza suficiente para imponer su voluntad en dos frentes peninsulares, y Portugal supo aprovechar la coyuntura favorable.
Todo esto viene a prop¨®sito de la entrevista concedida hace unas semanas a un peri¨®dico portugu¨¦s por el premio Nobel de Literatura Jos¨¦ Saramago, que provoc¨® cierta discusi¨®n tanto en Portugal como en Espa?a. Entre otras afirmaciones, Saramago dijo: "No vale la pena que me haga el profeta, pero creo que acabaremos por integrarnos" (se refer¨ªa a Portugal y Espa?a). Y m¨¢s adelante: "No vamos a ser gobernados por espa?oles (...), ser¨ªamos lo que los catalanes quieren ser y son ya en Catalu?a", para a?adir: "Probablemente (Espa?a) tendr¨ªa que cambiar de nombre y pasar a llamarse Iberia". La entrevista, en s¨ª, no ten¨ªa nada de condenable ni cosas que pudieran escandalizar. Pero suscit¨® cierta pol¨¦mica y confusi¨®n, sobre todo en las mentes de los nacionalistas portugueses, todav¨ªa sensibilizadas por la p¨¦rdida del imperio -y la inevitable descolonizaci¨®n-, 30 a?os despu¨¦s. A¨²n conservan en la memoria el lema de una misma "patria desde el Mi?o hasta Timor", proclamado con insensatez e ignorancia por Salazar en los a?os cincuenta y sesenta del siglo pasado.
La verdad es que las ideas iberistas (el reconocimiento de la unidad en la diversidad) no son cosa nueva. Existe una corriente de este tipo en el pensamiento portugu¨¦s que viene de lejos -desde luego, del siglo XIX (con Antero y Oliveira Martins) y del XX, con Miguel Torga, Nat¨¢lia Correia y el historiador Oliveira Marques-, que ha tenido m¨¢s o menos importancia de acuerdo con las circunstancias pol¨ªtico-econ¨®micas e internacionales, y que ha evolucionado en los dos Estados ib¨¦ricos y en la Pen¨ªnsula en su conjunto. Parad¨®jicamente, no tuvo mucha fuerza durante las dictaduras de Franco y Salazar, porque los dos dictadores ib¨¦ricos, unidos por la ideolog¨ªa fascista, nunca tuvieron buenas relaciones entre s¨ª y siempre desconfiaron enormemente uno de otro.
Los tiempos han cambiado. Espa?a y Portugal son dos democracias consolidadas, integradas hace 20 a?os en la CEE y, desde 1992, en la Uni¨®n Europea. La internacionalizaci¨®n de nuestras respectivas econom¨ªas produjo, como era natural, su integraci¨®n actual. Y eso es algo que no lamento en absoluto. Hoy, m¨¢s que nunca, el capital no tiene patria, como dec¨ªa Marx. La integraci¨®n econ¨®mica es un proceso al que est¨¢n sujetos todos los Estados europeos. La ¨²nica alternativa posible a esa tendencia ser¨ªa retroceder al "orgullosamente solos" de Salazar, principal responsable del atraso en el que todav¨ªa nos encontramos respecto a los pa¨ªses m¨¢s ricos de Europa.
Otra cosa es la integraci¨®n pol¨ªtica. En el ¨¢mbito europeo, estamos construy¨¦ndola lentamente, con las concesiones necesarias en el plano de nuestra soberan¨ªa. Si no avanzamos m¨¢s -como ser¨ªa preferible para todos-, es porque la Uni¨®n no parece capaz de deshacer el nudo gordiano que le ha impuesto, sobre todo, el Reino Unido.
Portugal es un pa¨ªs con una fuerte identidad cultural y ling¨¹¨ªstica, miembro desde hace 10 a?os de la Comunidad de los Pa¨ªses de Lengua Portuguesa (CPLP) -que incluye desde Brasil hasta Timor, pasando por los pa¨ªses africanos que hablan portugu¨¦s- y con una s¨®lida cohesi¨®n nacional, que fue puesta a prueba cuando se produjo la descolonizaci¨®n y Portugal tuvo que recibir, in extremis, a cerca de un mill¨®n de "regresados", personas llegadas en el mayor desamparo desde las antiguas colonias, a las que supo integrar a toda velocidad en el conjunto nacional, sin grandes problemas.
La integraci¨®n pol¨ªtica peninsular, desde el punto de vista portugu¨¦s, no est¨¢ pr¨®xima, y ni siquiera es deseable para ninguna de las dos partes. Somos todos hispanos, se titula un libro muy interesante de la poeta nost¨¢lgica Nat¨¢lia Correia. Es indiscutible. Somos atl¨¢nticos, mediterr¨¢neos y peninsulares, con intereses comunes, fuertes lazos culturales y objetivos convergentes en la Uni¨®n Europea, Latinoam¨¦rica y otras ¨¢reas. Por eso, en el estado actual del mundo, nuestra independencia es -y debe ser- un factor de unidad, m¨¢s que de separaci¨®n. Del mismo modo que el reconocimiento de las identidades hisp¨¢nicas es, para Espa?a, un factor de unidad mucho m¨¢s s¨®lido que la afirmaci¨®n del centralismo madrile?o.
Todo evoluciona, quiz¨¢ con excesiva rapidez, en el mundo globalizado de hoy. Los conceptos, las verdades, las identidades. En tiempos como el que vivimos, nada une m¨¢s a los pueblos -y a las personas- que las convergencias estrat¨¦gicas, la solidaridad y la libertad.
M¨¢rio Soares es ex presidente y ex primer ministro de Portugal. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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