El capricho de la princesa
Una legendaria y desconocida escultura de Antonio Canova viaja a Italia por primera vez para conmemorar el 250? aniversario del nacimiento del artista. Tras ella, una historia de amor por la belleza al filo de la obsesi¨®n
Pasi¨®n por lo bello. Sin ella no existir¨ªa una de las obras maestras de Antonio Canova (Possagno, 1757-Venecia, 1822), la escultura El pr¨ªncipe Henryk Lubomirski, como Amor, pieza estrella de la muestra con la que la localidad natal del artista, una de las principales referencias del neoclasicismo, ha querido rendirle tributo en el 250? aniversario de su nacimiento.
La escultura, que se expone por primera vez en Italia, ha recorrido un largo viaje desde el museo del castillo de Lancut (Polonia) hasta el Museo de yesos en Possagno, muy cerca de Treviso y al noroeste de Venecia. Forma parte de una exposici¨®n que re¨²ne,
Cuenta la leyenda que una noche la princesa Lubomirski rapt¨® mientras dorm¨ªa al ni?o que inspir¨® la escultura
hasta el 1 de noviembre, una treintena de m¨¢rmoles, calcos en yesos y pinturas del artista basada en el mito de Eros. Concluida la muestra, "el principito de la boca temblorosa" -en palabras de la poetisa veneciana Isabella Teotochi Albrizzi-, "capricho eternizado en m¨¢rmol", volver¨¢ a Lancut, lugar donde parece haber sido colocado para la eternidad.
Hasta entonces, en Possagno, creaciones de danza contempor¨¢nea, conciertos y visitas nocturnas guiadas a la luz de l¨¢mparas que reproducen la iluminaci¨®n de la ¨¦poca ofrecen un verano en torno al canto a la belleza cl¨¢sica. La historia del m¨¢rmol es ya en s¨ª misma toda una aventura.
La princesa Elzbieta Lubomirski, rica e ilustrada -proced¨ªa de la poderosa familia Czartoryski-, ya viuda, se top¨® con el hijo de los condes Sartoriski, parientes lejanos de su difunto marido, y qued¨® prendada de la belleza del ni?o, casi adolescente. Lo quiso adoptar, pero los padres, en principio, se negaron. Entonces, cuenta la leyenda, una noche de invierno lo rapt¨® mientras dorm¨ªa. Ofreci¨® a sus padres una jugosa dote a cambio de responsabilizarse de la educaci¨®n y formaci¨®n art¨ªstica del muchacho. Los progenitores aceptaron.
La princesa, inmensamente poderosa e influyente en su tiempo, era una apasionada del mundo cl¨¢sico y coleccionista de arte. Emprendi¨® con su protegido (en el que ve¨ªa obnubilada una reencarnaci¨®n ideal de los fundadores de su saga) el llamado gran tour en carroza, privilegio de potentados de la ¨¦poca, un largo viaje por Viena, Par¨ªs, Venecia, Mil¨¢n, Florencia, Roma.
Elzbieta y el joven frecuentaron salones, estudios de artistas, cortes aristocr¨¢ticas y anticuarios. La princesa compraba m¨¢rmoles antiguos -la acompa?aba el arque¨®logo Stanislav Kostki-Potocki como parte de su s¨¦quito- y hac¨ªa retratar al efebo por artistas de renombre, como Angelica Kauffmann, Mary Cosway o Elisabeth Vig¨¦e-Lebrun, que lo represent¨® desnudo y alado como Genio de la gloria y del amor, con una corona de laureles en la mano.
La euforia que despertaba el principito all¨¢ donde iba qued¨® reflejada en libros de viajeros y obras de arte. Madame de Sta?l, siempre atenta a la belleza apol¨ªnea, lo menciona en varios escritos con admiraci¨®n. La reina Mar¨ªa Antonieta de Francia oy¨® decir que en la clase de Gaetano Vestris, el m¨¢s importante maestro de ballet de su tiempo, hab¨ªa un "peque?o ¨¢ngel", y quiso conocerlo enseguida.
Par¨ªs tambi¨¦n sucumbi¨® a la belleza del pr¨ªncipe polaco y, a partir de entonces, tuvo asimilado el sobrenombre de El ?ngel. Henryk tocaba el arpa y bailaba ballet. La princesa viuda logr¨® casarlo a?os despu¨¦s con su ¨²nica sobrina, lo que le permiti¨® declararle heredero principal, por encima de sus hijas, y sellar una uni¨®n que la emparentaba con ¨¦l de facto.
