Objetos que sirvan para dialogar
Miguel Mil¨¢ y su antiguo alumno El¨ªas Bonet predican el dise?o serio, ajeno al de la moda
No es f¨¢cil citar objetos ejemplares. Objetos simples, emocionantes: "Un vaso de campa?a que me regal¨® Achille Castiglioni; era maravilloso, dos hojas de metal que se abr¨ªan como el cuenco de las manos. No se escapaba una gota de agua. Yo le regal¨¦ un tensor de alambres, una pieza maravillosa de ferreter¨ªa". Lo recuerda Miguel Mil¨¢ en su estudio, situado en el coraz¨®n de Barcelona. Un piso viejo, lleno de libros, l¨¢pices y maquetas. En la pared, dibujos, fotograf¨ªas y un recorte de peri¨®dico enmarcado. Es una vi?eta de El Roto que Mil¨¢ descuelga y ense?a al que fuera su disc¨ªpulo en la escuela Eina de dise?o, El¨ªas Bonet.
Un dise?ador industrial de 74 a?os, frente a otro de 30. Un hombre de aire hosco y voz grave, frente a un joven con aire de t¨ªmido aprendiz. A Miguel Mil¨¢ le favorece su energ¨ªa de cascarrabias; es divertido e inteligente y sus quejas son las propias de un seductor: "M¨¢s de un d¨ªa he ido a la tienda de ah¨ª abajo para pedirles que bajen lo que ellos llaman m¨²sica y yo llamo ruido. As¨ª no se puede vivir, todo es cada d¨ªa m¨¢s feo y m¨¢s desagradable".
El¨ªas Bonet sonr¨ªe al escuchar a su viejo profesor. "Di clases durante cinco a?os y luego lo dej¨¦. La rutina me aburr¨ªa much¨ªsimo. Lo pasaba bien, pero me agotaba. Las clases empezaban a las nueve de la ma?ana y El¨ªas estaba entre los dos o tres que ven¨ªan a clase. Me pasaba las horas hablando con las secretarias porque por all¨ª no pasaba nadie. S¨®lo cuando encontraba a un alumno como ¨¦l pod¨ªa disfrutar".
Las clases de Mil¨¢ consist¨ªan en poner sobre la mesa un objeto y dialogar sobre ¨¦l. As¨ª durante horas. "Era apasionante", recuerda el alumno. En aquellas clases, como ahora en el estudio de la plaza de San Jaume, se hablaba de la importancia de la formaci¨®n cultural a la hora de dise?ar, del poso que hay detr¨¢s de un objeto bien hecho, del orden, del racionalismo, del funcionalismo, del bienestar. Y de la belleza que, adem¨¢s, puede surgir de todo eso.
Para Mil¨¢ y Bonet el problema es la mala interpretaci¨®n que hay hoy del dise?o, una palabra degradada por el abuso. "Cuando yo empec¨¦ a trabajar era duro por otros motivos. Ahora es una profesi¨®n muy dif¨ªcil, porque todo el mundo quiere apuntarse al carro. Los modistas se apuntan al carro, y eso nos ha hecho mucho da?o. El dise?o de moda requiere un ritmo fren¨¦tico que nada tiene que ver con lo nuestro, que es resolver problemas concretos de una forma profunda, culta y lo m¨¢s ajustada a la realidad posible. Si vas r¨¢pido no profundizas. La moda se pasa de moda, y por tanto es opuesta a lo que hacemos".
"El entorno nos educa", a?ade El¨ªas Bonet. "En mi casa hay unas cuantas l¨¢mparas Mil¨¢; me cri¨¦ con ellas, y eso ha determinado mi gusto". "Me preocupa encasillarme", a?ade el joven, que quiere tener un espectro amplio de trabajo. De un bol¨ªgrafo a un coche, dice. "Un coche", replica Mil¨¢, "es el sue?o de todo dise?ador industrial".
Pese a compartir doctrina, a Bonet y Mil¨¢ les separa llevar camisa y camiseta, conducir una Honda Scoopy y una Honda de 2,5 cent¨ªmetros c¨²bicos y trabajar con dos herramientas muy diferentes: el l¨¢piz y el ordenador. Lo que para uno es absolutamente imprescindible, para el otro es una herramienta "maravillosa" pero fuera de su tiempo. "Yo trabajo como mi padre", afirma Mil¨¢, "que ten¨ªa coche pero no sab¨ªa conducir. ?l ten¨ªa un ch¨®fer y yo tengo a mi ayudante, que conduce por m¨ª un instrumento que a estas alturas me da una pereza horrorosa aprender a manejar. Me pilla tarde".
Con ordenador, Bonet cre¨® su bicicleta para pasearse por el muy debatido F¨®rum de Barcelona. Hace casi 50 a?os, con un l¨¢piz, Mil¨¢ cre¨® su l¨¢mpara TCM, uno de los s¨ªmbolos indiscutibles del dise?o espa?ol. La l¨¢mpara Mil¨¢ naci¨® para participar en un concurso de muebles econ¨®micos. Se trataba de amueblar toda una vivienda con 50.000 pesetas. La l¨¢mpara de la casa era la TCM, cuya pantalla se regulaba gracias a un aro de goma de coches. "Siguiendo estrictamente la funci¨®n, el campo creativo es inagotable", apunta Mil¨¢. "El dise?o que no es ¨²til cansa y, adem¨¢s, acaba siendo feo".
"Es incre¨ªble crear algo que luego usa tanta gente", comenta Bonet. "Uno siempre dise?a para los dem¨¢s; yo cada vez que veo a alguien subido en mi bicicleta me siento tentado de pararle y preguntarle qu¨¦ tal le va con ella, qu¨¦ tal le funciona".
Mil¨¢ alza la voz para lanzar un ¨²ltimo consejo: "Hay que saber mantenerse firme, hay demasiado dinero r¨¢pido, y el poder cultural est¨¢ en manos de gente mediocre. Todo es feo, ruidoso y poco confortable. Mucho fashion y nada m¨¢s. Mucha Torre Agbar. Se?ala entonces a su precioso dibujo de El Roto y lee el esquem¨¢tico di¨¢logo de sus dos personajes: "No se me ocurre nada", dice uno sentado y cabizbajo. "Vale, pero que sea grande", le contesta el otro.
Miguel Mil¨¢
Es probable que el banco donde usted se ha sentado para leer este peri¨®dico sea una pieza del dise?ador Miguel Mil¨¢. Es su obra m¨¢s vendida. De madera y aluminio, s¨®lo este a?o se han distribuido cerca de 18.000 unidades. De aspecto s¨®lido y pesado, Mil¨¢ murmura que no le gusta el nombre que le han puesto: banco neorrom¨¢ntico. "El mobiliario urbano es un campo de trabajo enorme", dice; "tenemos un clima que nos permite que la calle sea nuestra sala de estar".
El¨ªas Bonet
Peque?a, ligera, r¨ªgida, estilizada y urbana. As¨ª es la bicicleta con la que El¨ªas Bonet gan¨® el concurso del F¨®rum 2004 de Barcelona. Se produjeron 500, y fue el veh¨ªculo oficial del encuentro. Como accesorio estrella, Bonet ide¨® una red que permite llevar entre las piernas el ordenador, el malet¨ªn o las carpetas. Hace siete a?os abri¨® junto a siete compa?eros el estudio en el que trabaja, Lacreativa. "Me obsesionaba ser independiente, tener mi propio estudio. Ahora s¨®lo quiero hacer bien lo que ya hago".
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