Venta de armas, estabilidad y democracia en Oriente Pr¨®ximo
Estados Unidos es el mayor productor y exportador de armas del planeta. Oriente Medio es la regi¨®n m¨¢s militarizada del globo, con los conflictos violentos de mayor repercusi¨®n para la estabilidad mundial y en donde se dirimen cuestiones de liderazgo que apuntan a mayor confrontaci¨®n. Que en estas circunstancias Washington haya decidido vender armas a Israel, Arabia Saud¨ª, Egipto, Kuwait, Bahrein, Qatar, Om¨¢n y Emiratos ?rabes Unidos por un valor que, a falta de informaci¨®n futura m¨¢s detallada, ya ronda los 50.000 millones de euros para los pr¨®ximos 10 a?os es cualquier cosa menos una sorpresa. En una primera lectura s¨®lo cabr¨ªa interpretar la medida como m¨¢s de lo mismo, tras comprobar el fracaso de otros instrumentos.
Sin embargo -en el contexto de una regi¨®n que asiste a la debacle de la estrategia estadounidense en Irak (donde han gastado 13.900 millones de euros en la reconstrucci¨®n de unas capacidades militares iraqu¨ªes muy lejos a¨²n de ser operativas) y en Afganist¨¢n (donde los talibanes y los se?ores de la guerra aprovechan el creciente descontento popular con unas fuerzas extranjeras incapaces de rematar la tarea), al sue?o imposible de un acuerdo entre Olmert y Abbas que satisfaga a los palestinos y al desmoronamiento de la visi¨®n democratizadora del mundo ¨¢rabe, tal como Washington la imaginaba en 2003-, la interpretaci¨®n de la decisi¨®n de George W. Bush es mucho m¨¢s preocupante. Sobre todo, porque significa abiertamente volver a caminos ya recorridos que suponen el refuerzo de unos gobernantes (que s¨®lo forzando el lenguaje hasta el extremo se suelen calificar de moderados), mucho m¨¢s interesados en su propio mantenimiento en el poder que en promover las urgentes y necesarias reformas de sus manifiestamente mejorables modelos de organizaci¨®n social, pol¨ªtica y econ¨®mica. Y ese refuerzo, siguiendo los comportamientos vigentes desde la guerra fr¨ªa, se concreta en la entrega de m¨¢s armas, o, lo que es lo mismo, en una apuesta por la estabilidad al viejo estilo y en una ayuda para facilitar la eliminaci¨®n de los terroristas (concepto en el que caben tambi¨¦n representantes del islamismo pol¨ªtico y disidentes de todo signo, en tanto que no acepten el statu quo imperante). Adem¨¢s de ser ¨¦sta una v¨ªa que se ha demostrado tantas veces err¨®nea, cabe recordar que esos gobernantes no han sabido nunca cumplir adecuadamente con su parte de la tarea (?acaso es hoy Oriente Medio m¨¢s desarrollado y estable que en la guerra fr¨ªa?).
Tambi¨¦n queda clara la voluntad de garantizar la superioridad militar israel¨ª frente a sus vecinos (con 21.000 millones de euros del total anunciado), en su papel de gendarme regional escasamente exitoso, salvo para sus propios intereses, en estos ¨²ltimos 50 a?os. Rearmar a Arabia Saud¨ª (14.000 millones) y a Egipto (9.000 millones) no parece tampoco un buen camino para que estos importantes pa¨ªses lleguen a ser alg¨²n d¨ªa plenas sociedades abiertas y desarrolladas. Por el contrario, la ayuda estadounidense servir¨¢ para reforzar el anquilosamiento de estos reg¨ªmenes, para otorgar un mayor protagonismo a los estamentos militares y, a m¨¢s corto plazo, para intentar asustar a Ir¨¢n, para procurar el apoyo sun¨ª contra el liderazgo iran¨ª y para asegurarse la asistencia a la conferencia internacional sobre Palestina que el propio Bush ha anunciado para el oto?o.
Por si esto fuera poco, Washington reafirma su pretensi¨®n de seguir presente en la regi¨®n durante mucho tiempo, aunque provoque reacciones militaristas en Ir¨¢n (aprovechadas por Mosc¨², que ya ofrece sus mejores cazas, los SU-30, y por China) y contribuya a arruinar las opciones realmente democratizadoras, presentes en diferentes niveles en el interior de esos pa¨ªses. Con raz¨®n sostienen los portavoces encargados de hacer tragar esta decisi¨®n como un paso en la direcci¨®n correcta que se trata de armas defensivas. Lo que no explican es que la frontera con las ofensivas ha desaparecido en la mayor¨ªa de los casos, y mucho menos que esas armas no sirven para defender la democracia o el bienestar, sino para la defensa y pervivencia de unos gobernantes reiteradamente fracasados que, t¨¢cticamente, interesa reforzar, aunque el coste pueda ser el alejamiento sine die de un Oriente Medio pr¨®spero y pac¨ªfico.
En resumen, ganan las industrias de armamento (y los candidatos republicanos de los pr¨®ximos comicios estadounidenses), Olmert y los gobernantes ¨¢rabes de la regi¨®n y los que apuestan por la violencia como m¨¦todo para resolver las diferencias. Pierden quienes creen que sin desarrollo nunca habr¨¢ seguridad y que la ayuda debe dirigirse a impulsar las reformas y a reducir las brechas de desigualdad y pierden, a¨²n m¨¢s los millones de ciudadanos que aspiran a una vida mejor en la zona.
Si se asume, con frustraci¨®n, que el Congreso apenas maquillar¨¢ las ¨®rdenes de ventas con alg¨²n retoque cosm¨¦tico, s¨®lo nos queda esperar que Estados Unidos sea capaz de controlar el destino y el uso de las armas que venda a estos socios mejor de lo que ha hecho con las 190.000 pistolas y fusiles vendidos a Irak y cuyo destino se desconoce en la actualidad. Tampoco esto es una sorpresa.
Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acci¨®n Humanitaria (IECAH).
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