Fugitivos del hambre y del polvo negro
Un libro recupera los reportajes de Steinbeck que inspiraron 'Las uvas de la ira'
Hu¨ªan de un polvo negruzco que lo cubr¨ªa todo; una vez, en 1934, en apenas dos d¨ªas, tocaron a dos kilos de arena por persona. Las tormentas fueron constantes entre 1931 y 1939. Tras la arena lleg¨® una dura sequ¨ªa, y tornados, y ventisca que, unidos a una sobreexplotaci¨®n end¨¦mica, dejaron las tierras del medio oeste de Estados Unidos (Oklahoma, Kansas, Texas...) hechas un erial, un aut¨¦ntico Dust Bowl (cuenco de polvo) como lo bautiz¨® la prensa.
A lo que parec¨ªa una versi¨®n americana de la plaga b¨ªblica le sigui¨®, claro, el ¨¦xodo: entre 1935 y 1938, unos 400.000 campesinos, que se vieron obligados a malvender sus tierras a los bancos para afrontar sus cr¨¦ditos, empaquetaron lo poco que les qued¨® en sus desmembrados Ford y se fueron con sus familias a la supuesta tierra prometida de California para emplearse como jornaleros. En realidad, fue un v¨ªa crucis de miseria y muerte que el escritor John Steinbeck recogi¨® en una brillante serie de art¨ªculos, semilla de su novela Las uvas de la ira, y que pueden leerse por vez primera en castellano en Los vagabundos de la cosecha (Libros del Asteroide)
La cr¨ªtica siempre atac¨® al escritor por su inclinaci¨®n al sentimentalismo, pero el Nobel le lleg¨® "por su sensibilidad social"
El libro no figura entre los best-sellers del verano, pero de su calidad da cuenta la historia. La Universidad de Nueva York lo ha incluido en el puesto 31 entre los 100 mejores reportajes realizados en Estados Unidos en el ¨²ltimo siglo y sus lectores encuentran en sus p¨¢ginas ecos vivos que hablan tambi¨¦n del hoy.
Que Steinbeck fuera sensible a realizar entre el 5 y el 12 de octubre de 1936 una serie de art¨ªculos para The San Francisco News era casi inevitable por razones biogr¨¢ficas. El escenario agr¨ªcola de su Salinas natal siempre aliment¨® su obra; despu¨¦s estaba la precaria econom¨ªa familiar de un padre administrativo y una madre maestra. Finalmente, las amistades: frecuentaba un c¨ªrculo de escritores y periodistas m¨¢s o menos radicales (el m¨¢s conocido, Lincoln Steffens), pr¨®ximos al partido comunista; su mujer, Carol Henning (a quien dedic¨® Las uvas de la ira), era marxista y su introductor en todo este mundo fue George West, redactor jefe de The San Francisco News y quien encargar¨ªa a Steinbeck el reportaje.
El escritor se lo puso f¨¢cil: en plena d¨¦cada roja impulsada por las consecuencias de la Gran Depresi¨®n, Steinbeck estaba maduro en lo literario y en lo social. En Los vagabundos de la cosecha no hay concesi¨®n a la met¨¢fora. Se trataba de reflejar una realidad social y econ¨®mica y Steinbeck lo hizo con una narraci¨®n muy simple, directa y eficaz. Entregas estructuradas cartesianamente (antecedentes, situaci¨®n, pol¨ªticas de futuro...) y con el dato preciso y el adjetivo milim¨¦trico: as¨ª, sabemos que era gente que ganaba 1.000 dol¨¢res al mes y que ahora se mueven entre 150 y 400, y que, en un 85%, eran propietarios de granjas. Steinbeck capta como nadie el sentimiento de esa gente, que en su mayor¨ªa acampa cerca de las cunetas de la carretera, en barracas de cart¨®n o lat¨®n, en condiciones insalubres que facilitan la muerte de los m¨¢s peque?os. El periodista detecta "una expresi¨®n que se aprecia en todos los rostros. No se trata de preocupaci¨®n: es el terror absoluto al hambre".
La cr¨ªtica siempre atac¨® a Steinbeck por su inclinaci¨®n al sentimentalismo. El Nobel de 1962 le lleg¨®, contrariamente, "por su sensibilidad social y constante simpat¨ªa hacia los oprimidos y desheredados de la sociedad", una manera de entender el mundo que a¨²n reporta hoy la venta de dos millones de libros suyos al a?o. Especialmente, claro, de Las uvas de la ira que inmortalizaron ese Dust Bowl, binomio que hace poco recuperaba la prensa francesa al referirse a la extrema sequ¨ªa que sufre Estados Unidos desde 2002. Se recuerda la ficci¨®n, pero antes fue la realidad.
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