Cuando llegaron a Roma en los primeros meses de 1786, la princesa viuda y El ?ngel se hospedaron en un palacio en la plaza de Espa?a. Visitaron al escultor Antonio Canova que, a la saz¨®n, se afanaba en la terminaci¨®n de algunas de las estatuas del monumento funerario al papa Clemente XIV. Canova, al principio, rechaz¨® la solicitud de la princesa para que retratara al muchacho, puesto que detestaba trabajar de encargo. Pero ante la insistencia de la acaudalada polaca, acab¨® por aceptar y, en primavera, comenz¨® el modelado en barro.
Henryk, descrito como reservado y t¨ªmido, casi hura?o, rechaz¨® posar desnudo para Canova. El escultor s¨®lo hizo el retrato de la cabeza del natural; para el cuerpo, compr¨® al copista restaurador Carlo Albacini, por 20 escudos y como patr¨®n est¨¦tico, una escultura antigua, que version¨® con cambios (el arco y el carcaj, el tronco de apoyatura, la inflexi¨®n de la rodilla y los tres cuartos del tronco axial).
Los cuadernos aut¨®grafos de Canova se?alan c¨®mo el 2 de julio fue entregado el modelado de arcilla a los moldistas para que realizaran el primer yeso; el 2 de octubre de 1786, un asistente, Gaetano Ceroti, comenz¨® a desbrozar el bloque de m¨¢rmol. Canova trabajaba seg¨²n el canon helen¨ªstico, siguiendo pasos de minuciosa artesan¨ªa, patr¨®n que tambi¨¦n practicaba Houdon, entre otros escultores de su tiempo.
La decisi¨®n de representar al joven Henryk como Eros fue de Canova y dio lugar a una larga serie de obras canovianas con este argumento, inspirado en la cita de Plat¨®n de que "Eros era el m¨¢s bello y el m¨¢s bueno entre los dioses, el m¨¢s joven, de naturaleza delicada y flexible".
En su autobiograf¨ªa, Canova relata que el artista consider¨® al muchacho "digno de una obra", a pesar de "su repugnancia al retrato de encargo, debiendo ceder a la inoportuna insistencia de la princesa polaca Lobomirski". Una obsesi¨®n que ha sido comparada, salvando las distancias de g¨¦nero y ¨¦poca, a la del emperador Adriano por el bitinio Antinoo; o, como describe Giuseppe Pavanello, "una suerte de Tadzio de fines del setecientos", en referencia al personaje creado por Thomas Mann en Muerte en Venecia.
Fue as¨ª como naci¨® lo que luego ser¨ªa una aut¨¦ntica fiebre por el joven pr¨ªncipe, hasta el punto de que proliferaron las copias y reproducciones, hoy repartidas por todos los museos del mundo. Destaca la an¨¦cdota de cuando el joven John David La Touche, hijo ¨²nico de un rico banquero irland¨¦s, lleg¨® a Roma en 1789 y se hizo con una versi¨®n que le acompa?¨® toda la vida; o la del pr¨ªncipe ruso Nikol¨¢i Josupov, que coloc¨® la suya en su palacio, mirando al r¨ªo Fontanca (se encuentra desde 1926 en el Hermitage).
Al volver de su periplo al castillo de Lancut, la princesa hizo redecorar un sal¨®n: coloc¨® dobles columnas cl¨¢sicas de m¨¢rmol y, como fondo, una tela antigua china que representa al ave f¨¦nix; tambi¨¦n abri¨® ¨®culos laterales para que la luz natural ba?ara suavemente la escultura.
Un cronista escribi¨®: "En Lancut, bajo la techumbre, vuela como un ¨¢ngel desnudo, est¨¢ de pie como H¨¦rcules, lanza la flecha como Apolo, suspira como Adonis, sopla como Z¨¦firo...". La obsesi¨®n de la princesa le hizo encargar a Canova dos yesos m¨¢s, copias id¨¦nticas al m¨¢rmol. Coloc¨® una de ellas en sus aposentos y tambi¨¦n atesor¨® m¨¢s copias de la cabeza, tanto tem¨ªa perderlo. Durante las dos guerras mundiales, el castillo permaneci¨® en medio de las refriegas. Durante la segunda conflagraci¨®n fue ocupado por las tropas alemanas, pero nadie toc¨® el m¨¢rmol de Canova.
Se cuenta que, ya anciana, la princesa se hac¨ªa llevar en penumbra a la sala donde estaba Eros, y la acercaban en su silla para que pudiera acariciar el pie derecho del m¨¢rmol, que se adelanta hasta el borde de su base, como si fuera a andar.
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